VERSIÓN ESPAÑOLA + Preludi Orfici / Marco Antonio Regueiro / LEAL.LAV

Cortázar y su gato, un punto de partida rarito para una entrada sobre la visita al LEAL.LAV de Marco Antonio Regueiro con Preludi Orfici. La imagen, sin nada que ver (o sí) vino sola recordando algunas cosas que vimos en el taller. Aunque ya he publicado sobre esto en La Opinión de Tenerife y Lagenda de Tenerife, en esta versión para TEATRON me tomaré la gran licencia de hablar de más cosas, como dice el título. Porque cuando uno escribe no solo dice sobre lo que escribe sino sobre el momento en el que lo está haciendo, ¿verdad Julio? Así que mejor no ignorar eso.

Nunca me gustó leer el reverso de los libros. Como un spoiler mal hecho, genera falsas expectativas. En el mejor caso se cumplen. En el peor, ni rozan el sentido del libro y uno entra en él incómodo, sabiendo que hay algo de lo que deshacerse. Los prejuicios funcionan fuerte.
Alguien viene a dar un taller a la isla. Se convoca a personas relacionadas con la escena y la creatividad, a escritorxs, antropólogxs… Al consultar, información del artista y la práctica que compartirá empiezan las pesquisas entre lo que uno imagina a partir de lo que conoce y lo que sabe que no sabe. Como leer el dorso de un libro. Preludi Orfici dice tener que ver con las láminas de oro órficas, milenario ritual funerario en el que se enterraba al difunto con coordenadas poéticamente apuntadas acerca del camino a seguir al otro lado, en oro, material resistente a la transición interdimensional, claro, con una apariencia como esta:

Es licito pensar… «¡Pero si yo soy actor! ¿Qué vamos a hacer?» Expectativa y prejuicio. Leer tras el libro preguntándose por el contenido sin percatarse que lo que se tiene entre manos es justo el propio libro, lleno de la huella del tiempo del que escribe, y de tiempo por descorchar de quien quiera leer, seguir indicaciones de oro a otro lado.

To read or not to read. Esa es la cuestión. Willy Shakespeare no podía imaginarse que en 2017 tendríamos el icono de Hamlet en su célebre monólogo con una calavera en la mano. No. Cuando Hamlet inicia su soliloquio está hojeando un libro. Lo otro es una tergiversación. Y va más allá de la imagen. Muchísimos montajes procuran alterar la pieza para poder mostrar eso en esa escena. Hasta Mel Gibson se hizo una peli que recuerda a Joaquín Reyes. Y eso pasa por cabezotas. O por no leer el libro. Por quedarse en la tapa. Si uno es fiel al texto, Hamlet comienza el monólogo leyendo, no como tú, que por no ahondar en el texto te quedas en lo superficial. Porque no ves…
Pero espera… espera… Espera un momento…
Entonces… ¿qué es esto?

¡Ni libro ni calavera! ¡Un saco de boxeo! ¿Dónde dice Willy que Hamlet es una mujer vestida de boxeador por el sastre de Marilyn Manson? ¿Qué parte me he perdido? O qué parte de texto se ha perdido aquí…

Me gusta el teatro desde joven. Como Sonic Youth. O como los pistachos. Procuro ver de todo. Recuerdo un Hamlet multidisciplinar de Juan Diego Botto. El fantasma era un vídeo. Hamlet parecía dudar si ser Juan Diego o no. Eso justificaba el monólogo. José Coronado hacía de Polonio. Un montón de señoras le aplaudían fuerte. No se si conocían la obra, pero las intervenciones de Coronado eran lo más multidisciplinar. Fue curioso verlo. Admiro a la gente que se lo curra.
Recuerdo a Blanca Portillo. Me hacía gracia en Siete Vidas. Me cayó bien en entrevistas y en persona. Me llegó a fascinar aquel tándem suyo con Tomaz Pandur. El estilo de él. La potencia de ella. Su conexión mutua, invisible pero casi palpable en escena.
Por eso mientras Marco Regueiro nos iniciaba en Tenerife no sentí rabia al leer cada nueva noticia sobre el matador monotema Matadero. No sentí que se formaban dos bandos y que un profesional a quien siempre admiré se iba al otro. No. Sentí una profunda decepción. Y una tristeza tan grande que me tuve que obligar a parar de sentirla. Sentí que alguien me decía que las arquitecturas de Numen para Tomaz Pandur y toda su cuidada estética no valían un pimiento. Que todo ese tinglado se montaba ahí por lo importante: que había un texto. Noté la pena honda de que alguien (o álguienes) estaba leyendo solo el reverso del libro queriendo darme lecciones sobre su contenido.

Versión española del texto de Hans.

Hay libros y libros. Este lo publicó Hans Thies Lehmann en 1999. Es interesante leerlo también por dentro. Porque Hans no plantea un ensayo para una vanguardia escénica (no se lo que será) o un manifiesto de cómo debe ser. Lo que hace es recopilar lo que ya se hacía y clasificarlo para comentarlo. Pero mucha gente se enfadó con el libro y buscó otra gente a la que sí le gustara para descargar su ira.
Aunque el problema en Alemania no fue grave, Hans fue previsor. Sabía que España no lo editaría hasta 2013 por lo menos. Ganó tiempo y nos hizo una versión más digerible, evitando una nueva guerra civil artística y un fracaso editorial. Con el alboroto, nadie notó que en nuestra versión light el título cambiaba.
Pensemos que si entonces discutimos sobre si la escena debía ser así o asá en base al librito, estábamos teniendo una discusión con cuatro años de retraso. Pero además era una discusión estéril: la obra cuenta de dónde viene, no nos habla de hacia dónde ir. ¿Tenemos tanta sensación de haber muerto ya que necesitamos una guía externa que adoptar o rechazar, como una lámina órfica? Digo, ¿el teatro que hacemos está vivo? Hans fue listo. En España necesitamos drama.

Mientras la gente grita, se descalifica o se une en contra de otra creyendo que así se fortalece, sin ver que eso es dividir y fracturar, nosotras somos otras personas que nos ponemos manos a la obra, en manos de la obra, que comprendemos que estamos decidiendo confiar y atrevernos. Mientras la gente esgrime biblias no leídas, nosotras accedemos cada vez más a algo que sintoniza con la tradición oral, de obligada toma de tiempo y entrada en un profundo nivel de escucha.
Somos un grupo sin identidad conformado por cuerpos puestos en disposición de algo que ocurre. Y a la vez no dejamos de ser escritores, bailarinas de ballet y contemporáneo, actores experimentados y experimentales, videoartistas, estudiantes de bellas artes, de varias procedencias y nacionalidades, autóctonos y migrantes.Compartimos la diversidiversidad y la incertidumbre de no saber dónde estamos yendo cada día. Y si alguien encuentra una certeza, Marco le ayuda a disolverla. Como a nuestros cuerpos, nunca nos abandona en una yerma seguridad. En Preludi Orfici, Marco invita primero a explorar el propio cuerpo. Manipularnos en pareja se hace rutina. Movilizar al otro para luego entrar en su cuerpo, sentir la presencia y densidad de un fémur dentro de la pierna, la plasticidad de rotación de los músculos que se expanden, dejando avanzar un dedo en busca de un hueso dentro de un cuerpo yaciente (un yacimiento).Marco sabe pero no sabe que en esa manipulación meditada sus guías son concisas como un bisturí pero plagadas de poesía. Y donde se diría «mueve su pelvis» se nos indica que accedamos a al gran molusco, esa concha que guarda una perla. Y sin darnos cuenta la rutina se apodera de nosotras: el taller es un rito de paso.

Lo trabajado en el LAV ha sido un acercamiento al cuerpo, su memoria y la de su movimiento. En un sentido expandido, donde el propio cuerpo es a su vez memoria de nuestros ancestros. Código genético traspasado como herencia. Lo que hemos trabajado es absolutamente pequeño. Como performers hemos puesto la atención en algo tan mínimo como lo hace un científico al estudiar una célula o un átomo. De la mano de Marco, y también con algún empujón suyo, hemos descendido ahí como se desciende a los infiernos, de donde, si se vuelve, es siempre regenerados. Por eso al «salir» y estar en escena, de lo micro a lo macro, la escucha está potentemente resintonizada. Cada cuerpo conectado consigo mismo es un canal para el circuito que forma el grupo. Y en esa red puede sostener la magia. Y una sala llena de humo hizo aparecer nuestras ánimas en un portal barroco hacia otra dimensión. Cuando la confianza se asume con todas sus consecuencias comienza a llamarse fe. Y solo con ella pudimos atesorar otra cosa que Marco nos traía:

Aceptar el reto de enfrentar el propio vacío. Contemplarlo y dar un paso hacia él, con miedo incluso. Caer, si es preciso. Darnos esa oportunidad. Aparecen el abismo, el olvido, la duda, incluso el agujero negro. Ahí nos invitó a entrar. A una dimensión sumamente íntima pero colectiva, nueva y ya habitada muchas veces. Ese otro lugar donde se llega por primera vez con una inscripción en una lámina de oro como única guía.
Retomando el juego de antes, si existiera un Teatro Predramático de verdad, sin duda hemos coqueteado con él. Un teatro anterior al agón y por tanto al diálogo. De ese momento en el que danza y teatro no existían: eran una misma cosa movida por los cuerpos que el fuego iluminaba. Artes Vivas. En lo que Marco plantea hay también una distancia. Nuestra lámina de oro dice que podemos transitar del actor al performer. Que un gesto de llanto evocará el llanto. Las posiciones en el espacio miradas por el público harán el resto. También hay un juego de arquetipos. Una cara se pinta de oro y aparece una diosa. Cuatro cuerpos se juntan en ejército. Lo arquetípico como aquello ajeno al tiempo, donde da la sensación de que Marco tiene una segunda residencia desde la que a veces nos habla.

