Ahí está Arantxa Martínez

Arantxa Martínez

¿Quién es Arantxa Martínez?

En el contexto de nuestro encuentro soy bailarina y coreógrafa. Muy apasionada con mi quehacer. Soy a veces un poco pulpo. Me apasiono mucho. Me meto en las cosas. Las quiero entender y transformar.

Soy de Madrid, pero hace quince años que no vivo aquí, vivo en Berlín. Por suerte vine mucho al festival InPresentable. Fue muy importante poder presentar mi trabajo, bailar con otros, y relacionarme con la personas de aquí. Estaba un poco desconectada. Fue en el InPresentable de 2012 que reunió a tanta gente, yo estaba con el proyecto de la radio con el que pude dialogar con otros sobre danza y creación, cuando Madrid se me volvió a presentar. Ahora estamos en Esta es una plaza, justo aquí hacíamos la radio con Nilo Gallego, y conocimos mucha gente activa a muchos niveles en la ciudad.

He bailado y desarrollado mi trabajo poco a poco. Con los artistas con los que he trabajado he sido un agente que produce la obra, no un instrumento. En los curros en los que he participado siempre he tenido una función de cuerpo en el espacio, pero también de persona que desarrolla la idea.

Arantxa Martínez y Nilo Gallego con Bea Fernández en Emisiones Cacatúa en Esto es una plaza

Has trabajado para otros, pero como coreógrafa también has creado tus propias obras.

A mí me gusta mucho cuando estoy en escena que me dirijan, lo que no quiere decir que me guste que me utilicen. En el trabajo tengo una relación de confianza absoluta cuando caigo con buena gente, que así ha sido. Me interesa ponerme en las manos del otro, pero al mismo tiempo soy muy partícipe y crítica. Es un gusto cuando aflojas la antena de la escritura y dices: ¿Dónde quieres que me meta? Ahí voy.

Ahí está aborda los últimos diez años de creación en las artes vivas de este país. Tu obra Al oeste del Pecos representa el 2007. ¿Cómo estabas por aquel entonces?

Al oeste del Pecos fue mi primer solo. Había hecho cosas más cortas, intervenciones, tenía el striptease de la jota, pero esta fue la primera vez que me metía en el sistema de creación. Recibí una ayuda de La Casa Encendida y me iba a trabajar al Aula de Danza Estrella Casero de la Universidad de Alcalá de Henares, que era una maravilla. Tuve que creerme que el espacio era mío para que yo creara algo. Siempre había trabajado con otras personas que proponían el proyecto. Esta vez era yo. Además cuando Juan Domínguez me propuso estar en InPresentable con la obra estaba embarazada, y me pareció muy bonito en el sentido de compaginar el embarazo con mi profesión.

¿Te acuerdas de lo que pasaba en el 2007 en las artes vivas de por aquí?

Creo que no tengo ni idea. Espera, sí. En aquella época se llevaba el loop, el rewind y el stop motion (Risas). Había una cosa como de vídeo muy inscrito en la danza. Ah, y las obras que empiezan y terminan de la misma manera. Por eso cuando Rubén Ramos me propuso estar, le dije: ¿Qué me estás diciendo, Rubén? Te has confundido, ¿cómo que Al oeste del Pecos? ¿Pero cómo voy a hacer Al oeste del Pecos? Pero si hago stop motion (Risas).

Has dedicado el Bípedo Implume #19, el programa de radio que haces para las Emisiones Cacatúa de Teatron, a tu obra Al oeste del Pecos. En él comentas que ya por el 2006 te estabas “dando cuenta de la dificultad de mostrar” tus trabajos como coreógrafa “en salas y teatros”. Que “veías la cosa difícil”. ¿Lo sigues viendo así?

Este año, en cuatro meses voy a mostrar tres trabajos en España. Jamás me había pasado. Aunque lo sigo viendo difícil. Siempre me lo ha parecido. Yo trabajo sin ayudas. Toda la maquinaria me parece muy difícil. Eso sí, me da la sensación de que hay un empujón de visibilidad. Pero las cosas no vienen sólo del exterior, también de uno. Es una conjunción. El septiembre pasado, con mi nuevo trabajo, decidí que ya no iba a estar en el estudio y bailar cuatro veces. No lo acepto. No quiero ese sistema. Isabel de Naverán me propuso ir a Bulegoa en febrero y le dije que no, que antes. Cuanto antes mejor. No sé el qué pero algo haré. Entender que la obra se va desplegando. No como un trabajo que hasta que no lo acabas… Creo que ahora tengo la capacidad para asumir lo que hago en distintos formatos, y establecer mi relación con el espectador de otras formas. Que por eso es por lo que bailo.

