Un hombre adulto, de unos 60 años, tiene un ataque en mi presencia. Sus dos hijos están presentes también. Son ellos los que se encargan de recogerle del suelo cuando se tambalea y cae. Nadie sabe qué ha podido ser porque un ataque al corazón no es. Me encierro en mi estudio con el ordenador para investigar el caso. De vez en cuando salgo de la habitación y me acerco hasta donde se encuentran los hijos, con mis papeles, para contrastar datos. En una mesa donde comen los familiares, una mujer esconde algunos de mis papeles bajo la servilleta. Me doy cuenta y pongo el grito en el cielo. Ella no tiene inconveniente en reconocer que los papeles son míos y me los devuelve. Debo aprender, como Magnum, a administrar la información. Por eso no debería desvelar a nadie la dirección de mi blog secreto.
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