Esto no es una crónica del FAM 19

Entre los pasados días 5 y 9 de junio se desarrolló en Tenerife una nueva edición (y van 9) del FAM, Festival de las Artes del Movimiento, organizado por el Cabildo de Tenerife. Un nombre concreto pero ancho a la vez, que permite imaginar trabajos muy variopintos en su cartel, desde la danza al circo. FAM desplegó su programación por distintos espacios de de Tenerife, en teatros, calles y plazas, consolidando aún más la buena salud de este encuentro anual con una serie de actividades alternativas para hablar también de los alrededores de la escena y su salud. Por todo ello esta no será una crónica del festival, como indica el título. Si a estas alturas a muchas personas ya no nos atrae tanto la idea de festival, que suele suponer un atracón de trabajos sin tiempo intermedio de digerirlos, hacer crónica de ello sin un plan o sin colaboración sería un despropósito que obligaría a enumerar propuestas. Puede ser que esto también empiece a comprenderse desde algunas instituciones, pues esta vez se ha elegido no saturar y ofrecer también esos espacios de encuentro y discusión. Quienes quieran echar una ojeada a más información, el enlace del principio.

De todas las propuestas, tan variopintas como atractivas, haré unos comentarios solo de dos. Qué más quisiera que poder pasear por la mayoría (poder, con los recursos que eso supondría). Al menos este par de piezas, ni peores ni mejores, por suerte han nacido en lugares remotos la una para la otra, pertenecen a ecosistemas distintos y eso enriquecerá lo que pueda quedar entre líneas, que es probablemente lo mejor de lo que uno escribe, lo rozado, casi dicho, lo que se lee sin palabras.

Para hablar de Las Alegrías, trabajo en estreno con el que Paula Quintana inauguraba a la vez el festival es preciso hacer un ejercicio grande de distanciamiento, no se bien por qué, pero ya lo he dicho. Ahora recuerdo que viéndolo, viéndola no pude quedarme en el asiento, no pude abandonarme a contemplar, con ese abandono que significa involucración plena. De Las Alegrías hay tanto por decir que es un jaleo comenzar. Es un solo acompañado, como podría definirse, tanto, que requiere nombrar a muchas personas y alargaría esto como un gran programa de mano. Si bien, es ineludible la mención al acompañamiento artístico y la dramaturgia a cargo de Javier Cuevas, presencia constante que ha imprimido su carácter en lo que ocurre en escena y que también ha limado lo que de antemano pudiera caracterizar a la bailarina, haciendo posible tanto un entorno como un modo de habitarlo inexistente antes de que ambos colaboraran, y muy probablemente igual de sorpresivo y extraño para ambos. Aunque eso de limar no se ajusta a lo que quiero decir. Sustituyamos limar por moldear, pero sin molde, sino con las manos, pensando que dramaturgia, espacio, cuerpo, movimiento y carácter se han juntado de manera líquida para ser, ahora sí, un material con el que conseguir ese algo fluido que no termina de ser ante la mirada y que, por tanto, se escurre, se deforma entre las cuatro manos que lo sostienen, lo remueven, lo agitan o lo apaciguan.

Sin embargo, hay gente cuyo trabajo es materializar ese espacios, hasta entonces solo ensoñación, al que Javier invita a pasar a Paula, al que Paula pasar atravesando a Javier, sin que ninguno lo reconozca como casa. Construir un espacio para el tránsito hecho de tránsito. Un espacio líquido, como el sueño vívido de un paraje natural extraño, orgánico, un espacio en movimiento, constantemente auto-regenerándose, de lo micro a lo macro, un hueco en una profunda caverna subterránea o una burbuja a unos centímetros del borde de la atmósfera, pero ya en su exterior. La gente que hace que eso sea posible y se den párrafos como éste se hacen llamar CUBE.

Ese espacio, caverna o burbuja, es un vacío latente, como el interior de un órgano de un animal vivo, recorrido por una la luz como sabia o sangre blanca, que hace que resulte lejano e ingrávido en su conjunto, o bien que se nos acerque y apreciemos el peso del cuerpo milagroso de Paula sostenida sobre las aguas. Pero su cuerpo no se establece en lo milagroso para ser admirado como tal. Porque las formas en las que se mueve son salpicadura, agua que quiere sublimarse, como primera vida en un caldo primigenio con la voluntad de saltarse cada peldaño de la evolución y erguirse. Esa salpicadura, que es agua buscando una verticalidad invertebrada es Paula en movimiento.

Reversionar el mito de Narciso hoy, del que tan aquejados estamos, y superarlo solo se puede hacer desde lo femenino, en un sentido amplio. Y claro que Narciso era femenino, basta pensar que se enamoró de su imagen líquida. Sin embargo, esta Narcisa de Paula sabe de su propia naturaleza líquida y tiene lo que le faltara al mito, el compromiso al completo con la feminidad, que no desdeña la escucha. Y es ahí donde otros cuerpos entran a bailar, dando forma a un sistema que como público astrónomo podemos estudiar, investigando qué gira en torno a qué, qué leyes rigen el campo gravitatorio de ese hueco robado a un sueño en que se convierte por instantes la caja escénica.

