Aquí gloria, y después paz

Hoy Patricia Caballero nos ha dado unas dosis de humildad y cercanía de las que se agradecen…
Así que me he vuelto a casa con esa sensación de querer agradecerle y me he decidido a hacerlo aquí.
Hace tiempo que no escribo en Teatron, de hecho tampoco es que lo haya hecho muy a menudo, porque me doy cuenta de que mi fuerte no es precisamente escribir. Al principio cuando apareció Teatron, me sentí tan entusiasmada que quería compartir con todos las sensaciones, reflexiones, experiencias, de los trabajos que estaba viendo en la ciudad, pero cada vez me doy más cuenta de que no es lo mío, así que al final prefiero ir haciéndolo en conversaciones de cafetería, en la Pode o momentos así, que es para mí un poco más fácil.
Pero de alguna manera quería hacer este agradecimiento por algo que se me ha quedado clavado por aquí dentro, algo que se ha clavado como un regalo que no te esperas de alguien que no conoces y que de repente sientes cerca. Tan cerca como cuando alguien te invita a su casa. Su casa era la sala Isadora Duncan, como la pienso llamar a partir de ahora, y Patricia nos invitó allí para compartir aquello con lo que está trabajando.
Y lo hizo tan cercano que se me ha quedado aquí dentro, y aquí estoy con ese regalazo en las manos y sin saber qué más hacer que darle las gracias, por todo esto y por mucho más que no voy a intentar traducir a texto, que eso se lo dejo a los que sí que saben cómo expresarse y analizar con palabras.
Muchas gracias, Patricia.