¿Dónde has presentado Al oeste del Pecos?

La estrené en la Asociación Cultural Albricias en Barcelona en el 2006, luego en InPresentable en 2007. La Porta me invitó a su Ciclo Otoño ese mismo año y lo hice en la Sala Beckett, compartiendo cartel con Mónica Valenciano, que fue un placer. Después al año siguiente la presenté en Berlín, en un festival que reúne jóvenes creadores que se llama Tanzgate, y en la 2ª Muestra de Artes Escénicas del Instituto Cervantes en Gijón. También acabé haciéndola en Senegal, y creo que allí fueron sus últimas fechas.

Entonces se habrá visto alrededor de una decena de veces.

Sí, más o menos.

¿Cómo te relacionas con una obra de hace casi nueve años?

Fatal (Risas). Estoy muy lejos de aquello. Es un pachtwork de materiales. Por aquel entonces yo no tenía una problemática con el cuerpo propiamente dicho. Por eso tiré por el aspecto narrativo que sí me había interesado siempre… Me cuesta un poco, tío. Aunque claro que hay cosas en la obra que ya soy yo. A nivel de escritura soy yo. Hay un oscuro en medio, y sigo metiendo oscuros. Hablo todo el rato de otro sitio al mismo tiempo que estoy ahí. El efecto radio…

¿Desde dónde trabajas las narraciones en Al oeste del Pecos?

Eso sí que es común en mi trabajo. Me interesaba y me sigue interesando la expresividad de la narración. El gesto expresivo. Estaba muy influenciada por un grupo de música que se llamaba Velma en el que me adoptaron y ya no me soltaron. Trabajábamos en Suiza. Hicimos cuatro creaciones. Ellos hacían obras escénicas pero en realidad hacían música. Entonces era abstracto, pero luego era música. Ellos decían que querían un público de no expertos. Sus trabajos eran para todo el mundo. Y Al oeste del Pecos también es eso. Y de ahí la narración. No quería un cuerpo abstracto, quería un cuerpo con un cable en el que pudiera engancharse todo el mundo.

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¿Crees que lo fragmentado, lo roto, más que concretar sugiere, y que eso da mayor libertad al espectador a la hora de proyectar?

Yo trabajo siempre de esa manera. Ayer estuve currando con Nilo para lo nuevo que estoy haciendo, y hablamos de música. Me contó una conversación con un colega suyo sobre la diferencia entre la música experimental y la música pop, por ejemplo. Y que la cosa está en el objeto y el tratamiento que se le da. Objeto y tratamiento, digo. Creo que el trabajo con el cuerpo, la luz, el sonido, la narración… todo lo que hay en el espacio performativo, reside en el tratamiento que le des. Y a mí me gusta tratarlo de aquella manera. Por ejemplo, me interesa más ver la rama del árbol que hay detrás de ti que el árbol entero.

¿Qué significa en Al oeste del Pecos “entrar por el medio”? Una frase de Deleuze que he visto por ahí al leer sobre tu trabajo.

Deleuze. Es que te imaginas. Tela.

Parece que siempre queda bien.

Me gustaría pensar que ahora usamos menos referencias. Los franceses estaban de moda en el 2007. Las referencias y el diccionario. Eso también se hacía en aquella época. En el programa te encontrabas siempre una definición del diccionario.

El loop, el rewind, el stop motion, empezar y acabar la obra de la misma manera…

Y una definición del Petit Larousse (Risas). Entrar por el medio… El principio y el final de una obra escénica me parecen duros. El momento de aceptar la convención. Me dan ganas de empujar las paredes. Ya por entonces me revelaba contra eso. Me molestaba. En el principio encontré la manera de estar en activo cuando el público entra, y como es un trabajo de extractos, nunca tienes que entrar de golpe.