Vuela, ajeno y suficiente, el asteroide o la roca, el tótem o la montaña desprendida, ese artefacto fruto del hacer de Tahiche Díaz, escultor y realizador de instalaciones que en este caso también ha participado de la misma escucha. Con ella ha dado forma a otro cuerpo, tosco y pesado, corporizando lo primario como un diamante no tallado que entra en la órbita que los pasos de Paula generan en ondas concéntricas, plegando la piel del espejo sobre la que se reflejan las distancias, volúmenes y huecos de este dúo. Poco a poco, la evolución peculiar de este mundo/pieza supera el vacío inicial. Como si el movimiento de estos dos cuerpos y sus reflejos lo produjeran, el sonido comienza a fluir, dando cuenta del aire que vibrando, aúna las distancias. La música, a cargo de Óscar Villegas, genera todo esto de un modo sutil, tanto, que sus distintas capas van apareciendo sin que lo notemos especialmente hasta que algo se instala y desaparece, tal y como ocurre con el cuerpo del meteorito y el de Paula.

Las Alegrías es una oda sin épica, una ensoñación sin referentes obvios que mientras transcurre nos mece, nos baja la tensión pero no la atención, que cuando acaba no acaba, porque va acabando, está acabando desde el primer segundo, en una concepción del tiempo como vórtice que subraya lo efímero de la mínima eventualidad. Las Alegrías no tiene euforia, no trata el sentimiento, sino que a través del establecimiento y la retirada de las distintas capas de los elementos que la integran va atravesando sensaciones. Es una obra sin palabras que no necesita que quien la mira se las ponga. Mucho menos éstas que escribo. Así cada cual la hace desde fuera, dejándose arrullar por un baile cósmico y moviéndolo al mirar un posible ritual folclórico del futuro donde nada está exacerbado.

Amuhaici Luis, con un vestuario igualmente adecuado ha sabido rimar su verso con el resto del poema para que cosas como ritual del futuro puedan ser imaginadas. Y por otra parte, Roy Galán ha tenido la tarea de escribir un texto de, para, por, desde, entre, la pieza. Un texto homónimo, publicado por Con tinta me tienes que no se ve en la pieza, que no sirvió de inicio ni le da fin, que no explica el trabajo ni lo apoya. Un texto que es otro reto, pues es escribir sobre un poema que ya dije que está hecho sin palabras. Un texto que nace del mismo cogollo creativo, como si una semilla del espacio exterior hubiera germinado en la tierra y al brotar la planta diera cuerpo, agua, diamante, sonido, palabras, luces, gravedad, reflejos, ecos y silencios. Porque tal vez toda alegría comparta el mismo átomo de paz sin la que no podría ser posible.

La segunda pieza de la que diré cosas es Esto no es una prueba de sonido, de Carlota Mantecón. Al igual que antes, que no lo dije, se me hace un poco más complicado comentar cosas de personas a las que conozco. Este vuelve a ser el caso, como antes, con tantas personas cercanas formando equipo, gente nombrada y no nombrada. Tal vez empiezo así porque ésto es lo único que ambas piezas comparten. Esto y que ambas son solos, pero solos que no están solos. Ahí se abre otra puerta por la que no entraré, pero que señalo para pensar cuánto de la vida cotidiana puede haber en eso. Hacer solos acompañados. Ahí lo dejo.

Como Magritte, Carlota comienza estableciendo lo que no es. Las expectativas, a las que les gusta la marcha, están deseosas de saltar. El linóleo blanco, la luz uniforme y general. Vaya. He usado dos adjetivos muy militares para hablar de la luz. Puede que no sea casual, y por eso algo en nosotros asimile rápidamente que Carlota entre en escena vestida de una pieza, con un mono de trabajo, cual obrera, a lo Meyerhold. Y sí, todo esto es la mar de subjetivo, son construcciones mentales elaboradas a partir de pequeñas informaciones de alguien que ha asistido a su (también) estreno, construcciones incluso de lo que el resto de espectadores podría estar recibiendo subliminalmente. ¿Es consciente esta decisión? Mejor dicho, ¿es intencionado sugerir algo de esto al tomar esa decisión? Realmente no importa. La información está ahí, pero no es imperativa. Podemos tomarla más o menos. El trabajo comienza a desarrollarse, vamos entrando en él. Sin embargo, cuando las primeras propuestas de la bailarina se establecen para que entremos en su juego, algo estalla, algo conecta con todo eso de antes. Esas cosas que eran solo ideas y ahora brillan con lo demás en escena.

Carlota está bailando. Se está desplazando a un ritmo rápido, y constante, algo sincopado, dibujando círculos, más bien óvalos que no son concéntricos, sino que parten más o menos del centro del espacio, como pétalos de una flor. Y ahora acelera el paso, y corre alrededor, manteniendo los giros laterales del torso hacia atrás mientras avanza. Antes de eso no se desplazaba. Su movimiento se mantenía en su eje. Y antes era aún menor. Solamente recorría algunas partes de su propio cuerpo. Todo esto porque antes hay un micrófono inalámbrico en escena. Un cuerpo pequeño cuya cabeza tiene voz. Los pasos de Carlota hacia el micrófono suenan amplificados. Al agacharse a recogerlo, el crujido lento del tejido del calzado, el chirrido amortiguado de la suela en el linóleo. En ese planteamiento mínimo queda establecida la base del juego. Y luego, todo lo anterior.

Hablar de la biomecánica de Meyerhold a estas alturas es como si este blog estuviera lleno de polillas, como si fuera a soltarme una chapa aburridísima. Sin embargo, sin ningún interés en hacer una arqueología escénica, hay algo de todo eso filtrado lo que Esto no es una prueba de sonido propone, y digo filtrado adrede, por no decir infiltrado, pues no podemos saber hasta qué punto ha sido una decisión consciente y hasta qué punto un hallazgo o una intromisión mágica del destino, estas cosas buenas que aparecen cuando uno iba en busca de su cosa.