En un capítulo de Rayuela, creo que un personaje se quedaba sin luz en casa. Pensaba a tientas cómo se alargaba su mano al interruptor. Esa mano acostumbrada a accionar el picaporte, abrir un grifo, una libreta. Gesto aprendido. Pensaba que antes esa misma mano estaría hecha a blandir una espada, a sostener una rienda. La arcaicidad de nuestros cuerpos, trasvase milenario de un solo cuerpo heredado que no sabemos que somos.

En Tenerife, en Barcelona, en Valencia noto que salgo corriendo de discusiones de gente sobre un teatro convencional vs otro supuestamente más experimental. Unos enfrentan la validez de lo de los otros, lo cuestionan y se enrocan en un «pues no te entiendo», o bien «tú no entiendes». Una amiga guiri que hace performances me pregunta por teléfono qué les pasa a mis amigos. Desganado, sin saber explicarlo ni en castellano, chapurreo en inglés: «¡Es que en este país la gente discute de esto!». Y me doy cuenta de lo frescas que tenemos las heridas. Que hay fémures en las cunetas donde nuestros dedos no entran. Que éramos dos bandos anteayer. Que nos estamos poniendo a prueba, a ver quién salta, si hay cojones de pelear. Porque no se contempla una vía no heteronormativa. Y veo que nuestro autobús transfóbico está hecho de lo mismo que la indignación ante la gala Drag Queen de Las Palmas. De lo mismo que nuestra guerrita escénica. Justo ahora. Ahora, Madrid. Ahora que estábamos todas en este «no pasarán», unidas por un cambio. Ahora, con una nueva fractura. Ahora sí que podemos ser ciudadanos.

– ¡Oh, cuando un arte está más allá del tiempo, qué vacíos resultan los discursos de los hombres! ¿Verdad, Yorick?
– Sí, Alteza, pero yo, como republicano…
– ( Madito payaso ).

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FOTOS : Expolio variado de internet.
– Taller / disparos improvisados con mi móvil.
– Preludi Orfici, muestra al público / Nuestro siempre oportuno Javier Pino.
– El Teatro predramático no existe. Son los padres.

 

 

Oficio y experimentación / Javier Vaquero / LEAL.LAV

Salgo de la isla con prisa, sin tiempo a asimilar que me dirijo a L’Estruch para encerrarme a trabajar en The Lieder, proyecto de Javier Cuevas y Sara Serrano donde estoy involucrado del que ya he hablado (y en más cosas que ya contaré). Sin tiempo de asimilar lo mucho que acaba de pasar en Tenerife, cosas que siento que quedan arraigadas tras de mi, que como semillas que germinan estarán echando raíces cuando vuelva. Otras que siento que invisibles persisten resonando en el cuerpo (lo noto en el avión, donde apunto algunas para hacer esta entrada antes de caer dormido en algún lugar sobre el mar, en medio de la nada). Antes de viajar escribí una nota para el periódico sobre la visita de Javier Vaquero al LEAL.LAV, muy cortita si se tiene en cuenta toda la actividad que supuso. Me apoyaré a ratos en ella para escribir esta otra cosa. Allí decía que…

…el paso de algunos artistas a veces produce algo que va más allá de lo previsible, más de lo que un programa contiene. Y que su visita fue intensa, reveladora y nutritiva.

‘Lo innombrable’ titula el taller que Javier compartió con nosotxs durante dos días en la Sala de Cámara del Teatro Leal. Un trabajo intensivo, agradable y revelador que sí, se hizo corto, porque lo era, pero que hubiera resultado corto también de extenderse una semana. Porque…

…el taller no toca directamente los materiales de la pieza, pero entra en el modo o uno de los modos de concebir el cuerpo en escena por parte de Javier, la relación de los cuerpos entre sí y en el espacio mediante principios básicos como copia, repetición, versión, apropiación o variación. Pero lo de básico lo digo yo, que no soy bailarín y puse el cuerpo en juego en eso. Y lo hago con la mejor intención. Que sin perder un ápice de finura y rigurosidad, Javier nos supo llevar jugando en un viaje grupal a la base de un sistema que tomando la copia a tiempo real de las formas producidas por los cuerpos de los demás, abre un universo de posibilidades para la entrada de formas de movimiento inusitadas en el propio cuerpo y en el cuerpo colectivo. Y al trabajar e insistir en ello, entreabrir al menos esa puertecita a lo innombrable, a algo ancestral o puro que el cuerpo conoce antes o más allá de que el intelecto consiga interpretarlo. Un espacio de conocimiento en movimiento del que quisimos más…

…que supuso una suerte de introducción mínima al trabajo con estas herramientas pero que una vez experimentado hace sentir las ganas de entrar de lleno en su universo. Ojalá (invoquemos desde aquí) podamos hacernos un curso entero de esto en lo que ya nos involucramos. Porque esta es una de las semillas que quedan agarradas a la tierra a las que me refería. Y es que la metáfora de la semilla viene muy bien: algo muy concentrado que contiene la potencia de una planta y sus frutos, si se la cuida. Al disponernos generosamente a compartir, quedan entre manos unas herramientas comunes, se aprende a usarlas y se aprende también que el modo enseñado ha sido solo uno de los posibles, un modo bueno para iniciarse e ideal para pervertirse, transformarse y reinventarse. Herramientas para el movimiento del cuerpo, para la danza, para el estar juntxs, para la observación del natural y su intervención, para la generación de imágenes, para obtener información de los otros cuerpos o poner el propio cuerpo en disposición de lo que esté pasando… Herramientas Creative Commons en sí mismas que no dan el alimento, sino posibilitan labrar la tierra.

La segunda de estas semillas cayó en la tierra fértil de nuestro querido Equipo Para, que tantas veces nos hace de casa para actividades paralelas. Esta vez fue…

…la presentación del libro ‘Cuerpos Achorados’. Me gusta pensar que achorado podría ser una versión autóctono latinoamericana de kinky, que yo uso mucho. De este modo, cuerpos achorados sería algo así como cuerpos akinkados, o también cuerpos atravesados, si lo pensamos en canario. Lo achorado es lo chungo, lo freak, lo gamberro, lo no catalogado, lo amenazante. Lo vamos aprendiendo reunidos en el Equipo Para, donde tenemos una conversación en la que Javier nos cuenta cosas como que ésta es una obra que recoge los comentarios posteriores a una serie de charlas sobre danza realizadas en Colombia, donde reside hace ya un tiempo. Charlas planteadas en un primer momento como algo natural, casi como algo lúdico y necesario en su entorno más cercano, por curiosidad y necesidad de compartir conocimientos…

Pero casi si querer cosecharon éxito, la gente quería más, salieron de la pequeña biblioteca donde nacieron, convirtiéndose en algo más grande de lo esperado. Ahí llegó el momento de trabajar para no perder la escencia fresca y un tanto punky, por contracultural, que las había caracterizado. Y así fue. Aún en el libro, donde cualquier texto tiene que enfrentarse a los estándares de la ortodoxia, al trato con la institución, a la burocracia, se mantiene por completo la sensación de texto instantáneo – que no poco elaborado – de apunte rápido, la inmediatez de mensaje recién enviado. Un texto que es un meta – meta – texto, pues habla de lo que se habló y a la vez que trata de los temas de las charlas parece contar en tiempo real cómo está siendo escrito. Sus capítulos…

…ahondan en la política en torno a la danza, y a la danza como acto político en sí, ofreciendo visiones y revisiones de los feminismos, la historia y su enfoque occidental – colonial – capitalista – heteropatriarcal… Un texto que baila (atención a su edición y el modo en el que las palabras y los párrafos se disponen para significarse) y que es como una perla: corto para una temática tan extensa, pero donde la organicidad de su composición, capa por capa, ha dado forma a ese preciado núcleo. Y atención personas interesadas en Tenerife, que En el propio Equipo Para pueden consultar un ejemplar y pedir información para conseguir uno propio. Yo tengo uno. Y es muy bonito:

Después de contar todo esto tan intenso casi se olvida que Javier estuvo con nosotros para hacer una pieza escénica. Y es que sobre ella se podrían escribir muchas cosas. Me da un poco de rabia haber sacrificado tanto espacio y estar tan ajustado para decir cosas sobre la pieza, pero por otro lado creo que está bien, que a veces tendemos a hablar más de «lo espectacular» que de «lo otro» y cada día compruebo más y más que lo escénico es una cosa transfronteriza, que ocurre también en los escenarios, pero muchísimo a sus alrededores y antes y después de ellos. Me quedo pensando que mientras uno se plantea todo esto, al final un señor pide un café y abre el periódico el martes en Tenerife: Deshaucios, deportes, sucesos y una foto y un texto sobre la obra que dice solo que en…

…’Danzas Primitivas’ se concentran años de trabajo de Javier. De juntura de experimentación y oficio. No se si se ve, pero se palpa. Su desnudez es total en su entrega. Su cuerpo, como en un antiguo ritual, va vestido con la pintura que señala las articulaciones de su cuerpo. Un cuerpo subrayado que se mueve ante nosotros. Se deja ver. Expande el tiempo o bien insiste en el movimiento hasta agotarse y encontrar en el exceso una pérdida de control desde donde mirarnos y e incluirnos.

También me planteo que esto puede ser muy insuficiente. Hasta qué punto seré clasista y hasta cual inútil al resumir tanto lo dicho sobre el trabajo de Javier para todos los públicos, ampliándolo sin embargo aquí, donde quienes leen ya saben más que yo de lo que escribo. Y pienso en qué más podría hacer alguien que pretende ser un pequeño Robin Hood que le devuelva la performance al pueblo. No se. Voy a poner unas fotos.

