La forma es un solo de Anabella Pareja Robinson que se ha ido cociendo a fuego lento en los últimos años. A finales de 2018 vi una muestra de ese trabajo en el Antic Teatre de Barcelona. Entonces publiqué mis impresiones en Mambo. El trabajo ha seguido desarrollándose desde entonces (en La Caldera, también en Barcelona) sin repetirse nunca exactamente igual. Por eso espero con ansia su actuación el próximo viernes en León, una ciudad que, al igual que la mayoría de artistas de esta edición, la verá actuar por primera vez.
Comenzó la sesión Anabella Pareja Robinson, coreógrafa mexicana que desde hace poco menos de un año vive en Barcelona, a quien hemos ido siguiendo con gusto cada vez que ha ido viniendo por aquí para presentar sus trabajos en solitario o con el Colectivo AM. Anabella está trabajando ahora en un solo de danza al que ha llamado La forma. El sábado presentó treinta minutos de lo que, por el momento, es una investigación dancística que apoyó con textos proyectados en los que compartió con el público sus notas, apuntes, dudas, reflexiones e incluso las trampas que ella misma se descubre poniéndose a sí misma. Durante esos treinta minutos, Anabella, vestida con pantalón, camiseta y zapatillas deportivas, no dejó de bailar, la mayoría del tiempo en silencio y solo hacia al final con un breve acompañamiento de música electrónica. El texto proyectado hablaba del origen y la trayectoria del trabajo, los lugares por los que ha pasado, las numerosas veces que su trabajo ha sido rechazado, los ejercicios que utiliza en su práctica diaria, la temática que aborda, la forma, los caminos desechados y algunos de sus referentes: el Comité invisible o el Manifiesto hacker, por ejemplo. El despliegue físico fue considerable. Como ella misma señalaba en esos textos, últimamente parece mucho más fácil encontrarse con propuestas colectivas, en un momento en que lo comunitario y lo colectivo es lo que se impone, que con una persona creando en solitario un solo de danza. Tiendo a pensar que tiene razón, que esa es la realidad. Quizá por eso agradecí tanto que su propuesta se sostuviese en bailar sola, sin tregua, durante media hora, sin más añadidos que esos textos, que en el contexto en el que se presentaban tenían todo el sentido pero que no eran imprescindibles para degustar lo que sucedía en escena. “Volver a lo primario”, dice Anabella. Bendito sea lo primario, volver a la esencia para darse cuenta de que la danza, despojada de cualquier añadido, es capaz de conectarse perfectamente con nuestro presente, siempre y cuando esté en manos de alguien capaz de proponérselo. Cuando muchos han abandonado ese tipo de prácticas es un placer descubrir a alguien que insiste en ello sin que sepa a viejo sino todo lo contrario. El entusiasmo que Anabella siente por la práctica de la danza es contagioso. Si algo te da placer e insistes en practicarlo con una cierta continuidad, con una cierta dirección y una cierta consciencia de lo que haces, al final de ahí puede salir una especie de zumo concentrado, un néctar que otros serán capaces de paladear con fruición, conscientes también del valioso extracto que desprendes después de horas y horas de práctica con la ayuda de las más básicas y valiosas de nuestras herramientas: cuerpo y mente. ¿Una propuesta dura? Lo que es duro es ver a un grupo de bailarines mercenarios sudando para levantar propuestas en las que no creen porque ni quien las ha creado siente ya nada por ellas, solo sigue en esto porque es lo que le da de comer, en el mejor de los casos, o por el reconocimiento, el éxito, la moda, pero ya no por amor, si es que alguna vez llegó a sentir algo parecido. Yo prefiero pasarme horas enteras viendo bailar a Anabella Pareja Robinson, en completo silencio.
El viernes 21 de mayo en León. Entrada gratuita. Inscripciones aquí.