Ayer De la Purissima asaltó el Teatro de la Zarzuela. Julia de Castro y la banda (Miguel Rodrigáñez, Gonzalo Maestre, Jorge Vera) presentaban temas nuevos, entre la electrónica y el jazz, pero también invitaron a escena a los mexicanos Orkesta Mendoza y al Cuarteto (de cámara) Quiroga, cumbias y boleros, letras de Julia puestas a prueba durante un fructífero viaje a Arizona. Rafael R. Villalobos dirigió la velada.
Tuve la fortuna de acompañar a Julia en la dramaturgia del espectáculo.
Y ahora quiero decirle algo a Julia y a todos. Se lo digo a Julia, y se lo digo a Miguel Rodrigáñez, y a Gonzalo Maestre, y a Villalobos, y no me esmero en especificar cuándo y cuánto de cada uno hay en un tú.
Eh, tú, has hecho una ópera punk. Has asaltado el templo de la zarzuela para dar el concierto más importante de tu vida. He pensado en Ocaña cuando nos has hablado de la ermita de San Antonio y de cómo sumerges tu mano en la pila llena de alfileres para ver cuántos se adhieren a tu mano, cuántos hombres te cortejarán este año. Trece, dices. Demasiados, dices.
El texto, los textos, los he escrito para ti. La que lleva años obsesionada con San Antonio eres tú. Cristiana extraña, comparto contigo la delicia de repasar una y otra vez los iconos que resbalan historias por sus cuerpos de madera, pintura, yeso: amamos a esos fantasmas. Por eso hemos escrito Hagiografía para la escena, por eso has prendido tus canciones en ese rosario llamado Hagiografía. “del latín tardío: hagios, santo; grafos, yo escribo”. Por supuesto, la frase no es mía, es del gran Joan Coromines y su Diccionario Etimológico, el libro que está junto a mi cama, el libro que abro en los días en que no deseo abrir ningún libro.
Vuelvo a Ocaña: pienso que el espectáculo de ayer le habría complacido. Julia extrae su intimidad para la fiesta, la descorcha como un líquido agitado. Aquí no se habla de sexo o de dolor en general, aquí se habla del día en que Julia descubrió una verdad dolorosa, del día en que Julia se llevó a una alemana al baño de un bar, del día en que Julia se quedó a desayunar. En tres temas Julia menciona su edad: veintisiete años, veintinueve, treinta. Eso es porque cada una de esas letras las escribió desde ahí, y no piensa adaptarlo. El relato, lo que sucedió, es inherente a la edad de su protagonista: sucedió así porque ella tenía veintinueve. Igual que cuando vi el documental “Amy, la chica detrás del nombre” y comprendí que cada verso de Amy Winehouse era la transcripción directa de un acontecimiento en su vida, vulgar y abismal. Aquí no se busca la provocación: sencillamente Julia no sabe no decirlo. Pienso en Ocaña en las Ramblas, gritando “Señora, mi chulo me pega”. Un teatro de lo íntimo en lo espectacular.
Salvador Durán, de la Orkesta Mendoza, salió a escena y bailasteis una especie de jota transida. Es como el Bill de David Carradine: os conocisteis en el desierto de Sonora y te habla como un padre que no lo es pero que se resigna a serlo para ti. Te explicó lo que es una aplanadora, y lo que es una caminadora: “un sarmiento, una biznaga, como tú, una mujer que se vuelve callejera”. Pensé que es verdad, tú eres una caminadora. Pensé también en mi hija, que también lo es. Le gusta echar a andar hacia los márgenes de mi visión, salir de ella. Le gusta aventurarse. Como a ti. ¿Y yo? Soy una madre, soy una niña, estoy decidida como Uma Thurman delante de Bill. Y ahora hablo de mí porque en los textos que he escrito para ti, y que ayer sonaron como Dios en el teatro -el patio de butacas convertido en escenario, el suelo de espejo, vosotros sobre el espejo- he clamado con vosotros por una nueva religión, yo también, yo desesperada como Julia de Castro:
Esta vida de un orden nuevo donde ya no reconocemos la familia el amor el hogar el éxito la muerte el deseo
Ya no es lo mismo
Y nuestros antepasados no pueden guiarnos
Tampoco los antiguos santos
Necesitamos una religión nueva
Quizá somos nosotros los fundadores de una nueva religión
Los primeros padres del desierto
Protomártires del siglo XXI
¿Estáis preparados para ser reliquias?
Os harán cachitos
Y vuestros dientes
Las falanges de vuestros dedos,
Bésalas, dirán las madres a sus hijos,
Bésalas para estar en gracia con el nuevo siglo.
Os besarán,
Protomártires.
¿Queréis conocer a la primera de todos nosotros?