Por las cosas inesperadas de la vida veo a Javier hacer  su curro desde la mesa de sonido. Desde esa perspectiva rara y entre dentro y fuera de lo que veo, veo también al público mirar, y cómo mira. Cómo se relaciona una persona, escondida y arropada por el conjunto de los demás, con un cuerpo que de entrada, en un sacrificio sin dolor, se ofrece por completo, se deja mirar. Un movimiento ritualístico largo de recogimiento y posterior expansión llena el silencio que se hace denso en la sala, generado en conjunto. en el nos centramos para ir paseando los ojos por el claroscuro de la escultura que late ahí delante. Y es justo entonces cuando eso se rompe.

Cuando venimos a darnos cuenta, eso en lo que tanto nos costó entrar y donde empezábamos a acomodarnos ya no es sino parte del pasado. Una explosión de sonido (que sale de escena, pero también de debajo, de detrás de las butacas) nos sumerge por completo en un directo de Daft Punk, que evoluciona como la luz fucsia que nos ilumina para terminar en un delirio techno con el que el cuerpo de Javier baila para jugar a encontrar algunos límites, bordearlos, traspasarlos. El techno como música chamánica electrónica, como llamada a una danza libre y colectiva. Tal vez tan inundado de referencias que sin pensarlas, solo mirando, nuestros culos se menean en la silla y estamos volcados, inclinados hacia el linóleo, casi bailando con ese cuerpo en escena que vamos conociendo y poco a poco es nuestro, como si lo hubiésemos elegido entre todos, como si por un momento funcionara que nos representen.

No se si estoy diciendo gran cosa con este montón de sensaciones mal ordenadas. Se que no son todas, se puede seguir hablando más y mejor. Pero antes de despedirme diré que me llamó la atención un público en su mayoría muy atento y volcado en la propuesta, capaz de estremecerse un poco cuando Javier se descalza al final, a pesar de haber hecho todo el trabajo desnudo, como si al descalzarse la fragilidad de esa desnudez que ya era nuestra se volviera aún más vulnerable y quisiéramos cuidar un cuerpo que es parte nuestra.

Pienso que cuando alguien va a ver algo de danza diciéndose «yo de esto no entiendo nada, pero vamos a ver», encuentra cosas inusitadas, aunque acceda pretendiendo entender lo que ve. Tras todo el viaje recorrido junto a Javier Vaquero, ver otra versión de su entrega cantando a capella nos remató por completo. Y creo que aunque Danzas Primitivas «no cuenta nada», mucha gente salió de la sala con la sensación de haber entendido mucho, o de haberlo captado. De llevar algo atesorado, sin que importara ya si no hay nada que entender.

Vuelvo a casa tras un viaje largo, lleno de experiencias nuevas, un tanto accidentado también y lleno de potencialidades. En mi casa hay un jardín que reconvertimos en huerto y lo primero que hago al volver es una ensalada con las cosas que en mi ausencia han ido creciendo de la tierra. Con el cuerpo un poco achorado abro de nuevo lo que había dejado aquí escrito. Lo leo, lo corrijo y lo completo. Y como la semilla que cae, germina y alimenta, creo que es el momento de dejar volar esto para que caiga donde tenga que caer, que con el paso de todo esto nuestro entorno ha quedado bien fertilizado.

*** Las fotos tan bonitas de Danzas Prmitivas en el LAV salen de la mirada curiosa de Javier Pino, nuestro fotógrafo particular.

Contorsionar conciencias / Cherepaka / Nadere Arts Vivans / LEAL.LAV

Descolgarse. Girar sobre uno mismo. Son las primeras formas de alterar la conciencia que encontramos. Y las usamos. ¿Son los colores los mismos para cada cual o nombrarlos es una convención? Sepultados por educativas respuestas olvidamos la alegría de preguntarnos por las cosas. Luego crecemos y votamos cada cuatro años muy lejos de la sabiduría de aquel candor cuyas brasas siguen vivas sin embargo bajo cada catástrofe. La niña que pende hacia atrás desde un columpio mira el mundo hasta que toda su familia camina por un techo de hierba, colgando hacia el cielo. Es esa niña la que sobrevive dentro y quien nos mira a los ojos en Cherepaka.

El pasado viernes 20 de enero la compañía canadiense Nadere Arts Vivans compartió una función especialmente emotiva: última escala en España de una minigira que ha pasado por Barcelona, Palma y Murcia y que en La Laguna ha servido para abrir por todo lo alto la programación del LEAL.LAV. Andréane Leclerc, contorsionista, performer de la pieza y fundadora de la compañía, nos cuenta en rueda de prensa cómo propone exponer la finura de su trabajo más que mostrar los conocidos trucos de este arte, adaptando sus recursos a un lenguaje contemporáneo en estrecho diálogo con el sonido y la luz en escena para sumergirnos en un ambiente contemplativo. Pero a partir de ahí todo se da la vuelta y el lenguaje ya no funciona. Como asistentes a un rito desconocido, la cosa se juega en la tensión de miradas ante el abismo que se nos abre, sabiendo de ese animal que desde allí, retorcido, buscando su forma, inevitablemente acecha.

Y aquí me parece bueno hacer un inciso. Pienso en los prejuicios y cómo funcionan. Los que se tienen respecto a nuestra profesión. Y los que tenemos dentro de la propia profesión hacia quienes trabajan… mmm… por ejemplo, títeres, el payaso, o hacia quien dedicado al teatro social termina dedicado a algo en latinoamérica o en la asociación de vecinos de la esquina. Incluso hacia esa bailarina que un día «dejó de bailar» y ahora está haciendo esas cosas conceptuales. Prejuicios hacia el muy ortodoxo, por serlo y por clasicorro, pero también hacia el conceptual, por elitista o modernawer. Prejuicios como una cesura interna antes de hacer lo que quiera que dentro de nuestros cuerpos está deseando hacerse, pese a nosotras, endebles personitas, del mismo modo que a uno le da por pensarse dos veces si publicar o no un tweet, tal y como está el patio. Y todo esto porque lo que vino a La Laguna fue un espectáculo de contorsionismo. «¿En serio?», hubo quien preguntó. Pues sí. Y tanto, que casi exclusivamente. En mi vida había asistido a uno. Las cosas cercanas que he presenciado tienen que ver más con la idea que tenemos de circo. Y al decir circo contemporáneo hacemos un triple salto mortal de ideas del que no siempre se cae de pie, porque, sin quitarle mérito o dignidad, suelen ser piezas bastante tradicionales maquilladas formalmente de frescura. En el mejor de los casos esa contemporaneidad tiene que ver con algo técnico, el uso y muestra de nuevas acrobacias y trucos en cada una de las disciplinas que le dan forma. Y aquí ocurre lo o opuesto. Imagina: Saca a una contorsionista de un circo. Trabaja un par de conceptos hasta hacerlos trizas, a saber, la obra pictórica de Francis Bacon por un lado, por otro la muerte de una tortuga. Baraja los pedazos y ordénalos dramatúrgicamente. Pasa esos materiales al cuerpo. Haz que la contorsionista los ejecute de manera impecable y con una pasión comedida. Añade incluso una pátina de interpretación a eso que hace. Coloca su cuerpo sobre una tarima circular con ese vestuario tan adecuado que le han hecho, entre minimal y steam punk, y con el que está tan cómoda. Haz que toda la luz converja en la tarima y deja un rectángulo trasero para hacer contraluces. Y no te olvides de sonorizarla también, de modo que puntualmente, sobre la ambientación sonora inquietante y enigmática que has hecho, los sonidos de sus movimientos puedan mezclarse a la banda sonora de la pieza. Ea, ya lo tienes. Una pieza con el contorsionismo puesto al servicio de otra cosa, pero a la vez mostrándose a sí mismo, lenta, a veces casi sádicamente, con un nivel de intensidad y exposición capaz de hacer vibrar y converger el espacio a su alrededor. 

El público que llena la sala encuentra sobre el escenario del Teatro Leal la misma tarima circular sobre la que trazaría un retrato Francis Bacon, a quien ya hemos señalado que Cherepaka homenajea claramente.

Ya en nuestro lugar, Andréane, de espaldas, tiende su cabeza atrás para recorrer con extrema lentitud, una pincelada de carne, cada centímetro que le llevará a tender la cara entre sus pies, aún arraigados en el suelo. Con ella, el tempo en Cherepaka es lento hasta disolverse, apoyado por una ambientación sonora rota solo para traer un eco de pájaros lejanos donde la intérprete limpia el lienzo, vuelve a ser bípeda. La oscuridad se la traga y comienza un nuevo ciclo de penumbra. Tenemos que esforzarnos para dilucidar qué cuerpo aparece ahora poco a poco ante nuestros ojos. Porque pese a la pintura de Bacon, aquí se nos expone una escultura viva completamente desnuda, entre su naturalidad y su angustia, abierta ante nuestra anodina normalidad, obligando a que sean nuestras miradas las que deban  realmente retorcerse, cuestionándose a sí mismas.

A veces soy simplista y bruto adrede como un juego con el que apuntar a lo esencial de las cosas. Por otro lado, desde pequeño siempre me apasionó Bacon hasta el punto de la obsesión y me gusta decir que lo icónico en su obra es el suelo circular, el rectángulo del fondo y la mancha-carne. Como en toda pintura tan matérica, la mancha lleva implícito el movimiento del pintor, aunque en Bacon la mancha es también carne desplazada, el movimiento de un cuerpo expuesto en la nada (tal vez ante). Y en Cherepaka asistimos a la muerte o la supervivencia lenta de una tortuga que es todo cuerpo vivo, aferrado a sí mismo, una pintura presente. Y si Bacon con sus trípticos nos abría casi espejos colocados en torno a su tarima para que como voyeurs estuviéramos más adentro de sus escenas, aquí no podemos escapar a esta circunstancia, compartiendo la agonía y la belleza de un cuerpo que escapa a nuestra capacidad de medida.

