Un par de chicas me persiguen de noche. Los Creadores se han ido de la ciudad y, por unos días, mi Protegida y yo tenemos su casa para nosotros.
Una de las chicas me coge la mano y la otra se mete enmedio y me da un beso. Me obliga a apartarla. Me refiero a la del beso. Demasiada gente entrometiéndose en mi vida. Esta chica, un tío alto y fuerte, algunos secuaces. Todos intentan por todos los medios que los deje entrar en casa pero yo sé que eso sería una equivocación y que debo impedirlo. Cada vez vienen más y más, esto se tiene que acabar. Posición de combate. Visto kimono. Mis primeros golpes salen como latigazos. No tengo compasión porque sé que esta gente no es humana. Son bichos programados para sacarme la sangre. ¡A la mierda la compasión! Mis puñetazos los dirijo a la cara, con todas mis fuerzas. Y las patadas al estómago. Pero no me muevo más de lo necesario, como debe ser. Precisión y economía de recursos. El gigante cae, la chica entrometida no se atreve a acercarse. No dudo. Se acabaron las dudas. Me da igual su dolor. No me lo creo. No es de verdad. Estas alimañas no sufren. Son insensibles. O ellos o yo.