Esto no es una prueba de sonido es una pieza de danza sonorizada, o un instrumento musical bailado, un solo tocado a cuatro manos y dos cuerpos, un dúo dinámico, o una instalación sonora intervenida. Poner micrófonos a la danza o poner cuerpo a la instalación sonora. O poner la norma de no definir cuándo se está en una cosa y cuándo en la otra. No distinguir. Estar. Estar vibrando. Bajar. Bajar mucho. Ir a un principio muy básico. Si lo escuchas es porque ha sonado. Si suena es porque algo ha movido otro algo que se mueve, que mueve una onda que mueve el aire que sigue moviendo la onda que entra en tu oído y que martillo, y que yunque, y que tímpano y que estribo y que microvibración, que electricidad, que información neuronal, que escucha.

Desde este punto de vista, tal vez gracioso, pero torpe en mi exposición, el hacer de Carlota se entiende mucho mejor como operaria de su pieza que estrictamente como bailarina, y mucho menos como intérprete. Al presentar su propuesta, Carlota se dispone como cuerpo vibrante a surcar las dinámicas del sonido de su propio movimiento en escena. Pero como una mesa de sonido retroalimentada, que recibiera el mismo sonido que estuviese emitiendo, a lo largo de su travesía encuentra, cómo no, momentos de acople de frecuencias que producen estridencias, tanto como silencios producidos porque las ondas sonoras que recibe y produce se neutralizan. Así, el cuerpo genera sonido y el sonido corporalidades posibles a las que el cuerpo-operario, sujeto y a la vez objeto de la propuesta reacciona en un presente contínuo.

Pero Carlota no está para nada sola en todo esto. Ese dúo, ese solo a cuatro manos y dos cuerpos lo realiza con la encomiable labor de Luz Prado, que además de su buen hacer, apoya el discurso anterior sobre la operatividad de la pieza y su concepción instalativa estando muy presente en todo momento, pese a permanecer inicialmente tras la pantalla y la mesa de mezclas. A las primeras incursiones de Carlota al micrófono va añadiendo paulatinamente delays con cuyos tiempos y feedbacks va jugando. De ese modo, algunos sonidos del cuerpo de Carlota quedan atrapados en repeticiones largas, sonando idénticos o degradándose cada vez, perdiéndose o permaneciendo en bucle. Y es aquí donde entra un cuerpo invisible en la propuesta: el tiempo (y con él, la memoria, la memoria de otros cuerpos y la memoria de los espacios). Sin ningún afán ilustrativo, y del mismo modo que actúa en nosotros el sentido del olfato, el sonido repetido del cuerpo y las voces, bien instantáneamente o bien transcurrido un tiempo en el que lo olvidamos, nos trae de vuelta (representa) los movimientos que lo produjeron. Por eso nombro ese tercer cuerpo, actor evocado, como cuerpo real. Sobre todo si la bailarina ha parado o ha entrado en una dinámica más pausada y lo que oímos es parte de un momento anterior de gran dinamismo, donde la musicalidad de su repetición nos hace revivir, casi ver la coreografía que suena, completada con la memoria de nuestros ojos.

Con todo esto, hay tiempo para uno de los momentos más hermosos del trabajo, en la que Luz Prado entra en escena, colocándose lejos de Carlota para que tomar ambas el extremo de un cable, hacerlo girar como una gran comba y convertirlo en una onda que gira en M sobre sí misma al acercarse. Una sinusoidal orgánica, ocurriendo en escena, que escuchamos girar ante nosotros.

Grandes trabajos recién estrenados, ambos solos acompañados. De este último uno se va con algunas preguntas que apuntan a lo dramatúrgico. Tal vez por mucha o poca, o otro tipo de dramaturgia, en Esto es una prueba de sonido ocurra que algunas propuestas se dilaten en detrimento de otras que no llegan a establecerse del todo, o donde cabría profundizar aún más sonoramente. Lo mismo ocurre con el efecto que produce el sonido en la memoria. Ambas cosas son minas donde sin duda ambas artistas pueden seguir excavando. Sin embargo, volviendo a lo esencial, pienso en que Magritte decía que no era una pipa su pintura de una pipa. Tal vez Carlota y Luz podrían presentarnos aún más una auténtica prueba de sonido (que negar con el título y la acción), pero que como tal tuviese tanto de sonido como de prueba. Y dejarse naufragar en ella, entrando por caminos que funcionen y abandonando otros que no lo hagan tanto según el día, siguiendo la prueba, moviéndose tras el sonido y viceversa, en ese presente.

Como dije al principio, muchísimas otras propuestas formaron parte de esta novena edición del FAM. Entre otras contamos con la siempre bienvenida Janet Novás presentando Mercedes y yo, o varias piezas con la firma de nuestro querido Daniel Abreu, al frente de LAVA, Cía de la que es director artístico. Me comentaba una amiga hace poco que este año había mucha presencia de artistas canarios y tenía razón en lo que quería decir. Es necesaria esa presencia. Pero así, del modo en el que se está dando. Si hace no tanto festivales como éste tenían un cartel más internacional, lo cual siempre es bueno para nutrirse de otras sensibilidades, en esta ocasión ha habido un porcentaje bien alto de propuestas canarias. Y lo bueno es que se nota que no tiene que ver con un proteccionismo por lo local. Se trata de un cambio de paradigma, pequeño, que no levanta ningún revuelo, pero donde la creación escénica canaria va encontrando naturalmente su lugar. Qué frágil es todo esto. Sigamos haciéndolo entre muchas.