Como la niña en su columpio, desde la silla todo permanece tanto tiempo dislocado que lo normalizamos, y su pelvis lo rige todo, su cabeza es un apéndice o bien desaparece y ya no sabemos cuántas extremidades tiene cada vez. Ese tiempo y la insistencia hipnótica en una imagen convierte el cuerpo de Andréane en insecto, en reptil, en crisálida, en algo que trata irremediablemente de nacer. Ojalá, en nombre de aquel fuego, nos ocurra lo mismo este año.

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NOTA :
Un extracto de esta entrada fue publicada inicialmente en La Opinión de Tenerife, un nuevo espacio para las cróncias de Unknown Pleasures que queremos agradecer desde aquí. A partir de ahora el periódico publicará notas como esta tras las actividades del LAV que harán de germen o punto de partida para las crónicas, expandidas en el espacio de este blog y el homónimo de Lagenda de Tenerife.
Las imágenes de esta entrada, obviamente, son todas de Cherepaka y de Francis Bacon, excepto la primera, que es una licencia que me he permitido al tunear La Paciencia, de Carlo Dolci.

VIDEOMATÓN_6: Laila Tafur + Carmelo Fernández

Una temporada nueva en el LEAL.LAV trae un nuevo VIDEOMATÓN de Unknown Pleasures, el formato que usamos para espiar con cariño a quienes nos visitan. En este caso aprovechamos un descanso en la residencia artística que realiza Laila Tafur con el acompañamiento de Carmelo Fernández para compartir una conversación entre ellos en nuestra Sala de Cámara, donde dan forma a EL MONSTRUO, la que será su próxima pieza escénica y de la que podremos ver una muestra en proceso el próximo DOMINGO 29 a las 18h en el Teatro Leal La Laguna.

Retronotas_3 / El ejercicio del Amor / Carlota Mantecón + Jesús Rubio

Esta ‘retronota’ pertenece a una crónica escrita para Lagenda de Tenerife tras el estreno de la pieza (noviembre de 2015) en el Teatro Guimerá. He decidido reenlazarla aquí literalmente. Es curioso ver cómo los materiales de un mismo trabajo evolucionan tanto que se acercan mucho más a sí mismos. Y cuando digo eso creo que no solo me refiero al trabajo de Carlota Mantecón y Jesús Rubio, sino a mi propia experiencia como ser vivo que mira cosas fascinado.

«Jugar a imaginar tal aglomeración de esculturas que ya solo pudiéramos percibir el cuerpo».

Así, con un título más largo que un día sin pan iba a empezar esta entrada. Luego he cambiado de parecer por esto de la utilidad. Un título es de esos lugares donde un recorte puede venir bien cuando no se ajusta, cuando no es justo. De resto, a las piezas que conforman eso que con la boca llena llamamos la Cultura habría que dejarlas intactas. Deshacernos en su lugar de los dueños de las tijeras, que normalmente no las comprenden o ni se interesan en ello, por tanto, no se ajustan. Pero como las palabras siguen siendo gratis y nunca vienen solas, no solo mantendré la frase larga, sino que haré un despilfarro y añadiré la imagen que la acompaña. Una no es anterior a la otra. Ah, por cierto, esta parte sirve para hacer libre asociación. Yo lo he hecho y me lo he pasado bien:

El ejercicio del amor

Ahora me tiraré el rollo de que este es uno de los cuatro análisis de la belleza que realizara nuestro amigo William Hogarth en pleno siglo XVIII. Abigarrados y misteriosos, con toda la mala leche o el sarcasmo, si se prefiere, en sus grabados esa parte ácida es muy importante, como si gracias a ella se elevara el discurso presentado entre líneas de la mera exposición a un lugar de fresca lucidez donde el que mira puede acceder al código que se le presenta también desde una leyenda icónica, y usándola interpretar la imagen con libertad.

Porque el marco que precede la imagen es un damero sistemáticamente dividido, con una variante graduada, entre otras cosas, de la curva serpentina, junto a dibujos de objetos donde ésta está presente: un corsé o el propio rostro humano. Según la S de la línea se pronuncia menos o más los dibujos que la contienen pasan de lo anodino de un simple monigote al paroxismo de lo grotesco, como ocurre en las versiones extremas de los corsés, incomodísimas: una extremamente plana, la otra demasiado curva. El marco abre una perfecta perspectiva canónica donde personajes ilustrados (en los dos sentidos) estudian esculturas clásicas. Libros gordos abiertos con apuntes. Torsos de mármol colocados de espaldas frente a un señor muy moderno y estirado que se relaciona desde su dimensión humana con la escala de un cuerpo griego de piedra y su curva praxiteliana. Y Venus desnuda eternamente entre tanto desorden masculino y académico. Muy al fondo, el grupo del Laocoonte dentro de una pirámide de tablas, usada para sacar sus medidas, que es que estamos inventando los manuales y resulta tan necesario copiar a los clásicos.

El ejercicio del amor

El ejercicio del amor es el más que afortunado título del último trabajo de Carlota Mantecón y Jesús Rubio, pareja de bailarines, coreógrafos y amigos cuya relación se consolida en los tres sentidos tras haber mostrado semejante trabajo el pasado viernes en el santacrucero Teatro Guimerá. Allí nos convertimos en un público un tanto desubicado, subidos al escenario para estar a pie de linóleo, aunque algunos lo vieron desde el palco, abierto para que cupiéramos todos. Sold out, gestores culturales.

Por mi parte, me he puesto a escribir y he empezado por lo fácil: mis asociaciones con lo inesperado. Pero, ¿qué le voy a hacer? Es muy complicado escribir sobre una obra a la que me cuesta llamar obra. Lo que Carlota y Jesús tienen entre manos, entre cuerpos, es una pequeña joya, valiosa, delicada y frágil que produce la curiosidad, la inquietud y también la incomodidad de ciertas miniaturas. Y aunque se supone que conocía un poco lo que iba a ver (tuve la suerte de olisquear algún ensayo), casi diría que me engañaron. Porque no es para nada lo mismo jugar a imaginar cientos de esculturas que verlas. Eso junto al cómo en la ejecución de esa aglomeración son factores clave que convirtieron este estreno en algo capaz de cambiarme considerablemente.

El ejercicio del amor

El ejercicio del amor es sobrio. Pero la potencia de esta afirmación está en que funciona igualmente si no pensamos la parte destacada de la misma como título de una pieza, sino como afirmación en sí. Por tanto, digamos ‘el ejercicio del amor es sobrio’. No puede serlo de otro modo. Entregarse y abrirse al otro no es sino eso, dos verbos interconectados. Y aunque es enorme, no es nada más. Y sobre este doblez de significaciones juega lo que entre Jesús y Carlota presentan y mantienen, eso que a veces se les resbala, lo que mueven entre ambos para que sean nuestra mirada y escucha las que bailen.

En escena: linóleo blanco, luz general y silencio total. El cuerpo de Jesús que entra y mira, y nos mira como si fuera la primera vez que lo hace para empezar a moverse, despacio, de manera fragmentada, tal vez solo una articulación por movimiento. Y hacernos ver así que el ‘como si’ es nuestro y solo nuestro. Carlota llega. Se le acerca. Hace lo propio. Intentan acoplarse. Se desencuentran. Comienzan de nuevo. Cuando se han acoplado, cuando es ese cuerpo doble el que mueve casi una articulación por turno, como naciendo de sí mismo, de su propio encuentro, observamos ‘desde fuera’, como usando mirada ‘más global’. Vemos que los dos van vestidos en distintos tonos de gris. Que efectivamente, la propuesta es esa. Y ya está. Y que en lo que le hemos dado permiso a esa mirada externa hemos perdido la finura de la otra: la criatura doble Jesús-Carlota ha evolucionado. Ahora el movimiento tiene múltiples motores en su lentitud, pero la clave ha pasado a los apoyos de uno sobre otro y realmente no sabemos cómo han llegado a enroscarse de esa manera. Porque en lo que estamos viendo no hay una exhibición de formas. Digamos que es toda la pieza la que tiene una forma indivisible, y que cada una de las imágenes que encontramos es el accidente de haber mirado este momento del paisaje: Para nosotros, justo eso ahora. Para los cuerpos que vemos, la consecuencia de una decisión conjunta.

El ejercicio del amor

 ¿Hasta qué punto en esto que veo hay coreografía?, me recuerdo preguntando en uno de los ensayos, con ganas de saber pero también haciendo preguntitas incómodas para que ponerse a responderlas ayude a lo que se estaba gestando. ‘No hay coreografía / No siempre / A veces sí / Tenemos algunas pautas que…’ recuerdo escuchar. Por ahí nace otro cogollo de este trabajo. ‘El ejercicio del amor’ es una maquinaria que organiza pautas de movimiento conjuntas de una manera muy cuidada y precisa para que en ella quepa la apertura y la dispersión. Pautas que los creadores conocen pero que sus cuerpos, sorprendidos o desconcertados, encuentran siempre por primera vez, pautas que el que observa no siempre identifica, a las que han de plegarse y que generan la necesidad de una escucha constante, intensa e imprescindible, incluso cuando ésta se ha roto, o no incluso, sino sobre todo. Cuando llega el error. Cuando estoy caminando sobre tu espalda porque me ofreciste confianza y ahora no se cómo hacer para salir de aquí y encontrar lo mejor para los dos, así que voy a rodar hacia atrás y dejar que me pases por encima.
El ejercicio del amorCreo que la propuesta de Jesús y Carlota es arriesgada. Mucho. Pero digo creo porque para mí es preciosa. Y comprendo que en el conjunto de el público sea más o menos difícil entrar. Cuestión de gustos, de expectativas… Hay quien se remueve en su butaca contribuyendo a la banda sonora. No. No nos van a explicar nada. Las cosas no significan explícitamente. Ahora Carlota vuela sobre las piernas de Jesús. Pero es mentira. ¿Por qué he visto eso así y no que ahora Jesús soporta el peso de Carlota? Sea lo que sea, es ambos. Más mi intervención, con o sin palabras. Pero decía que todo es arriesgado. Desde el comienzo todo se presenta sobre un silencio denso, sin concesiones. Un silencio ensordecedor, a lo John Cage, pues no deja otra alternativa que escuchar. Pero ¿cómo podría haber escuchado la música en directo de esta pieza si me hubieran pinchado un tema? El pliegue de la ropa. La piel contra el suelo. Un chasquido de la madera. La respiración acelerada que recuperan en la renuncia o tras la consecución explosiva de una propuesta. Alguien tose. Los móviles que vibran. Todo. Estamos vivos y no hay otro lugar donde mirar que el espejo que Jesús y Carlota sostienen entre el placer y la dificultad, con la libertad del compromiso. Y de nuevo es arriesgado el número 2. Ante el 2 formado por un hombre y una mujer proyectamos la idea de pareja. Proyectamos Disney. Hollywood. Romanticismo barato y peligroso hasta la náusea. Tarde o temprano hay un click. Entonces vemos más allá o más acá. Dos cuerpos ejercitan el amor con toda su dificultad. Y nos conmueven en lo mínimo aunque nos cueste dejarnos, tras haber visto tanto porno. Cada movimiento es evidente, ocurre ante nuestras narices. Sin embargo, todo está velado. Y quiero recorrerles con la mirada, conocer algo del secreto de cómo hacer para estar juntos, ese sitio donde tanto me he equivocado, disfrutado y aprendido.

