Salgo de mi habitación de hotel con Ramón. Se acaba de afeitar la cabeza y está muy raro, una azafata se lo comenta en el pasillo. Nos metemos en el ascensor y su calva se refleja en el espejo. Yo también se lo comento, parece un bebé treintañero. Hacen falta un par de días para comenzar a aceptar su nuevo aspecto.
Entramos en casa de La Puta. Hay bastante gente en la cocina. No hay separación entre la cocina y el resto de la casa. Nos servimos algo, un desayuno. La Puta sonríe, viste de rojo y negro. Se dirige a un piano vertical que está apoyado en una de las paredes y se pone a tocar con un virtuosismo inesperado. No sabía que La Puta tocaba el piano. Enseguida se sienta al piano otro tío, puretilla, que toca con ella. Poco a poco se unen a la fiesta más pianistas: una mujer que lleva falda y gafas, una niña asiática. El teclado del piano es más largo de lo normal, si no no cabrían todos. Es sorprendente. Es un inicio tremendo, todos comentan que este nuevo espectáculo parece que va a ser la hostia.La Puta se levanta del piano y reparte cosas entre el público: sombreros, juguetitos. Se te acerca, te dice algo y tú le sigues el rollo pero tienes que hablar, decir algo. Todo muy natural. El espectáculo no está acabado. Luego charlamos un momento y le comento cuánto me ha sorprendido verla tocar. Se lo enseñaron en el Institut del Teatre. No lo sabía.