Que el rey se aburre, a mi no me afecta- Una crítica de Patricia Ciriani

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Que el rey se aburre, a mi no me afecta
Una crítica borrachina de LA HISTÒRIA DEL REI VENÇUT PER L’AVORRIMENT en Antic Teatre

Lo bueno es que los actores en el escenario conllevan tal seriedad que se los creemos de entrada lo que nos van a contar. Lo malo es que no nos cuentan nada durante la hora del espectáculo, sino actúan como meros cuadros vivos, “tableaux vivants”, de situaciones que habrían que ver con los textos que van proyectados a la pared, al principio, luego leídos por grabación amplificada.

¡Qué bien está escrito el texto de presentación a la obra! Una pena que leyéndolo después de haber visto la pieza no me aclare las dudas que me sumergieron al salir de Antic Teatre.

Lo malo es que a pesar de tan buena presencia escénica, no se haya aprovechado de aquellos actores para gritar físicamente, en vivo, las palabras del desencanto, y así incrementar la fuerza de los discursos. Por qué dirigir estas arengas sobre los cuarenta años del fascismo español de forma tan fría, poco escénica, y mediatizada por un amplificador? ¿Por qué se ha eludido el intercambio responsable entre la voz exterior de los actores, y nuestra voz interior de espectadores, entreponiendo en el medio la voz interior de un tercer hombre invisible?

La tinta china chorreando al suelo, pisada por un hombre-gigante con cara de máscara, en un escenario iluminado por la luz lila de la nevera, con dos yetis barbudos al final, componen una fresca a la David Lynch un poco esforzada. Poca relación tiene con los textos proyectados y grabados.

La originalidad del vestuario desorienta un discurso ya bastante incoherente de por sí. Pasamos de la historia del teatro, de Shakespeare a Rodrigo García, a una historia wikipediada del fascismo en el mundo (con un error sobre Francia, que vivió cuatro años de colaboracionismo con los nazis, no cinco). Entre los dos, es de dudar si la cólera demostrada por las grabaciones es un fenómeno superficial, frío, como lo sugiere el tiempo puesto a hacer explotar al inicio los platos, la planta y los libros al suelo. Una rabia petit-burguesa, de las nueve a la diez de la noche, que se olvida con tres birras. O bien si el dramaturgo de aquella pieza quiso dar a sentir el vacío sideral que puebla cualquier queja contemporánea hacia nuestro sistema social, y haga resonar aquella queja como un eco inútil y sin consecuencias. En ambos casos, se hubiera apreciado más profundidad, fuera en la rabia como en la melancolía.

El guiño divertido al famoso Macbeth y su relación nominal con el infame Macdonald, y la voz obsesiva de mujer grabada, sonaban como buenas alusiones al humor vitriólico de Rodrigo García. Una pena que los actores no cogieran la experiencia tan cruda y cruel de la Carnicería Teatro para poner en riesgo el estatus cómodo de actores-estatuas y espectadores durmientes. Hacernos reír frente a confusiones entre cultura elitista y popular, castigarnos por haber reído de temas que iba en serio, y luego temblar de perder el confort de nuestro asiento.

Igualmente seguiré apostando por producciones tan prolíficas como la de Pablo Gisbert, e intentar vincularme con las inquietudes de mis contemporáneos, a pesar de su ingenuidad e imprecisión.
Antic Teatre sigue siendo mi cantera barcelonesa favorita, nunca sé qué plato escénico me voy a tener que comer, y eso mantiene mi apetito abierto.

Patricia Ciriani
Barcelona, el 19 de noviembre de 2010.