El ejercicio del amor

 Poco a poco Carlota y Jesús disparatan su propia propuesta. ¿No es eso lo que pasa cuando encontramos lo inesperado, que pintamos fuera de los bordes? Sobre la sobriedad gris cada susurro es un acorde, cada movimiento un posicionamiento. Hay un cambio de luz mínimo y amanece en la pieza. Las sombras se proyectan sobre el suelo dibujando huellas de este cuerpo doble que presenta en tiempo real su historia sin contarla. Quiero más luz. Luces de colores para ver como un cuadro de Ives Klein en lo blanco. Pero no. Que así lo sobrio me deja construir, igual que el silencio componer.

A todas estas, para despedirme, pienso que no he hablado de emoción igual que no he hablado de narratividad. Tal vez alojo mi parte de miedo a que el amor de verdad me toque (como si uno fuera un agente externo, como si cupiera la abstención). Miedo a que mi cuerpo sea también frágil y a la vez apoyo para otro cuerpo. ¿Y si por eso miro tanto lo que miro, lo sobrio, y no ese otro campo de emoción y narratividad que no dejará de existir porque no lo comente? Bien. Como ya dije lo que la propuesta tiene de maquinaria orgánica de pautas y forma conjunta, puedo escaquearme por la puerta de atrás sin que se note. Pero no lo haré.

El ejercicio del amor

 Emoción + Narratividad. Les dije a Carlota y Jesús que la pieza es como esa peli favorita en VHS que te sabías de memoria y no podías dejar de ver. Como un disco necesario, atesorado. Y aunque me obsesiono con mirar desde un témpano de hielo, mi calentamiento ha sido global. El sistema o práctica de Carlota y Jesús es una cosa diferente de la pieza que se va a ver cada día. Ese armazón móvil da espacio y tiempo para el movimiento conjunto. Y ahí está la magia. Miramos a través del visor de la práctica y vemos la pieza, un lugar donde son acogidas todas las relaciones del mundo. El viejo que cuenta un secreto al joven, la madre que lame a su cachorro, el brazo que levanta al herido, el amante que envuelve o aprisiona. Incluso el rival que empuja pero necesita del otro para tener sentido. Y uno que mira no puede más que temblar ante todas las relaciones del mundo en cronofotografías desplegadas una a una.

Epílogo.

El ejercicio del amor

Podría decir tanto sobre el triunfal y conmovedor final de esta pieza, moldeado como epílogo y a mi entender (o al de mi ritmo cardiaco) enormemente bello (palabra que no uso nunca y no se si me dará agujetas). Algo de nuevo muy difícil, porque en todo momento esa forma unitaria ya nos ha regalado imágenes y momentos estéticamente preciosos. Tanto que no diré más, que no haré spoilers, aunque no se puede cuando una obra comparte tanto con la vida. Solo decir… qué bien la separación de esos cuerpos. Qué bien Jesús caminando hacia el micrófono. Qué bien cada elemento que se precipita, inundando el fondo neutro al que nos hemos acostumbrado: La voz como una ráfaga de aire caliente sobre, ahora sí, la música, que lo envuelve todo, un cambio de luces como un travelling hacia atrás, en el espacio, que deja la escena lejos, lejos, fuera de campo a Carlota, no a su huella, un travelling hacia atrás en el tiempo de todo lo que hemos visto. Y la voz que dice todo lo que ha sido y todo lo que ha podido ser, no se, todo lo que es… todo lo que somos siempre, lo que no dejamos de ser constantemente, no se… no se. No se. Todo lo que es… no se, no se, no se… nosenosenosenose. Todo lo que es a través del cuerpo. Y seguirá siendo. No se… bajo la lluvia.

Imágenes:
Análisis de la belleza I, William Hogarth (1).
Fotografías por Roy Galán (2, 7 y 8).
Fotografías por Irene Zireja (3 y 5).
Cronofotografías, Muybridge (4).
Antropometrías, William Klein (6).

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APÉNDICE / LEAL.LAV
Al releerme recuerdo aquellos cuerpos que Carlota y Jesús eran en el estreno de lo que aquella pieza fue, superpongo sus imágenes a los cuerpos que vimos en el LAV recientemente, igual que hago con el conjunto de la pieza. Nada está en el mismo sitio, todo se ha recolocado y a la vez es como si cada detalle fuera más su propio germen. Y resulta que a mi espacio de recepción le pasa lo mismo. Y que fui un presuntuoso entrando a la sala creyendo que conocer el trabajo me haría verlo más desde fuera, como en un palco de hielo. Qué iluso. Tan ingnorante que aún dedicándome a esto de la escena tantos años no pude adivinar lo vulnerable que podía ser hasta verme afectado y luego ya incapaz de salir de allí de otra manera que completamente herido.
El espacio-tiempo abstracto que el trabajo plantea, circular o ilimitado, difumina sus aristas para que dos cuerpos aparenten ser inofensivos, como cada cuerpo aún no tocado, para que en lo informe, sin que nadie nos diga nada, nuestras sensaciones y memorias no puedan dejar de proyectar(se) en lo que ocurre. Y lo que ocurrió fue la implicación total de ambos performers, como sudando más, como arriesgando más, a veces retorcidos, a ratos casi feos, con esa fealdad del empecinamiento del amor por unir o no separar, esa casi fealdad de lo íntimo y su esfuerzo, lo que es raro que se muestre por la calle en un abrazo o yendo de la mano, lo que está en el amor y no se representa, como un agárrame fuerte, que un día moriremos pero por ahora siento miedo de estar vivo, como un tienes mis manos, o un apóyate en mi hombro, un no te soltaré-no me suetes, un quiero seguir contigo o un yo solo puedo empujar para que tú llegues.

Será que como llega en el teatro llega en la vida, inesperado, y al jugarlo de nuevo solo puede hacerse desde la desnudez de ese germen. Y ahí, de nuevo, sin más de lo que somos, no nos queda otra salida que mirarnos y recordar o reaprender que El ejercicio del amor es cruel. Y cuidado, puede ser devastador. Pero justo por todo ello, probablemente lo más necesario que ejerzamos.

Y ahora, fotos de Javier Pino que sabe captar mejor que yo todo lo que no se ve.

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Viernes, sábado… y domingo! / LEAL.LAV

VIERNES 10

Con el tiempo justo llego a esta entrada porque es imposible no informar de lo que se nos viene encima y de nuevo vuelve a alegrarnos el día a día. Muchos planes, algunos inesperados, alrededor del Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna. Tinerfeñxs, tomen nota, que aún están a tiempo y abróchense el cinturón:

Hoy, viernes 10 a las 21h, una gran cita, «Rublev, una paniconografía», la última y esperada pieza de Societat Dr. Alonso que vuelve a visitarnos a la isla, esta vez junto a Nazario Díaz, con el que la compañía se tropezara ya hace algún tiempo aquí mismo cuando desarrollaba la residencia de «El desenterrador».

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Este útimo trabajo estrenado por Tomás Aragay y Sofía Asencio quiere generar un repertorio de iconografías del cuerpo humano, y al mismo tiempo trabajar con el sonido y la escenografía como símbolos del paisaje. Un encuentro entre tres creadores fruto de un primer encuentro en LEAL.LAV que se materializa en esta pieza hecha para ser contemplada.

Andrei Rublev toma como punto de partida y título la película de Andrei Tarkovsky rodada en 1966, donde el pintor Andrei Rublev (1360 – 1427) realiza un largo viaje en la Rusia medieval para pintar los frescos de la catedral de la Asunción del Kremlin.

La obra del singular pintor, con su estilo iconográfico único, provoca en el espectador un impacto y recogimiento interior debido al uso de la perspectiva invertida, que nos habla del arte no como un retrato de la realidad sino como una realidad entre las realidades.

Dirección: Tomàs Aragay
Dramaturgia: Tomàs Aragay
Coreografía: Sofia Asencio
Creación e interpretación: Sofia Asencio y Nazario Díaz
Espacio escénico e iluminación: CUBE. SZ
Producción: Imma Bobé

Espectáculo co-producido por Temporada Alta y el Festival Alto de Vigo.
La Sociedad Doctor Alonso recibe la ayuda del ICEC y el INAEM.

Entrada 8€ / Si tienes 18 años entras gratis.