Convocatoria residencias SOLAR 2018

Tengo que pedir disculpas tanto a SOLAR como a la gente que conozco y que no, pero a la que me hubiera gustado hacer llegar esta convocatoria antes. Mucho trabajo en este inicio de año ha hecho que se me pasara. Aún así, queda algo de tiempo para que si tienes una propuesta la adaptes o imagines para el contexto de SOLAR, que he de decir que es uno de los mejores para hacer aterrizar un proyecto personal y el propio cuerpo, para desarrollar tal proyecto, contaminar y dejarse contaminar por el alrededor en un entorno de absoluto cuidado. No lo duden!

Convocatoria Residencias 2018
SOLAR ACCIÓN CULTURAL SOCIEDAD LUGAR ARTE
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La convocatoria para RESIDENCIAS ARTÍSTICAS y de INVESTIGACIÓN es una de las líneas de trabajo más importantes de SOLAR. Acción Cultural Sociedad – Lugar – Arte. Está basada en los mismos presupuestos teóricos que todas las acciones culturales que se desarrollan en el contexto de la asociación, es decir, apoyar a los artistas y sus lenguajes, a los investigadores/as, crear espacio social, generar nuevas conversaciones y proyectos, y convertir al ciudadano en parte activa de la cultura de su entorno.

SOLAR. Acción Cultural desarrolla, desde el año 2015, este programa de Residencias, habiendo sido beneficiados artistas e investigadores/as locales. Con el ánimo de afianzar el Programa de Residencias, para la convocatoria 2018, SOLAR cuenta con el apoyo, en forma de patrocinio, de TEA Tenerife Espacio de las Artes, permitiendo así la ampliación de esta línea más allá de lo estrictamente local.

Por este motivo, se convocan para 2018, 1 RESIDENCIA ARTÍSTICA para artistas con residencia en la isla de Tenerife, 1 RESIDENCIA de INVESTIGACIÓN para investigadores/as en Humanidades o interesados/as en la práctica curatorial con residencia en la isla de Tenerife y 1 RESIDENCIA ARTÍSTICA para artistas residentes fuera de la isla de Tenerife, independientemente de su nacionalidad y el lugar donde vivan.

Bases de la convocatoria aquí.

We Can Dance – Esther Rodríguez Barbero – LEAL.LAV

We Can Dance de Esther Rodríguez Barbero, artista madrileña afincada en Bruselas, ha sido el segundo proyecto del año seleccionado en mini-residencia artística 3’33 de LEAL.LAV. Y en la muestra contamos con un público amplio donde nos alegró haber visto tantas caras nuevas y jóvenes.Las mini-residencias apoyan desde lo pequeño proyectos germinales en primera fase de desarrollo o gestación. Naturalmente ha pasado a formar parte de las mismas el acompañamiento a la artista en su proceso. A veces éstos trascienden el ámbito del LAV, como en esta ocasión, donde tuvo lugar un encuentro en la Asociación SOLAR entre Itsaso Otero y la propia Esther. Las dos residentes en SOLAR y LEAL.LAV respectivamente. Las dos envueltas en la reflexión sobre el espacio público y su intervención desde lo artístico. Al explorar territorios comunes que sembrar de interrogantes concretos, se dio un enriquecedor encuentro.

Esther Rodríguez Barbero, arquitecta de formación, ha realizado el movimiento transversal de cultivar su creatividad en los territorios de la danza, ya habituales para ella. Pero una no elige siempre lo que cree. Hay factores que potencian y moldean la personalidad, convirtiéndola en cierta indeterminación concreta. We Can Dance nace desde su necesidad de preguntarse qué concebimos o no como danza, pensando a partir de qué momentos el cuerpo en movimiento puede considerarse cuerpo que baila. Y también desde su curiosidad ante la legislación o prohibición del hecho de bailar en ciertos países. Finalmente, ambas cuestiones son abordadas en paralelo, en un acercamiento tan discursivo como corporal, poniendo en relación el valor del propio cuerpo frente al espacio público y urbano.

A la hora de compartir sus acercamientos a estas cuestiones se generan momentos muy frescos donde accedemos a un trabajo voluble, huidizo de nuestras miradas, capaz de hacerse muy presente o desaparecer. Que juega con las convenciones de la presentación escénica mientras trata los temas mencionados. De ese modo, seguimos las pautas que Esther ha decidido darnos, olvidando a veces que lo que nos propone es el revestimiento de una estructura, un cerramiento que está al servicio de una construcción mayor.

Por eso, entrar a la sala se convierte en parte experiencial de la pieza, realizando un recorrido por espacios normalmente inaccesibles para el público antes de llegar al espacio donde veremos a Esther bailar (¿o es esta invitación una pieza de danza que estamos haciendo entre todos?). Ese camino nos hace transitar el escenario vacío de la sala principal del Teatro Leal, donde realizamos un saludo como la gran compaía que somos.

Ya sentados cada uno en su butaca, ester, desde el linóleo, sigue hablándonos de su residencia, ahondando en lo que y le he mencionado más arriba, para interrumpirse y comenzar a marcar claramente compases de 4 en el suelo con los pies. Un movimiento imparable y progresivo que nos hace oir en el silencio de la sala, guiado por el tap que ella marca, el montón de techno que se está desarrrollando dentro de su cuerpo, sin que podamos escucharlo.

