Salgo de la isla con prisa, sin tiempo a asimilar que me dirijo a L’Estruch para encerrarme a trabajar en The Lieder, proyecto de Javier Cuevas y Sara Serrano donde estoy involucrado del que ya he hablado (y en más cosas que ya contaré). Sin tiempo de asimilar lo mucho que acaba de pasar en Tenerife, cosas que siento que quedan arraigadas tras de mi, que como semillas que germinan estarán echando raíces cuando vuelva. Otras que siento que invisibles persisten resonando en el cuerpo (lo noto en el avión, donde apunto algunas para hacer esta entrada antes de caer dormido en algún lugar sobre el mar, en medio de la nada). Antes de viajar escribí una nota para el periódico sobre la visita de Javier Vaquero al LEAL.LAV, muy cortita si se tiene en cuenta toda la actividad que supuso. Me apoyaré a ratos en ella para escribir esta otra cosa. Allí decía que…
…el paso de algunos artistas a veces produce algo que va más allá de lo previsible, más de lo que un programa contiene. Y que su visita fue intensa, reveladora y nutritiva.
‘Lo innombrable’ titula el taller que Javier compartió con nosotxs durante dos días en la Sala de Cámara del Teatro Leal. Un trabajo intensivo, agradable y revelador que sí, se hizo corto, porque lo era, pero que hubiera resultado corto también de extenderse una semana. Porque…
…el taller no toca directamente los materiales de la pieza, pero entra en el modo o uno de los modos de concebir el cuerpo en escena por parte de Javier, la relación de los cuerpos entre sí y en el espacio mediante principios básicos como copia, repetición, versión, apropiación o variación. Pero lo de básico lo digo yo, que no soy bailarín y puse el cuerpo en juego en eso. Y lo hago con la mejor intención. Que sin perder un ápice de finura y rigurosidad, Javier nos supo llevar jugando en un viaje grupal a la base de un sistema que tomando la copia a tiempo real de las formas producidas por los cuerpos de los demás, abre un universo de posibilidades para la entrada de formas de movimiento inusitadas en el propio cuerpo y en el cuerpo colectivo. Y al trabajar e insistir en ello, entreabrir al menos esa puertecita a lo innombrable, a algo ancestral o puro que el cuerpo conoce antes o más allá de que el intelecto consiga interpretarlo. Un espacio de conocimiento en movimiento del que quisimos más…
…que supuso una suerte de introducción mínima al trabajo con estas herramientas pero que una vez experimentado hace sentir las ganas de entrar de lleno en su universo. Ojalá (invoquemos desde aquí) podamos hacernos un curso entero de esto en lo que ya nos involucramos. Porque esta es una de las semillas que quedan agarradas a la tierra a las que me refería. Y es que la metáfora de la semilla viene muy bien: algo muy concentrado que contiene la potencia de una planta y sus frutos, si se la cuida. Al disponernos generosamente a compartir, quedan entre manos unas herramientas comunes, se aprende a usarlas y se aprende también que el modo enseñado ha sido solo uno de los posibles, un modo bueno para iniciarse e ideal para pervertirse, transformarse y reinventarse. Herramientas para el movimiento del cuerpo, para la danza, para el estar juntxs, para la observación del natural y su intervención, para la generación de imágenes, para obtener información de los otros cuerpos o poner el propio cuerpo en disposición de lo que esté pasando… Herramientas Creative Commons en sí mismas que no dan el alimento, sino posibilitan labrar la tierra.
La segunda de estas semillas cayó en la tierra fértil de nuestro querido Equipo Para, que tantas veces nos hace de casa para actividades paralelas. Esta vez fue…
…la presentación del libro ‘Cuerpos Achorados’. Me gusta pensar que achorado podría ser una versión autóctono latinoamericana de kinky, que yo uso mucho. De este modo, cuerpos achorados sería algo así como cuerpos akinkados, o también cuerpos atravesados, si lo pensamos en canario. Lo achorado es lo chungo, lo freak, lo gamberro, lo no catalogado, lo amenazante. Lo vamos aprendiendo reunidos en el Equipo Para, donde tenemos una conversación en la que Javier nos cuenta cosas como que ésta es una obra que recoge los comentarios posteriores a una serie de charlas sobre danza realizadas en Colombia, donde reside hace ya un tiempo. Charlas planteadas en un primer momento como algo natural, casi como algo lúdico y necesario en su entorno más cercano, por curiosidad y necesidad de compartir conocimientos…
Pero casi si querer cosecharon éxito, la gente quería más, salieron de la pequeña biblioteca donde nacieron, convirtiéndose en algo más grande de lo esperado. Ahí llegó el momento de trabajar para no perder la escencia fresca y un tanto punky, por contracultural, que las había caracterizado. Y así fue. Aún en el libro, donde cualquier texto tiene que enfrentarse a los estándares de la ortodoxia, al trato con la institución, a la burocracia, se mantiene por completo la sensación de texto instantáneo – que no poco elaborado – de apunte rápido, la inmediatez de mensaje recién enviado. Un texto que es un meta – meta – texto, pues habla de lo que se habló y a la vez que trata de los temas de las charlas parece contar en tiempo real cómo está siendo escrito. Sus capítulos…
…ahondan en la política en torno a la danza, y a la danza como acto político en sí, ofreciendo visiones y revisiones de los feminismos, la historia y su enfoque occidental – colonial – capitalista – heteropatriarcal… Un texto que baila (atención a su edición y el modo en el que las palabras y los párrafos se disponen para significarse) y que es como una perla: corto para una temática tan extensa, pero donde la organicidad de su composición, capa por capa, ha dado forma a ese preciado núcleo. Y atención personas interesadas en Tenerife, que En el propio Equipo Para pueden consultar un ejemplar y pedir información para conseguir uno propio. Yo tengo uno. Y es muy bonito:
Después de contar todo esto tan intenso casi se olvida que Javier estuvo con nosotros para hacer una pieza escénica. Y es que sobre ella se podrían escribir muchas cosas. Me da un poco de rabia haber sacrificado tanto espacio y estar tan ajustado para decir cosas sobre la pieza, pero por otro lado creo que está bien, que a veces tendemos a hablar más de «lo espectacular» que de «lo otro» y cada día compruebo más y más que lo escénico es una cosa transfronteriza, que ocurre también en los escenarios, pero muchísimo a sus alrededores y antes y después de ellos. Me quedo pensando que mientras uno se plantea todo esto, al final un señor pide un café y abre el periódico el martes en Tenerife: Deshaucios, deportes, sucesos y una foto y un texto sobre la obra que dice solo que en…
…’Danzas Primitivas’ se concentran años de trabajo de Javier. De juntura de experimentación y oficio. No se si se ve, pero se palpa. Su desnudez es total en su entrega. Su cuerpo, como en un antiguo ritual, va vestido con la pintura que señala las articulaciones de su cuerpo. Un cuerpo subrayado que se mueve ante nosotros. Se deja ver. Expande el tiempo o bien insiste en el movimiento hasta agotarse y encontrar en el exceso una pérdida de control desde donde mirarnos y e incluirnos.