SÁBADO 11 – por la mañana

Por si fuera poco, Sofía y Nazario ofrecerán mañana sábado 11 a partir de las 10 de la mañana un taller de dramaturgias de la imagen (ojo performers, actores, actrices… y escenógrafxs, videoartistas, fotógrafxs…) La inscripción es gratuita y sigue abierta a través de LEAL.LAV

SÁBADO 11 – por la tarde/noche

PARA

He aquí una gran sorpresa. El paso de Societat Dr. Alonso siempre se deja notar. Sin embargo, si algo nos ha marcado a muchas personas es el trabajo con El Desenterrador. Por eso hemos acordado un encuentro para volver a desenterrar palabras en común, algo en lo que es tan bonito participar como asistir para presenciarlo. Nuestro encuentro para realizar «El Desenterrador de Palabras» será en el emblemático Equipo Para de Santa Cruz de Tenerife, a las 22h. Desenterradorxs! Dense por avisadxs y convocadxs! Allí estaremos, pico y pala, pala y pico, con quien se nos quiera sumar!

DOMINGO 12 – por la mañana 11h

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Y por si fuera poco, acogemos este domingo 12 la segunda sesión de SUN DANCE FAMILY SESSIONS, un proyecto de LEAL.LAV + Micromusic con el que la Sala de Cámara del Teatro se convierte por unas horas en pista de baile, aunando la mejor y más bailable música electrónica en un ambiente saludable para una matiné de danza en familia, entendiendo familia en su versión más extendida y divertida. Esta sesión combinará un calentamiento inicial para ponernos a tono con Teresa Lorenzo, y estará sonorizada por la mezcla rica de DJ WATTSRIOT. Un éxito asegurado para que bailemos jóvenes de 0 a 99 años con entrada a 3€ y gratuita para los menores de 18 añitos. A bailar todo el mundo, que al final la familia se disuelve y no se sabe lo que es, y es tal vez, un grupo de personas que hace una misma cosa junta, aunque sea por un momento. Y si dan dudas esta definición, echar un vistazo al vídeo de algunas cosas que pasaron en la edición anterior y la gran familia que encontró forma en ella.

Una entrada rauda y veloz a la que casi no he llegado y de la que salgo igualmente veloz porque tengo que prepararme para vivir todo esto! Besos a quien pueda leerme y si además de leerme estás en Tenerife… recomiendo no perdérselo por nada en el mundo!

VIDEOMATÓN_5 : Manuel Rodríguez

Compartimos un cafecito con un Manuel Rodríguez recién llegado a Tenerife, en el que nos cuenta cosas de su trabajo con LA VERONAL y sobre su solo ‘Screen Saver’, trabajo en el que nos invita a acompañarle este viernes 22 a las 20:30h en el LEAL.LAV.

Al mismo tiempo tendremos la suerte de disfrutar un workshop intensivo durante todo el sábado 23, de 10 a 18h. En él compartirá algunos de sus métodos de trabajo

Todo esto nos lo dijo en unaconversación larga de la que aquí sólo mostramos un fragmento, ya que lxs alunxs de Practicum en el LAV que conforman el programa ‘Esto va a estar bonito’ hicieron registro de la misma para darle forma a un podcast que se publicará próximamente. Un lujo poder meterse en el intrincado mundo bastante privado, e incluso íntimo, de los hilos que mueve y mueven a un artista en su proceso de creación. ¡Deseosos de disfrutar ‘Screensaver’!

¡Al cielo con ella! / ‘Somewhat Paler’ / Bárbara Sánchez+Jaime Conde / LEAL.LAV

¡Al cielo con Bárbara Sánchez! ¡Con Jaime Conde! Hasta con la pareja de alter-egos que han encontrado como broma que jugar en serio durante el proceso y que se ha hecho parte del proceso. Porque el proceso es todo, y en su intensa estancia por Tenerife Bárbara y Jaime no se detienen a enseñarnos eso, sino que nos hacen aprenderlo al encontrarse con nosotros, pues también lo están aprendiendo. ¡Al cielo, pues, con este proceso de gente bonita, afectada y que tanto se deja afectar! Proceso que incluye haber compartido los materiales del trabajo en la sala de cámara del Teatro Leal en un taller titulado acertadamente ‘Contemplación gozosa de la pena’. Un proceso del que ‘Somewhat Paler’ es otra parte, como la tesela de un mosaico mucho más vasto que el alcance de nuestra mirada pero que finalmente emerge sobre el conjunto, y es la parte a la que se le pone fecha, hora, lugar y hasta precio de entrada. Y emerge para que un grupo heterodoxo de personas asistamos a un acto que se basa en acompañar a la performer a través de un ejercicio de constantes cambios de estado, no todos agradables, no todos conocidos, no todos olvidados del todo, no todos identificables, con el desasosiego que eso pueda suponer. Y salir de ello con un estado general nuevo, revuelto, indefinible, sin duda muy distinto al previo y desde el que reconstruir tal vez una máscara con la que al menos tomar unas cañas.

colgadoComo viene siendo habitual, el pasado 7 de abril, 30 minutos antes de ‘Somewhat Paler’ tuvo lugar la conferencia performativa de ‘ESTO VA A ESTAR BONITO’, programa de Practicum del LEAL.LAV donde nuestro pequeño grupo de estudiantes universitarios expone ante el público ideas fundamentales sobre los artistas y su obra, a partir de la investigación realizada sobre los mismos. En este caso, Jaime se prestó a participar, haciendo una invocación por lo que estábamos a punto de vivir y tirando una carta del Tarot de Marsella. Nos salió el arcano XII, ‘El Colgado’. No me pondré ahora de ciberpitoniso ni nada. Solo decir que al contrario del yuyu que la carta pueda dar, importa su interpretación: este señor cuelga alegremente, casi juguetón, con los brazos recogidos en la espalda, casi en pose de descanso, al menos de no resistencia, aceptando la situación en la que lo han dejado o se ha puesto, que lejos de una tortura se vuelve una oportunidad de ver las cosas desde otro ángulo, en el que todo lo que está arriba se va abajo, y viceversa. Y en vivir eso es que estamos, dice la cartita. Ejem… (¡glups…!)

IMG_2240Bárbara espera que llenemos la sala en un determinado estado de partida. Porque de eso va un poco todo esto: de entrar y profundizar en diversos estados tanto como de parsimoniosas o abruptas transiciones entre éstos, pasos intermedios que son en sí nuevos estados preñados de matices.
Se de amigos jovencitos de nuestros alumnos que asistieron por primera vez al LAV. Se de quien aseguró no saber decir si aquello era teatro o danza, o si le gustó o no, pero que sin duda les afectó. Con la mirada puesta en un modo más tradicional y cómodo (y cerrado) descansamos a veces en la idea de ‘distintos personajes’ para hacernos entender o queriendo entendernos. Si dejamos de lado la exigencia impuesta de tanto coco y vemos que ante el cuerpo de Bárbara nuestros corazones entran ellos solitos en una montaña rusa inevitable, comprendemos en seguida que ese mamífero que me mira bajo los focos está haciendo una cosa muy bestia y muy anterior a la noción de personaje. Algo que si es primitivo, lo va siendo cada vez más, hasta que no se cómo poner el culo sobre el asiento. Algo que si desde el cuerpo empieza a aligerarse y estirarse, aligera y estira también el espacio y el tiempo y de repente… ¡hop! En las artes en vivo hay una cámara lenta orgánica. Y poco a poco otro algo comienza a pronunciarse diferente desde dentro de un confuso ovillo de carne. Lo noto y cuando me doy cuenta, en el lugar donde antes había un amasijo se ha ido dibujando una figura que se hace majestuosa por momentos, y empiezo a ver trasparentarse bajo la luz el mármol de la carne, de esta carne, viva y presente, la que siempre trató de atrapar la escultura clásica.
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Es aquí donde ocurren milagros a puñados. Que si antes no sabía dónde poner el culo, ahora una barbaridad de mirada nos clava con su aguja azul a los asientos, convirtiéndonos al público en una colección de insectos disecados. Así que mejor no moverse mucho, dejarse hacer por lo desconocido. Que lo que veo, lo que vemos, si nos dejamos verlo (porque hay que dejarse, dejarse ya en paz) es a la vez una virgen, una ménade, una sacerdotisa y una bruja que giran lentamente ante mis ojos. ¡Pero carajo, no es eso! Es la luz de las velas de la semana santa o de la hoguera en la tribu la que baila sobre la piel desnuda de Bárbara, de todas ellas a la vez. Y cuando el tiempo se hace tan denso que casi se oye, como si alguien hubiera abierto el grifo, se me caen dos lagrimones y me quedo de piedra, como una Medusa al revés ante esta Bárbara-espejo.