Esther se «interrumpe» el movimiento para recuperar el relato,  con toda la normalidad que su hiperventilación le permite. Entradas y salidas que hacen dejar de saber qué es dentro y qué es fuera, si movimiento o si relato, o cuánto de movimiento tiene el relato (cada vez más) o cuánto de relato tiene el movimiento (cada vez más), y cómo las líneas de esos dos acercamientos que antes definí como «paralelos», con la subida del latido del corazón, el sudor, y el calor, van reblandeciéndose hasta encontrar puntos de intersección para empezar a ser cada vez más lo mismo.

Esther tiene otra cuenta pendiente en su trabajo con algo que debería hablar con Amaranta Velarde, y puede ser como jugar a ser una dj, pero d no de disc, sino de dance. En todo momento lleva o juega a llevar un bpm marcado, para romperlo o sustituirlo por otro, intuyo también que escuchando cómo entra una música y va desvaneciéndose otra, aunque sus movimientos, ocupando cada vez más espacio, están realizados en silencio. Silencios atravesados de fragmentos cortísimos de luz o música, como metralla lumínica y sonora que a veces coincide, otras no. Fragmentos que nos devuelven a la esterilidad del fondo blanco. Que nos hacen poder imaginar tantas cosas antes y después del silencio que ha reservado para que estemos juntos y podamos imaginar estarlo aún más.Para terminar, Ester, sin abandonar la dinámica, nos invita a que entremos con ella a escena, si queremos hablar un rato de todas estas cuestiones. Precísamente, entrar a escena, confesó más de uno, era algo a lo que no sabíamos si se nos estaba llamando todo el tiempo, no solo al final.Juntos, en escena, hablamos más de esta complejidad de temáticas que de la pieza en sí, porque la conversación es movimiento, parte de la pieza que sigue sucediendo, y si está pasando no podemos hablar de ello con claridad.

Nos quedamos con la sensación de que con We Can Dance han llegado un montón de hallazgos inesperados que cambian la visión de Esther de su propio proyecto y de quienes la hemos encontrado. Y eso nos da ganas de seguir nuestro camino, al encuentro de tantas cosas.

Por motivos muy distintos me vienen al recuerdo nuestras queridas Elilsa Arteta, que también estuvo en el LAV hace tiempo con un proyecto llamado «Danza y política», por la manera de abordar tantos materiales y el contacto con el espectador. Pienso también más recientemente en el caso de Julián Pacomio, que si ser arquitecto nos trajo una de sus traducciones escénicas de un edificio que es a su vez la traducción de una novela, en su proyecto «Espacio Hacedor». Pienso en lo que le falta y lo que le sobra al proyecto de Esther conrespecto a esos otros proyectos que sin querer resuenan en mi. Nada es mejor que nada, me digo, pero en cualquier caso, en los múltiples caminos que todo esto puede tener, el trabajo de Esther ahora mismo es de hormiguita, de seleccionar y desechar, de tomar conciencia. Tiene un Iceberg de contenidos y en su manera de aproximarse a él todo está interconectado. Algo estupendo, por un lado, y cargante para ella, por otro, pues muchos pasadizos imprescindibles llevan al mismo lugar.

Tal vez Esther deba desenfundar su madera de arquitecta para bailar con su proyecto, extenderlo sobre una mesa como un cadáver o un plano, dibujar en planta la forma de esos elementos / órganos vitales imprescindibles para que la criatura pueda andar. Dibujarlos y comenzar a trabajar cómo se transita de unos a otros. «Less is more», con la planta del Pabellón Barcelona, decía la camisa que llevaba puesta el día que conocí a Ester en La Laguna. A lo mejor no era una casualidad.

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FOTOS:
_Las del teatro nos llegan gracias al buen hacer de nuestro Javier Pino.
_Las demás, cortesía de nuestras amigas de SOLAR.
_La última, de nuestro primer encuentro, como si esto fuera Instagram.

The Lieder / ALTOFEST- Nápoles

Desde el día 30 de junio acompañaré a Javier Cuevas y Sara Serrano en Nápoles, para formar parte del equipo al que se sumará Raffaella Menchetti para poner en marcha de nuevo la maquinaria de THE LIEDER, comenzando una nueva búsqueda de profundización en esta práctica, capaz de hacer cristalizar nuevas formas. A Tenerife (x2), Murcia y Sabadell se suma ahora Nápoles en el contexto de un festival human/site specific donde sobre todo nos interesará la adaptación del trabajo a las gentes, contextos y costumbres que se crucen en nuestro camino, o que hagan con nosotras camino al andar. Tras varios días de encuentro, como se explica en la convocatoria aquí, haremos una práctica compartirda con quienes nos hayan acompañado y quien se sume a conocer el trabajo ese último día.

ALTOFEST es un festival pequeño pero molón, realizado con una base fuerte de trabajo colaborativo que implica los distintos contextos en los que se celebra y lo hacen posible. Para conocerlo, mejor hacer click en el enlace anterior.