Deleuze

En un momento de la obra repites insistentemente “otro sitio”. Incluso te sales del espacio de representación y sigues diciéndolo. ¿Cuál es el “otro sito” en Al oeste del Pecos?

Esa sí soy yo. Si soy algo de esa pieza soy ese otro sitio. Soy cabezona e insistente. El otro sitio es el deseo de ir más lejos en el sentido de ir donde no conoces. Ahí se conjuga mi interés por la meta escritura. El mundo real y el mundo escénico. Un lugar sensible. Por suerte desde hace años ya vivo en los dos. Pero entonces creía que había un mundo real y otro escénico.

¿Cómo abordas el trabajo con el cuerpo en Al oeste del Pecos?

Como toda primera obra, todavía no había desarrollado mi problemática. Estaba empezando. Aportaba todo lo que tenía desde donde yo estaba, y luego me apoyaba en la experiencia como bailarina con personas que me habían interesado mucho. Por ejemplo Eszter Salamon, con la que sigo trabajando. Fue la primera persona a la que escuché hablar del concepto de tecnología. Tú eres tecnología. Ella trabajaba con la disociación.

En Al oeste del Pecos abordo el cuerpo desde la multiplicidad. Desde lo complejo. Lo que no es uno, sino que está en muchos lugares al mismo tiempo. En el momento presente estás negociando con cosas diferentes que te constituyen, y que puedes activar a nivel performativo. Y también desde la intensidad. La intensidad expresiva. Me gusta el sentido del humor. Lo evidente. Que te meas y te meas.

¿Cuáles son las influencias de la obra?

Malcolm Lowry por su intensidad y su capacidad cinematográfica. Sus novelas cogen un ritmo que las convierte en otra cosa. Casi en algo cinematográfico. Y el fotógrafo Jeff Wall porque habla mucho del marco, de la jerarquía que por ejemplo hay en la fotografía periodística entre lo que está en el marco y lo que está fuera de campo. En otro sitio.

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¿Qué diferencias y similitudes tiene Al oeste del Pecos con otros trabajos tuyos como The Present?

La diferencia más grande es que con Al oeste del Pecos no había todavía problema. Era un deseo. El deseo grande de componer. Me gusta la escritura y creo que la entiendo bien, es un lugar donde veo cosas. Ahora tengo algo más inscrito, unas preguntas recurrentes.

Mola cómo hablas de la creación como escritura. Como si la obra fuera un texto y la composición escritura.

No sé si es lo propio, pero sí, me gusta verlo así.

¿Qué piensas del interés de los museos por las artes en vivo?

A veces parece que es el mercado quien propone los marcos, pero yo creo que somos los artistas quienes los creamos antes. Hace años sentía una insistencia de las escénicas por trabajar con el aparato teatral, y lo cuestionaban desde ahí. Eso se extinguió, y cada uno ha querido salir, ha encontrado soluciones, y el espacio expositivo era una. Es otro contexto, otra visibilidad. El mercado va viendo lo que la gente pide y lo que interesa y se adapta, aunque a veces sean ellos quienes propongan. Pero es verdad que ahora es la ola.

En el video See you on the screen de María Jerez, hay un momento en el que dices que estás cansada de ver y hacer obras de cincuenta minutos. ¿Sigues cansada?

Sí, claro. Sigo cansada de que nos tomemos tan en serio los formatos.

¿Cuánto dura Al oeste del Pecos?

Cincuenta minutos (Risas).

¿Cómo ves la escena española?

Con muchas dificultades. Parece que nos han tirado para que nos muramos. Pero al mismo tiempo hay propuestas que defiendo a muerte. La escena es dramática, pero veo muestras de mucha dignidad que miro con respeto. En el 2012 conocí a mucha gente y flipé. Me pareció de una grandísima calidad.

¿En qué estás trabajando ahora?

En el proyecto The Present, que pretende ser una investigación a largo plazo sobre visibilidad, visualidad e imagen para abordar el cuerpo desde estas nociones. Cristalizó en una pieza escénica que se llamaba The Present también, y continúo investigando en estas nociones para interrogar la representación del cuerpo. Se llama Très bien éclairé, que es una referencia del Testo Yonqui de Beatriz Preciado.

 Fernando Gandasegui

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