Pedro Mena2La PoupéeLos referentes son tan ricos y variados que tras la pieza apetece jugar a sondear lo que cada cual ha visto, lo que se le ha removido entre venus arcaicas y madonnas renacentistas, femme fatales y languideces casi románticas. Tanto hay en ‘Somewhat Paler’ que el dolor aflora como parece hacerlo de la madera tocada por Pedro de Mena, sin que las formas y sus tempos dejen de perturbar algo tan profundo e inexplicable como lo que remueve el erotismo visceral de las muñecas retorcidas de Bellmer. Todo un berenjenal de imágenes plagadas de lecturas. Lecturas femeninas (al servirse del cuerpo-medium de Bárbara) donde cada estado da espacio a la mujer que lucha, la que reivindica su cuerpo, la que sufre, la que ama, la que ansía, la que odia. Pero imágenes también del animal previo al hombre y la mujer, previo al lenguaje y al poder. El animal, la mujer y el hombre que somos todas. Y todos.anticristoTantas, referencias que hasta me arriesgaré a incluir una muy peligrosa, por cultureta, y sobre todo por inapropiada. Y porque no quiero ponerla. Que lo que Jaime y Bárbara están encontrando es muy bonito y este referente es feo y malo. Sin embargo… Mucho de ‘Somewhat Paler’ ocurre en un bosque imaginado. Un bosque a cuya linde viene a buscarnos ella, que nos tiende la mano para que nos atrevamos a entrar. Un bosque al margen del tiempo donde el relato de lo mítico es capaz de hacerse presente. Por eso el fotograma que he elegido, pese a pertenecer a la (in)olvidable peli ‘El Anticristo’ del von Trier, es éste y no otro: cero gore, nada escabroso, todo inquietante. En él una mujer doblega una naturaleza hostil al penetrar en ella. Porque ahí Charlotte Gainsbourg no es tanto su personaje como un algo de Lady Macbeth. Porque Bárbara no es solo ella, sino muchas: diosa y bruja desnudas en el bosque, como otras Lady Macbeth. Porque la misma Lady Macbeth no es ella, sino un eco de Lilith, aunque a la hora de relatar a Lilith los hombres con miedo, hayamos convenido decir que esa mujer liberada no era sino un resto de mal no contenido en el infierno. Porque sin valentía los hombres no asumimos que cada Lilith liberada es justo todo lo contrario, y que el infierno estaba y está en nuestros relatos. Pero para liberador todo el ejercicio que Bárbara nos regala, de tan pocos elementos y de tanta sutileza en cada momento que mis palabras apenas lo roza. Es por eso que al escribir queriendo ser concreto el lenguaje ronronea, da vueltas sobre sí mismo para hacerse poético, sabiendo que en este caso la línea recta no llega antes a donde apuntamos.
IMG_2443Codo a codo, Jaime y Bárbara caminan ese bosque nebuloso tras formas más o menos reconocibles y entran en relación con ellas sin nada asegurado. Ahí tienen la paciencia de hacerse preguntas no solo desde la incomodidad y la fragilidad, sino desde la desnudez, donde ocultarse ya no es posible. Así aparecen otros estados como el ritual de una obstinada danza febril donde cuerpo y manta se funden en una aglomeración de cuerpos en pos de un éxtasis. Así aparecen la elevación, la solemnidad y el silencio, con los ojos de Bárbara agarrados quién sabe a qué y un cuerpo que pende con su resistencia, hecha de músculos vibrando a cada pequeño paso, como el camino eterno de una escultura de Giacometti, el del éxodo en los interminables desiertos del Antiguo Testamento o hacia la Europa actual. Estados duros e indeseables donde, digámoslo de una vez, es capaz de irrumpir la belleza. Porque sí. Porque suena cursi y todo, pero es que cuando uno menos se lo espera, aparece la belleza y nos da una buena hostia. Y ante la belleza reconocemos la bondad. Y la fe. Y esta cosa tan extraña de estar vivos justo aquí y ahora siendo prácticamente absorbidos por la imagen que miramos. Y este trabajo tiene eso.

Duane Hanson - Mujer con carro de la compra.

Duane Hanson – Mujer con carro de la compra.

Pero eso y también un poco de esto. Quien haya seguido este blog habrá descubierto a esos alter-egos un tanto peculiares sustituyendo a Jaime y Bárbara para presentar el trabajo en el formato ‘VIDEOMATÓN’. Y es que recordando piezas de arte, se me ha venido esta para pensar que la belleza cuando llega, ya no se puede elevar más, pero bien que podemos engrandecerla mirándola de más abajo.

Me despido diciendo dos curiosidades del tarot. Quiero invocar cosas buenas para que a este gran trabajo le vaya muy bien. Y quisiera que salga la carta de la justicia. Que me he fijado y en el Tarot de Marsella la tía no tiene una venda en los ojos. Española no ha de ser. Pero como sea, apliquémonos el cuento e invoquemos que la justicia nos vea, para que a cada cual de nosotros nos llegue lo que nos debe tocar de verdad. ¡Justicia vidente! Que me dijo una amiga que el brillo de los ojos es lo único que no se opera.

La otra curiosidad me pasó al mirar mejor la carta de El Colgado. Los árboles de los que cuelga parece que están al revés, con las ramas abajo. Podría ser un juego invertido, donde el que mira es quien está colocado al revés… Lo más curioso es que investigo y descubro otra ilustración con una grafía en la letra más abierta, y mira lo que pasa:

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Al dar la vuelta a la carta de El Colgado, donde antes decía PENDU (colgado) ahora parece querer decir DANSE (danza).  ¿Será que todos los que nos vieron como colgados no pudieron darse cuenta que en realidad estábamos haciendo danza del futuro? Como para darle vueltas, nunca mejor dicho. Sea como sea, todo está cambiando. Benditas cosas encontradas.

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Todas las imágenes son básicamente expolio de internet salvo las dos fotos oficiales del Teatro Leal, cortesía, como siempre, del sorprendido ojo de Javier Pino.

VIDEOMATÓN_3: Amalia Fernández & Co.

videomatón_opt (1)Toca el turno para que el VIDEOMATÓN de Unknown Pleasures, sistema de batalla donde los haya, irrumpa en la residencia que una muy bien acompañada Amalia Fernández ha realizado durante dos semanas en el LEAL.LAV para escuchar y trasmitir de primera mano detalles sobre ‘El resistente y delicado hilo musical’. Un título más que sugerente para un trabajo que será mostrado en proceso mañana jueves a las 21 horas en la sala de cámara del lagunero Teatro Leal.

Recuerda:
Antes, a las 20:30, ‘Esto va a estar bonito’, micro intervención sobre el trabajo de Amalia a cargo de los alumnos de Practicum de Bellas artes en el LAV. Un aperitivo gratis.
Y si tienes 18 añitos te sale gratis tanto el aperitivo como la muestra de las 21. Venirse.
esto va a estar bonito

Retronotas_2 / 1, 2, 3, 4… 6! Pieza para cuatro intérpretes / Vicent Gisbert

[ p r ó l o g o ]
Vicent Gisbert vuelve a Berlin desde Tenerife, lee esta nota sobre su trabajo y comparte conmigo lo que podría convertirse en su siguiente pieza. Gracias a su ofrecimiento, a la tecnología y a una cabezonería compartida, paso a hacer una labor casi de ‘coach in the distance’ que da como fruto una pieza hecha con sus mimbres, su interpretación, mi mirada externa y las ideas de ambos y en la que me alegra figurar como dramaturgista y codirector. Lleva el fresco título de ‘Arriba huele a campo’ y se estrenó a finales de enero en la capital alemana. A continuación esa primera entrada que Vicent leyera. Valencianos y Valencianas, ‘1, 2, 3, 4… 6! Pieza para cuatro intérpretes’ Podrá verse en la Sala Carme Teatre el próximo 4 de marzo. En cuanto a ‘Arriba huele a campo’, espero que se estrene pronto en España.

1, 2, 3, 4... 6 Vicent Gisbert

1, 2, 3, 4… 6! Pieza para cuatro intérpretes.

Esta entrada empezará en 20 segundos ( que sería bueno invertir en terminar esta frase y hacer sonar este audio).

A T E N C I Ó N :

1, 2, 3, 4… 6 Pieza para 4 intérpretes, de Vicent Gisbert en el LEAL.LAV.

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El pasado viernes 22 de mayo tuvo lugar la pieza de Vicent Gisbert, artista valenciano afincado en Berlin. En el público, pocos alumnos o alumnas de artes escénicas, por no decir ninguno. Ay, qué mal me ha quedado esto que escribo, ¿no? Vale que por un lado sea una realidad triste, pero por otro, suena a reproche y a control, como si al redactar estas cosas estuviera pasando lista, como el profesor rancio a quien nadie quiere al lado. Pero esto no va de eso, de control ni de reproche. Va de egoísmo constructivo y de cariño. Cariño, porque quiero que mucha gente que ya es buena en lo que hace o que pronto lo será se nutra de esto, que no se lo pierdan. Egoísmo constructivo porque cuanta más gente se influencie y crezca asimilando nuevas dramaturgias, aunque sea para rechazarlas, mas rico será el contexto en el que nos movamos, más crecerá cada persona. Por suerte, la sala estaba casi llena de un público con muchas ganas de ver este solo anunciado «para cuatro intérpretes», y a la salida las ganas se habían convertido en satisfacción colmada y cabezas llenas de ideas que llevarse para digerir largamente.

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Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos dec

Lista de cosas que no olvidar para redactar una entrada sobre el trabajo de Vicent:

  • Manipulación de objetos
  • Minimalismo / serialismo
  • Vídeo / audio
  • Cuerpo y presencia (y la presencia de lo que no está)
  • La irrupción velada de lo orgánico
  • Poesía matemática
  • Humor : de qué carajo me estaré riendo
  • Sentido y sentidos
  • Silencio

 4 Cuatro
Cuando nos conectamos con nuestra esencia (sea eso lo que sea) y encontramos una verdad sobre lo que estamos haciendo o queremos hacer (o sobre el cómo, que, al fin y al cabo, revela esa esencia con signos que nos dan pistas) encontramos sin querer pequeños sentidos cifrados en la realidad más inmediata y cotidiana. De este modo, mucho de lo que aparece en mi alrededor últimamente tiene un sentido musical. Se lo encuentro y luego dudo hasta qué punto esta musicalidad subterránea existe y viene a organizar lo que observo, o hasta dónde soy yo quien musica el ruido de las estructuras que sustentan las cosas que aparecen ante mí. Toma ya. Me pregunto también si ambas cosas no serán la misma. Y en este sentido, el pasado viernes 22 d

Esta entrada empezará dentro de 3 líneas.

A T E N C I Ó N :

‘1, 2, 3, 4… 6! Pieza para 4 intérpretes’, de Vicent Gisbert en el LEAL.LAV.

