Pulso.
Pulso de la mano, que sujeta el espejo, que refleja la imagen, que emite el monitor, que recoge la cámara, que capta la mano, que sujeta el espejo, que refleja la imagen, que emite el monitor, que recoge la cámara, que capta la mano, que sujeta el espejo, que refleja la imagen, que emite el monitor, que recoge la cámara, que capta la mano, que sujeta el espejo, que refleja la imagen, que emite el monitor, que recoge la cámara, que capta la mano……
Según el concepto lacaniano del estadio del espejo, la percepción que cada ser tiene de sí, es congruente con la noción de su ego y que esta imagen de sí, sólo se logra a temprana edad viéndose reflejado en un semejante.
El yo es inicialmente un otro.
El sujeto se constituye en y por un otro semejante.
Narcisa se encuentra encerrada en un estadio del espejo tecnológico en el sentido lacaniano.
El “yo” de la imagen, que encierra el bucle mágico del infinito a través de los espejos, es una percepción del otro. Un otro entendido como imago, como representación, pero no como el yo. Narcisa se mueve en esas fronteras, en las que la representación no es más que una imagen de lo real expandido, una suerte de cuerpo desfigurado por el aumento de sus capacidades tecnológicas, donde la forma primitiva del narcisismo es su poder.
Narcisa se mueve en el circuito cerrado. El circuito que genera su necesidad de verse, de mirarse a si misma. Su autorrepresentación constante.
jose j*TORRES