Hace dos años, Javier Pérez Iglesias, Christian Fernández-Mirón y Selina Blasco inventaron Contadas Obras. Se trataba de juntar a un grupo de personas y encerrarnos en la biblioteca de la facultad de Bellas Artes de la Complutense. Durante unas horas cada uno de nosotros compartiría un recuerdo: obras de arte que traemos en la memoria. Un cuento, una película, un cuadro, una escultura. Una intervención. Un incidente. La sala era pequeña; una réplica del cuadro La familia del anarquista el día de su ejecución estaba justo delante de mi silla. Lo miré mucho a la luz de las velas, la decena de velitas pequeñas que flotaban en una fuente llena de agua. Las velas consumieron el oxígeno poco a poco, y cada vez se acentuaba más una sensación: estábamos en una catacumba, nos habíamos encerrado para rendir un culto secreto y difícil de compartir en medio del ruido cotidiano. Qué sé yo de catacumbas: solo conozco el tono kitsch de las películas religiosas de Hollywood, tipo Quo Vadis, un cristianismo colorido, inocente y morboso como un juego. Seguí con la fantasía, una nueva: nos habíamos refugiado de una epidemia de peste, y conscientes de la brevedad de la vida, nos entregábamos al consuelo estético. Creo que eso hacen los personajes del Decamerón. Es que no lo he leído, pero siempre me ha gustado esa posibilidad: ante el fin del mundo, aislarte con un grupo de amigos y dedicarte a comer y cantar y repasar los momentos bellos que a pesar de todo prevalecen.
De lo que se dijo allí, conservo retazos: Javier Noguerol explicó el día en que casi sube al monte Cervino, y cómo se comió un toblerone, que lleva el dibujo del Cervino en el envoltorio. Julia de Castro se deshacía en lágrimas ante la imagen de una Virgen y un Niño que pisan la cabeza de una serpiente (¿Caravaggio?). Javi Cruz puso un vinilo que giró en el tiempo que duró su relato. Fátima Cué estaba embarazada y había intentado habitar una pequeña biblioteca vacía del Retiro. Estaba Ana Folguera. Yo hablé de la Eneida, del momento aquel que me dejó temblando cuando lo leí, la muerte de Príamo a manos del hijo de Aquiles, arrastrar a un anciano que se resbala en el charco de sangre de sus hijos, Príamo que le dice a Neoptolemo “Tu padre no habría hecho esto, tu padre se apiadó de mí cuando fui a pedirle el cadáver de Héctor”, y entonces, ahí sí que cité la frase de memoria: “Pues reúnete con mi padre y dile que Neoptolemo ha degenerado, pero ahora, ¡muere!”.
Este domingo vuelve Contadas Obras. Contarán María Salgado, Wences Lamas, María Jerez, Álvaro Guijarro, Sabina Urraca y Antonio Ferreira. No sabemos dónde, sabemos que hay que inscribirse y que recibiremos instrucciones. Es un juego, y sabemos que alrededor sigue la epidemia de peste.