Entre el 22 y el 28 de junio, mientras de Madrid llegaban los ecos esperanzadores de ‘El lugar sin límites’, (como si este rollo de las artes escénicas se hubiera convertido en una práctica tan freak que solo pudiera existir atrincherada, una actividad de guerrilla de la que parecía que esta vez algo había ocurrido), en Barcelona pasaban cosas. Cosas diversas, tangenciales, contradictorias, complementarias, todas en comunión con algo llamado Experimental Room Festival. Una iniciativa de la performer, directora y de todo, Maria Stoyanova, que se consolida con una tercera edición. Maria se rodea de un equipo que empuja para sacar algo adelante con la fe de la manada o el hormiguero.