También me planteo que esto puede ser muy insuficiente. Hasta qué punto seré clasista y hasta cual inútil al resumir tanto lo dicho sobre el trabajo de Javier para todos los públicos, ampliándolo sin embargo aquí, donde quienes leen ya saben más que yo de lo que escribo. Y pienso en qué más podría hacer alguien que pretende ser un pequeño Robin Hood que le devuelva la performance al pueblo. No se. Voy a poner unas fotos.
Por las cosas inesperadas de la vida veo a Javier hacer su curro desde la mesa de sonido. Desde esa perspectiva rara y entre dentro y fuera de lo que veo, veo también al público mirar, y cómo mira. Cómo se relaciona una persona, escondida y arropada por el conjunto de los demás, con un cuerpo que de entrada, en un sacrificio sin dolor, se ofrece por completo, se deja mirar. Un movimiento ritualístico largo de recogimiento y posterior expansión llena el silencio que se hace denso en la sala, generado en conjunto. en el nos centramos para ir paseando los ojos por el claroscuro de la escultura que late ahí delante. Y es justo entonces cuando eso se rompe.
Cuando venimos a darnos cuenta, eso en lo que tanto nos costó entrar y donde empezábamos a acomodarnos ya no es sino parte del pasado. Una explosión de sonido (que sale de escena, pero también de debajo, de detrás de las butacas) nos sumerge por completo en un directo de Daft Punk, que evoluciona como la luz fucsia que nos ilumina para terminar en un delirio techno con el que el cuerpo de Javier baila para jugar a encontrar algunos límites, bordearlos, traspasarlos. El techno como música chamánica electrónica, como llamada a una danza libre y colectiva. Tal vez tan inundado de referencias que sin pensarlas, solo mirando, nuestros culos se menean en la silla y estamos volcados, inclinados hacia el linóleo, casi bailando con ese cuerpo en escena que vamos conociendo y poco a poco es nuestro, como si lo hubiésemos elegido entre todos, como si por un momento funcionara que nos representen.
No se si estoy diciendo gran cosa con este montón de sensaciones mal ordenadas. Se que no son todas, se puede seguir hablando más y mejor. Pero antes de despedirme diré que me llamó la atención un público en su mayoría muy atento y volcado en la propuesta, capaz de estremecerse un poco cuando Javier se descalza al final, a pesar de haber hecho todo el trabajo desnudo, como si al descalzarse la fragilidad de esa desnudez que ya era nuestra se volviera aún más vulnerable y quisiéramos cuidar un cuerpo que es parte nuestra.
Pienso que cuando alguien va a ver algo de danza diciéndose «yo de esto no entiendo nada, pero vamos a ver», encuentra cosas inusitadas, aunque acceda pretendiendo entender lo que ve. Tras todo el viaje recorrido junto a Javier Vaquero, ver otra versión de su entrega cantando a capella nos remató por completo. Y creo que aunque Danzas Primitivas «no cuenta nada», mucha gente salió de la sala con la sensación de haber entendido mucho, o de haberlo captado. De llevar algo atesorado, sin que importara ya si no hay nada que entender.
Vuelvo a casa tras un viaje largo, lleno de experiencias nuevas, un tanto accidentado también y lleno de potencialidades. En mi casa hay un jardín que reconvertimos en huerto y lo primero que hago al volver es una ensalada con las cosas que en mi ausencia han ido creciendo de la tierra. Con el cuerpo un poco achorado abro de nuevo lo que había dejado aquí escrito. Lo leo, lo corrijo y lo completo. Y como la semilla que cae, germina y alimenta, creo que es el momento de dejar volar esto para que caiga donde tenga que caer, que con el paso de todo esto nuestro entorno ha quedado bien fertilizado.
*** Las fotos tan bonitas de Danzas Prmitivas en el LAV salen de la mirada curiosa de Javier Pino, nuestro fotógrafo particular.