SPANISH MATXHBOX nace de un proyecto de plataforma de Creación Contemporánea Española que tras una serie de actividades internacionales cristaliza en un festival en E&G Teater (Stamsund, Noruega). Este año, damos un paso más, transformando el concepto de festival en una programación capsular capaz de ensamblarse en sedes de diversos encuentros y festivales que comparten una sensibilidad común con Spanish Matchbox, multiplicando el alcance y las posibilidades de interrelación de los proyectos que participan. Inauguramos esta programación capsular en ALTOFEST, un perfecto contexto de retroalimentación. que en esta ocasión realiza tres propuestas programáticas:
THE LIEDER, de Javier Cuevas y Sara Serrano.
WAKEFIELD POOLE, de Celeste González.
LUCHALIBRO – GUATEQUISTA, de Hugo Clemente.

Además, estamos muy contentos, porque aparte de esta cápsula de Spanish Matchbox y de poder compartir experiencias con público, artistas y talleristas, en Altofest tendremos la maravillosa compañía de Societat Dr. Alonso, presentes también en el festival para hacer una adaptación de Andrei Rublev, una paniconografía

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The Lieder se articula a partir de dos actos de resistencia: marchar y cantar. Marchar como acto colectivo y cantar como otro. En él, al marchar juntxs de una manera abstracta, vaciando de contenido la propia marcha, se consigue volverla concreta, haciendo hincapié en el marchar en sí. No es una manifestación, una protesta, un éxodo, o una peregrinación. Es todas ellas a la vez o ninguna. Es el principio a partir del cual muchos cuerpos encuentran un motivo común (y dentro de él muchos individuales) desde el que nace su propio movimiento, organizándose como los peces forman banco o los pájaros bandada.

Sobre él la voz aparece acompasada por el paso. El canto va al tempo del caminar. Con el coro, como ocurre en la procesión, en la expedición, en la marcha militar o en la excursión, acaba por no saberse si el paso marca el compás a lo cantado o la canción al paso. Es así como nacen los himnos, los cantares colectivos. Y tras caminar en el entorno urbano o en el bosque, la marcha y su canto entran una sala (de teatro) para que pasen otras cosas…

 

Afortunados

Se que cualquier lugar puede ser isla. Y que el primer lugar es el cuerpo. He aprendido cómo funciona la máquina del miedo. Y cómo no estar aislado. Y aunque quieran que lo estemos o lo creamos, cómo no ser solo isla, sino archipiélago. Que archipiélago significa red, y las redes eliminan los miedos. Y sin miedo, amanece sobre lo común. Y que esa luz descubre palabras que apelan a la comunidad desde el primer lugar, desde el cuerpo. Hay jaulas que pueden ser más o menos fuertes, pero ninguna hace al pájaro olvidar el vuelo.

canario

canario en su hábitat

Me dice Rubén Ramos en su visita relámpago a Tenerife acompañando a Cris Blanco: «Escribe más, tío, no lo dejes. Lo haces bien y es necesario». Como el «bien» es relativo y subjetivo, me dejo halagar, pero lo dejo pasar. Ahora, el «necesario» se me clava. Lo hace en el sentido que Rubén percibe clara una red que ha de ser alimentada por todos sus lados para seguir siéndolo. Y me siento comprometido con ello. «También prometiste una retrospectiva de cosas que ya han pasado por el Teatro Leal y la seguimos esperando», me dice. Y tiene razón. Y yo tan poco tiempo. Pero usa un plural que me dice que debo hacerlo. Y aquí estoy para declararme afortunado. Como llaman a las islas estas donde hago todo lo que puedo, de las que necesito escapar para poder volver.

Esta lista que se avecina en este post son la mayoría de cosas que me hacen sentir que no tengo tiempo, que no puedo pararme a escribir y a la vez lo que me obliga a no poder afirmarme sino como afortunado.

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Claudia Faci

Octubre lleva todo el año deseando llegar. Importante. Empiezo una residencia artística titulada «Colectivo Translúcido», seleccionada el año por la ASOCIACIÓN SOLAR para ser realizada ahora. Solar es un grupo de personas con cabecitas muy bien amuebladas, fresco, despierto, independiente y tan maravilloso como los proyectos que sacan adelante. No confundir con el Festival Sitio, del que ya hemos hablado por aquí, aunque sí, claro, muchas de las personas que estamos en una cosa estamos en muchas otras. Como yo mismo, que a pesar de querer dedicar tanto tiempo a mi trabajo en residencia no dudo un segundo en realizar un curso con nuestra amada Claudia Faci. Gracias a las energías puestas por Javi Cuevas y el LEAL.LAV y la confluencia con el TEATRO VICTORIA empiezo por todo lo alto un mes que no olvidaré aunque quisiera.

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Adriático Adentro con Carmelo Fernández.

Pero en otro momento hablaré de mi trabajo. De la importancia de acabar las mañanas afectado por la mirada sabia de Claudia sobre mí y los compañeros que nos reunimos, de continuar con esas energías la tarde con mi residencia, recibiendo personas de manera individual en una sala para entregarme por completo a la consecución de sus deseos, deseos con forma escénica pero del todo privados e íntimos, pues ese ha sido uno de los dispositivos de mi residencia artística.

No, ahora eso no. Ahora seguiremos hablando de confluencias. Y es que sin tiempo para asimilar el huracán que supuso el curso de Claudia, llegaron otros dos a Tenerife, Carmelo Fernández nos trajo al LEAL.LAV un novísimo trabajo en mini-residencia. Sin embargo la muestra de «Adriático Adentro», tras diez días en la sala de cámara, tuvo que ser aplazada por el amago de uno de los huracanes de los que hablo. El otro probablemente estaba dentro del propio Carmelo, detrás de sus ojos.

