A nation is born in me es un solo de Soren Evinson. Una pieza trabajada con música original de Daniel Papell. La pieza está construida como un diálogo entre el sonido y el cuerpo. Parte de una fascinación por el fenómeno nacionalista, que le sirve de nutriente a Soren para enarbolar su propia estética.
Tengo imágenes en la retina muy precisas de la tarde que vi la pieza en Antic Teatre. Soren arrodillado, Soren animalizado, Soren frente a un espejo, Soren enarbolando una bandera, Soren cantando. Son imágenes inconexas que funcionan como diapositivas de un viaje del que regresé agitado. Era julio del 2019. Ahora, casi dos años después, A nation is born in me se verá en el hall del MUSAC. Hay ganas de ver a Soren ocupando ese espacio.
Recordar la obra de Soren me hizo recuperar este subrayado del brillante libro de Laura Llevadot: Jacques Derrida, democracia y soberanía.
Las lenguas que hablamos y con las que escribimos nos han sido, desde siempre, impuestas. Las lenguas nunca son nuestras y no son naturales, son del otro (…) Derrida nos recuerda que siempre somos presos de una violencia originaria y que optar por la resistencia a la dominación no es necesariamente eludirla. La única manera de resistir al dominio de la lengua que heredamos es hacerla pasar por una impropiedad, expropiarla, recordarle su origen mestizo y que nunca ha sido ni será un modelo hegemónico para nadie que piense, ya que es con la lengua como se piensa.
En un artículo publicado en Tea-tron, Roberto Fratini escribió:
“A Nation Is Born In Me pone en entredicho o “desobvia” la vitalidad política de la performance política, poniendo en entredicho y desobviando la eficacia política de la performativización de la lucha política. Porque si aún es cierto que esa lucha esgrime aspectos performativos, sólo una cultura radicalmente hipócrita y sustancialmente consensual puede deducir de estos aspectos el axioma de que la performance sea un formato disidente en sí, y de que la performance, como consumo cultural de la experiencia de la disidencia, pueda y deba convertirse en la más eficaz de las armas políticas. El único resultado político de la mayoría de las performance es asegurar a un público persuadido de ser progresista que también el artista lo es. Encerrada en este círculo mágico, que se resuelve en infinitas circulaciones discursivas, la disidencia, literalmente, se resguarda de la posibilidad de volverse real”.
En un artículo publicado en Núvol, la investigadora teatral Ana Prieto escribió:
A Nation Is Born In Me es colisión, interpelación herida e hiriente, brutal. A través de este personaje hecho de fisicalidad e ira, maquinal y intimidatorio, Evinson incide en el fascismo de un yo nutrido de odio – «Este odio no es un intruso […] Pido que todo lo que me rodea sea capaz de morir por mí «-. La criatura que saca a pasear a escena es alguien mucho más peligroso que Narciso, porque no está enamorado de sí mismo, sino de su odio. Al final, el ángel exterminador será también objeto de violencia, como un pájaro herido. O como un águila imperial convertida en presa, abatida por el mismo odio que la propulsa.
Nos vemos el miércoles 26 en León.
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