Comienza la hipnosis. Cronoscopio de Patricia Caballero

Las neuronas espejo detectan las emociones, el movimiento e incluso las intenciones de la persona con quien hablamos, reeditando en nuestro propio cerebro el estado detectado. Si durante ese instante tanto el emisor como el receptor fueran sometidos a un escáner cerebral, descubriríamos que son exactamente las mismas áreas las que tendrían actividad, creando un contagio emocional, una empatía ante los sentimientos del otro. Pero no sólo conseguimos una  identificación mental y afectiva con el estado de ánimo ante organismos vivos, también somos capaces de producir esas uniones con objetos inertes.

Humanizamos los objetos. Creamos empatías.

Adquieren tanta personalidad que en ocasiones las connotaciones sentimentales que los envuelven son suficientes para justificar nuestra irracionalidad. Se convierten en símbolos de anhelos, deseos, frustraciones o indignaciones humanas.

Los objetos de este modo consiguen alcanzar categoría poética, nos proporcionan territorios de creación metafórica, relatos indeterminados abiertos a la interpretación subjetiva. Esa mirada proporciona relaciones simbólicas que quedan sorprendidas cuando las actitudes perceptivas son modificadas. Aquí la realidad cambia, el objeto es capaz de adquirir vida, de contar una compleja historia, moverse, hablar y reaccionar.

El área cerebral de Broca se manifiesta sobreexcitada, la racionalidad nos intenta controlar  aunque el sentimiento poético nos atrapa.

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Comienza la hipnosis

Somos trasladados a los campos nevados del asedio de Stalingrado, cuando los tanques pisaban la nieve blanca, los bombardeos de los aviones eran intermitentes, los destellos de las detonaciones no paraban de iluminar cada ciertos segundos la inmensa llanura desolada. El fuego se hace presente en la noche mientras la ventisca nos amenaza. Un sentimiento de soldado abandonado a una suerte olvidada nos penetra por los poros.

Como en un sueño las imágenes se acumulan, sin posible orden.

Ahora nos encontramos en el torrente sanguíneo de camino al corazón. Estamos situados en las inmediaciones de su ubicación. Oímos su latido cansino. Un ambiguo sentimiento de cercanía al abismo nos aporta la consciencia de un final inminente.

La oscuridad nos permite cambiar nuevamente de capítulo.

Ahora son los electrones excitados en su torrente de movimiento alrededor del átomo los que reclaman nuestra atención. Los vemos desaparecer con destino incierto a otras realidades, intentamos explicar su movimiento.

El tour por los recodos campestres de morfeo es interrumpido.

Volvemos a nuestra realidad consciente y sobre el escenario tan sólo unos objetos inertes.

jose.j*TORRES