Digo novísimo sobre el trabajo de Carmelo con toda la doble intención del mundo. Lo digo porque no puedo hablar de su trabajo con gran conocimiento de causa. Porque se que llevaba cierto tiempo sin presentar un trabajo nuevo. Y que «volver», signifique lo que signifique, siempre es un empezar de cero, casi una nueva primera vez. Muy interesado por una mística del movimiento en la línea de Gurdjeff, el propio Carmelo nos cuenta cómo en lo que nos presenta hay todo un trabajo fino y honesto de observación hacia su propia interioridad y la de su movimiento. Y tal vez esa sea la mirada que constantemente es nueva, ese poner la conciencia en el interior para descubrir y tensionar sin las interferencias de la voluntad una sintonía entre el cuerpo que baila y el cuerpo-público de quienes miramos. Un vibrar juntos. Y ahí es donde algunos de nosotros sentimos toda la armonía de este animal escénico que es carmelo, y como en ella conviven huracanes agitados al borde de desbocarse, sin hacerlo.

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Sonia Gómez en Bailarina.

Ya que dijimos confluir, confluyamos. Conocí a Cris Blanco y A Rubén Ramos el día antes de ver esa muestra de Carmelo, en el Auditorio de Tenerife. Bueno, Rubén me conocía a mí y se me presentó mientras yo estaba aún en las nubes, muy, muy arriba. Él me había visto actuar antes con «Acciones para bordear la nada», que la última pieza que he hecho, estrenada en el Antic Teatre en Julio dentro del Experimental Room Festival del que ya hablara por aquí. Los tres salimos del artilugio que Calatrava le regaló a la ciudad tras haber visto a Sonia Gómez y Javier Cuevas realizando «Bailarina Lírica», una pieza que muchos conocerán y en distintas versiones, una pieza de trasmisiones, realizada por Sonia con 8 pautas de movimiento, pautas que pasa a otros artistas para que con la misma receta cocinen otros platos.

Muchas eran mis expectativas, lo confieso. Antes de viajar a Barcelona por el estreno que ya dije, Javi me había contado y mostrado incluso preguntado cosas acerca de su versión. Para mí todo era al revés. No había visto el trabajo de Sonia y sabía por dónde empezaba a caminar el concierto en movimiento de Javi, pues eso es en lo que se fue convirtiendo su versión. Por eso al hablar con Cris y Rubén mi pelota estaba aún en la estratosfera, pues si la pieza de Sonia me hizo de algún modo bailar con ella (y para mí tuvo un sentido musical de por sí poderosísimo, además de ofrecerme imágenes a partir de las que construir libremente y llegar muy lejos), aquello no fue una pieza, sino dos. Un díptico simétrico en el que un cuerpo sale de escena con lo suyo hecho para que el otro entre a comenzar lo suyo. Y uno ve algo bonito y vuela.

javi

Javier Cuevas en Bailarina (lírica).

Aparte de un trabajo fino y cuidado, apareció ante mí la palabra coherencia, que me doy cuenta que a estas alturas no es sinónima, pero es familia cercana, al menos en mi mundo de significado, tanto de dramaturgia como de poesía. Sonia y Javi pueden estar contentísimos de haber confiado el uno en el otro para depositar y amparar un trabajo que una vez soltado a la brisa no pertenece a ninguno pero es de los dos, que pueden manipular para mejorarlo, pero que les contiene.

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Éste que escribe canbiando el boli por la guitarra en el festival Keroxen.

Claro, yo tuve que concentrarme en el fin de semana y ver el pase del sábado obligatoriamente. Y es que cuando en este volcán pasan cosas, pasan de verdad. Sin olvidar mi proceso de residencia en SOLAR, el viernes anterior, a 500 metros de donde Sonia y Javi estrenaban me tocaba a mi estrenarme por primera vez en el Festival KEROXEN. Muchos lo conocerán de oídas porque a lo largo de bastantes ediciones y contra viento y marea se ha sabido mantener con un cartel exquisito y propuestas arriesgadas, amparando desde la electrónica a la cumbia, del post-punk a la psicodelia. En mi caso, no fui solo. Se trata de uno de mis proyectos paralelos, Hernández&Fernández, un dúo que nació con la idea lúdica de destruir el concepto de recital poético generando ambientes sonoros para presentar textos en directo y que poco a poco hemos ido consolidando, trabajando con el cuerpo, el vídeo y el ruidismo. Sin embargo, la palabra sigue siendo un pilar fundamental en nuestras propuestas. Tal vez el Keroxen, que se realiza, sí, dentro de un antiguo tanque industrial de gasolina reconvertido en espacio cultural, es uno de esos lugares donde una propuesta de perfopoesía puede convivir con toda naturalidad con un cartel meramente musical y eso no solo lo honra, sino que es otro de tantos motivos para cuidarlo.

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Plano general de Cris Blanco en su coche invisible junto a plano detalle de Christ White perseguida por T-Rex.

Por eso estaba tan agotado cuando conocí a Cris y Rubén. Y a la semana siguiente no quise dejar de acompañarles a rato en el berenjenal de montar «El Agitador Vórtex», compañía de la que resultó un vídeo promocional un tanto desastroso y divertidísimo que tenemos por costumbre hacer a todo el que pasa por la sala.

De «El Agitador» Comentaré poco porque creo que quien lea estas líneas probablemente lo conozca bastante bien. Sobre todo en Barcelona, de donde Cris venía de hacerlo dos semanas en la sala Hiroshima con un resultado bastante bueno. ¿Será hora, señoras y señores, de volver a desempolvar aquel concepto de «hacer temporada» que tan bueno es para algunas cosas? Sobre todo porque estando en temporada se actúa. Y necesitamos actuar, en todos los sentidos.

