Todos estamos en prisión, vestidos de uniforme, el uniforme de presidiario, que parece más bien un uniforme de piloto de fórmula 1. Está Ferdinand, el Bandido y todo el mundo. Nos obligan a hacer las maletas en muy poco tiempo. A mí me cuesta, veo que muchos otros las hacen más rápido. Nos sacan de las cuevas en las que nos encontramos, nos reúnen en el exterior, nos apuntan con metralletas y hay que caminar. Nos meten en unas furgonetas negras, blindadas. Arrancamos. Entonces se produce un motín contra los vigilantes. Les quitamos las armas a base de ostias y gritamos eufóricos. Yo no las tengo todas conmigo porque aún hay que atravesar varios controles, pero Ferdinand está convencido de que todo está hecho ya porque la furgoneta es invulnerable.
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