Estoy enfadado con todo y eso me hace estar enfadado con todos. Todo el mundo hace cosas, no paran de moverse. ¿Pero por qué me obligan a mí a seguirles el ritmo?
Por ejemplo, hay una competición en la piscina. Se trata de seguir un recorrido perfectamente trazado: hay que tirarse por un tobogán, tipo Isla Fantasía, para caer en el agua y nadar hasta el final de la piscina y luego volver corriendo por el borde de la piscina. Lo peor es el tobogán. Es enorme y da miedo. Uno de los participantes sale despedido del tobogán y se estrella contra una de las paredes de la piscina. Parece un dibujo animado. Debe haberse hecho mucho daño pero eso no parece importarle a nadie. El público rodea la piscina sentado en gradas enormes. Es un circo romano.
Yo no quiero participar. Porque me da miedo y porque lo encuentro estúpido.
En la mesa de ping-pong de El Paraíso pretendo trabajar (o estudiar) pero hay tal follón que es imposible, no me dejan.
El Creador intenta animarme para que me integre en el ambiente. Es inútil, todavía me siento peor.
Uno de los participantes va desnudo. La polla es muy larga.
Les digo a Los Creadores, casi llorando, que si Fermín me abandona y se va a Évora eso será el fin.