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Entrar en la pieza que Vicent Gisbert presentó el pasado viernes no sería tan fácil si el artista no nos invitara tendiéndonos la mano. El intérprete irrumpe en un espacio casi vacío, como la hoja en blanco que solo contuviera los apuntes a partir de los que la pieza fuera a ser realizada. Sin embargo, esa impresión de boceto no se corresponde con este trabajo. Tampoco podemos decir que sea falsa: nadie nos ha advertido que, efectivamente, el acabado estético de la obra vaya a ser el abocetado, todo depende de lo que cada persona proyecte para completar el juego escénico que Vicent plantea y de la fe con la que cada una crea en sus propias proyecciones. Un solo así, sin palabras (las únicas, en vídeo, anunciando lo que pasará a continuación) y de acciones claras y simples, realizadas con la limpieza y concreción de un humanoide, necesita de varias cosas para arrancar. Pero antes de recorrer ese sendero hacia la luz, o de una luz a otra, dejo un enlace que podría ser la banda sonora de esta entrada.

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1, 2, 3, 4... 6 Vicent GisbertFlexos. Líneas blancas. El intérprete se calza junto a uno. Recorre la línea recta que va de ahí al fondo de la escena varias veces. Permanece al fondo por fin, de espaldas, mientras se proyectan textos que nos cuentan qué está por pasar en la pieza. Una vez acabados, retrocede lo andado. Se descalza. Lo que hemos leido ocurre. Hasta que deja de ocurrir. Seguimos la línea de acciones que realiza con la misma meticulosidad, tratando de descubrir en ella lo que el mensaje del vídeo nos ha revelado. O creyendo encontrar patrones que unan esas acciones a las que vimos antes. Pero es cuando dejamos de querer ver lo que se nos ha prometido cuando casi mágicamente ocurre. Y ocurre que en este juego de expectativas, en este decirse de la pieza, que va agudizando la mirada y haciéndola más meticulosa y exigente, justo ahí, nos hemos enganchado. Sabiéndolo o no, hemos tomado la mano del artista, nos hemos calzado, hemos recorrido un camino que a él lo lleva del flexo a sus proyecciones de vídeo, de una luz a otra, y a nosotros de nuestro asiento al interior de la escena y su particular universo.

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1, 2, 3, 4... 6 Vicent GisbertLos vídeos que Vicent utiliza en su pieza son de una exquisitez esencial. Muchas veces se pasa en escénicas por el debate «vídeo sí, vídeo no». Esta pieza está fuera de esa discusión. Es una obra audiovisual donde el concepto del artista se ha proyectado desde su centro creativo a cada uno de los elementos que forman parte de ella. El sentido es uno, y ver e ir comprendiendo las distintas traducciones de ese concepto en la proyección de vídeo, la distribución en el espacio, el cuerpo, la temporalidad o los objetos y su uso es un auténtico placer al alcance de cualquiera: el espectador se vuelve cómplice y al ir descubriendo la cantidad de rimas internas que juegan en el entramado de capas superpuestas que conforman este trabajo se siente inteligente y satisfecho. Claro que desde esa complicidad también es manipulado y engañado. Pero todas esos giros y caídas en la decepción o la incertidumbre, una vez sentada la complicidad, son como las bromas que te gasta un amigo en el que uno ya confía.

En la pantalla aparece un cuadrado. Luego otro menor. Del pequeño se extienden cuatro líneas que alcanzan al otro. Siempre es lo mismo. Hasta que no lo es. Hay una mínima variación y debemos esperar otra secuencia, otros cuatro compases de cuadrados y líneas para ver si esa variación se mantiene o ser rompe. Finalmente, los vídeos son coreografía, y sus cuadrados, cuerpos en el espacio. Cuadrados que contienen el cuerpo de Vicent, cubriéndolo hasta el cuello, dejando su cabeza fuera. Su cabeza fuera.

De pronto, en los vídeos entra lo orgánico. Un atisbo de algo natural tras tanta geometría, tras algo tan sintético. Del blanco de un cuadrado se van velando sombras de ramas de árboles. Pero la imagen no termina de cuajar, de hacerse clara. Como si la propuesta se realizara en un búnker y la primavera ocurriera fuera e intentara entrar por debajo de una puerta que no va a ser abierta, aunque quisiéramos que sí. Y ahí, de repente, entre geometría, secuencias sintéticas y movimientos repetitivos, empieza a jugar inesperadamente nuestro deseo.

1, 2, 3, 4... 6 Vicent GisbertMuy inteligentemente también, Vicent Gisbert, tal vez sin saberlo del todo, ha tenido la finura de trabajar el espacio físico de la escena como si de un vídeo se tratara. Ha editado un trabajo escénico. Al interactuar con algunos objetos (una botella de cristal, un par de tablas de madera) dispara audios que reproducen cristales rompiédose o madera cayendo. En el viaje que realiza entre diferentes puntos (pantalla, flexos, cuadrados en el suelo, el espacio de la botella…) en esa supercoreografía, disocia estos sonidos de sus acciones, sonando sin que éstas se produzcan o haciéndolo inesperadamente al reproducir la acción pero sin interactuar físicamente con los objetos.

Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos dec

Esta entrada acabará cuando aparezca un dibujo del artista de los cuadrados que vimos proyectados.

A T E N C I Ó N :

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Al abandonar la sala estaba cansado. Era un cansancio bueno, del de después de los placeres. Lo que acabábamos de ver daba para mucha reflexión, pero se nos había invitado a ella sensorialmente. Siempre resulta curioso ver cómo un artista le hace una llave de judo al lenguaje y desde dentro del mismo es capaz de pervertirlo para contar otra cosa, para que el lenguaje confiese, y hable de sí mismo, para que inventemos otro entre todas las personas y que sea válido durante un rato. No pensé en referentes escénicos para dibujar la sensación que tenía. Aunque no tenga sentido, pensé que lo que acababa de ver era como si Autechre hiciera una versión de Steve Reich. Porque agradezco infinitamente una libertad creativa tan coherente y porque se agradece en trabajos de este tipo, de un minimalismo frágil y reducido a lo más pequeño, para que luego esas pequeñas estructuras se mezclen con una lógica casi de fractales creando una estructura mayor. Ese minimalismo que se retuerce en cadenas de serialidad.

3 cuatro
Los cuatro intérpretes que la pieza nombra son un equívoco. Unas veces sus acciones están presentes, realizadas por Vicent. Otras, solo está la consecuencia de las mismas (algo que suena o un flexo se enciende sin que nadie lo toque). Por otro lado, ya vimos que los cuadrados y su movimiento son actores. Pero son un equívoco porque lo es el buscarlos en el trabajo. Eso haría perderse el propio trabajo.

1, 2, 3, 4... 6 Vicent GisbertSin duda, la mayor parte del público estaría dispuesto a ver la pieza de nuevo, sabiendo ya a qué se expone en ella, para disfrutarla doblemente y profundizar en todas estas capas de las que es difícil hablar, pues están siempre en interconexión. Pero otra cosa que pensé al salir es en el contexto, en cómo me gustaría ver lo mismo fuera de un entorno escénico. No en vano, ya dijimos que la obra parece una edición de vídeo en escena, una instalación intervenida por el cuerpo del intérprete magníficamente aséptico que sigue pautas muy marcadas. Me imagino por eso el impacto y la recepción que causaría en la sala blanca y aséptica de un museo, encapsulada más en ese búnker que nombramos.

En el mismo sentido, pienso en qué podría pasar si, ya que no es ese el contexto donde se nos ha mostrado, el intérprete, sin perder esa magnífica ejecución, estableciera una relación mayor de complicidad con el público. No por que piense que es mejorable, sino por curiosidad. Los parámetros performativos para esta propuesta están más que claros. Esa mano, esa ayuda para entrar nos es dada desde el principio. Pero el espectador contempla lo que sucede y participa, se implica y es cómplice con la mirada. Sin perder de vista su particular sentido de performatividad, ¿qué ocurriría si el intérprete estuviera más con nosotros, si entráramos más al corazón aséptico de lo que se nos muestra? ¿O es el público como esa primavera velada que quisiera entrar bajo la puerta y no consigue ser sino una sobra proyectada?

1, 2, 3, 4... 6 Vicent GisbertTal vez esta pieza esté tan bien acabada que el tiempo en su interior no transcurra, o no sea el mismo que fuera de ella. Y si lo orgánico acabara por entrar del todo, siendo más que una sombra, entraría también otro tiempo y con él el devenir que acaba con cualquier frescor. Y este trabajo permanece crípticamente embalsamado en sí mismo, consiguiendo hacernos reír, porque nos hace gracia que cuadrado grande + cuadrado pequeño = rectángulo vertical, aunque no sepamos por qué.

Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos dec

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Créditos:

  • Las imágenes utilizadas son cortesía del propio Vicent Gisbert, excepto la 3 (imagen del vídeo con el cuadrado, el rectángulo y el signo +) y la 5 (Vicent Gisbert x 4) sacadas en el Teatro Leal por Isabel Bueno.
  • La música utilizada para ambientar y escribir la entrada es el último disco de Autechre, titulado «Exai» y «Music for 18 musicians», de Steve Reich, interpretado por músicos de la ópera de Japón en 2008.

Gracias a Vicent, a Isabel, a Autechre y a Steve.

 

Haciendo un recorrido por cada punto mencionado, sin quedarnos con ninguno, sino más bien con la trayectoria de lo que hemos ido pensando y sintiendo, en tránsito, y por tanto con el mapa que la pieza dibuja, podemos decir que entrar en ella se parece a la metáfora que plantea un laberinto de espejos. Un entramado de pasillos que reproducen la misma escena: en sus bordes se refleja constantemente el que mira, por tanto su mirada se pierde en busca de un referente externo para no perderse. Pero no es exactamente así. El entramado de pasillos no es idéntico, la escena no es siempre la misma, la colocación de los pasillos y su distancia tiene variaciones. Por eso a medida que nos perdemos, que nos permitimos cada vez más perdenos de verdad, vamos comprendiendo el significado de