No puedo resistirme cuando mis labios rozan los labios de Maus en lo que hubiera debido ser un inocente beso sin importancia al estilo artistas-modernos-en-mitad-de-una-fiesta. Pero estamos solos en una habitación que hace de guardarropía, está oscuro y yo estoy harto de esta tensión sexual no resuelta, como de película de sobremesa. Maus está muy delgada, pálida, se ha quedado casi sin tetas, los pómulos se le marcan en la cara, alrededor de sus ojos sólo hay oscuridad y, en medio de todo este panorama, su boca, sus labios rojísimos impiden que aparte mi mirada. La sangre está hirviendo debajo de toda esa nieve. Vuelve a decirme lo guapo que estoy cuando no llevo gafas y yo no respondo, le acaricio una de sus mejillas, deslizo la mano hasta su nuca, huelo la sangre hirviendo mezclada con su aliento y me la como. Dios, follamos como muertos vivientes.
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bueno, como siempre genial entrada