Aquí algunos esperábamos la obra de Cris como se espera a un amigo que viene de lejos. Y eso que hemos visto dispositivos similares, pues en distintas visitas hemos visto el trabajo de Macarena Recuerda e incluso hemos realizado talleres con ella. Pero en este caso, el modo de realizar su película en directo, el uso de la planificación del lenguaje cinematográfico y la parodia total y absurda a través de los tópicos hollywoodienses mezclados a las joyas de su imaginación nos hicieron pasar un rato de lo más agradable. «El Agitador», es también una obra de difícil de manejar, como pasa con todas las miniaturas, y que no funcionaría tan bien si Cris no tuviera esa soltura en escena para integrar cualquier mínimo error. No obstante, sentí que algunos vacíos en los que la cámara tenía que desplazarse de un lugar a otro no le hacían del todo bien al conjunto. Una lástima que en esos recorridos no entrara más esa magnífica voz en off, casi improvisada de Cris, capaz de decir cosas como «mientras tanto, al otro lado de la ciudad ocurría algo completamente inesperado… mientras intento encender de nuevo la cámara», y seguir adelante. Sea como sea, otro auténtico lujo verla en acción. En Acción y en «ReAcción», festival que se está realizando ahora mismo en la isla de en frente, Gran Canaria, y a la que Cris Blanco ha dado el salto tras visitarnos para consolidar otro año más esta iniciativa que poco a poco va afianzándose como otro de los eventos referenciales en este lado  de paradojas atlánticas.

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Colectivo Translúcido en la ASOCIACIÓN SOLAR.

Tras toda esta vorágine Rubén podrá entender que no escriba más, aunque se que me insistiría para hacerlo, aunque lo entienda. Tras tantas cosas en tan poco, no he dejado de meterme en esa sala de la imagen de arriba, foto de la que he hecho un montaje cutre, entre una foto del espacio y el cartel de la residencia. Y es que tras una experiencia tan intensa, cuando me meto a trabajar ya en esta recta final para esa sesión abierta a compartir en la Asociación Solar, de algún modo siento los ecos de cada una de las personas que se han interesado, han pasado, han mostrado sus deseos, han intentado realizarlos conmigo y han dejado materiales, pero también senaciones tangibles e intangibles en el cuerpo y en el aire, y es como si un eco resonara todo el tiempo. Gente a la que desde aquí quiero dar una infinita muestra de agradecimiento y que me ha influido tanto acudiendo a la sala como tropezándose conmigo en este mes imposible de imaginar.

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El Conde de Torrefiel visita el LEAL.LAV con un taller de dramaturgia.

Gente de la que me despido igual que de todo quien pueda haber llegado hasta aquí leyendo (yo he conseguido vivir cada minuto de esto y sí, es intenso), y me despido diciendo que desde hace dos días, más confluencias, más solapamientos. El Conde de Torrefiel está aquí con nosotros, realizando un más que suculento taller de dramaturgia en el LEAL.LAV algo que como lo de Cris esperábamos con gran ilusión y que no nos está defraudando. Al igual que los cuerpos que pasan por el estudio donde trabajo, cada compañía, cada persona, cada línea que forma parte de esa red pasa por nosotros y nosotros por ellos para liarse y liarnos, para hacer un nuevo nudo y estirar a otros lados. Y así nos interconectamos y lo hacemos más fuertemente. Y para acabar como empecé, sí, todo esto, incluso no tener tiempo casi de vivirlo y menos de escribirlo, todo es un gran motivo para sentirse afortunados.

Si estas palabras que disparo como metralla entre tanto que hacer sirven para rebotar en la red, llegar donde sea y que otras nos lleguen, bienvenidas sean. Haré entonces lo posible por abrirles la jaula más a menudo. Saludos!

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Las fotos del LEAL.LAV son cortesía de Javier Pino.
La del Keroxen, de David Perreko.
Las de Bailarina se las he robado a Javi y las demás a internet.
Si es necesario añadir créditos por algo de esto estaré encantado. Mientras, dar las gracias.

U-topacio: pasión y ceguera – Lo que (no) pasa en Tenerife.

Esta entrada ha sido realizada expresamente para THE CULTURAL BUKKAKE a petición de la propia revista, en cuyo último número aparece publicada. En este blog, una versión muy extendida de la misma

Recomiendo saltarse la parte 1 e ir directamente a la 2. La parte 1 es solo el lugar donde echan raíces mi cabreo y mis motivos.

1) Super flashback personal:
(puedes saltarte este tocho): Tras años de hacer teatro monté una pequeña compañía con una amiga, hace tanto. Usar la narración oral y el clown para crear una pieza-taller. Moverla por institutos. Que los alumnos confinados en las aulas no encontraran por ningún lado lo que se les da como cultura, sino otra cosa que necesita ser hecha juntos para ser. Algo en contra de los profesores. Algo divertido. Y bonito, a ratos. Algo para que el participante jovencito sienta el contraste entre muermo y fiesta a través de su propia acción. Me decía que eso puede salvar personas a tiempo. En eso creía. A veces simplemente ocurre que encontramos el código para desprogramarnos. Y ese estado se puede facilitar. Y que uno vea su capacidad de pensar libremente. Entonces tenía esa idea en la cabeza, y pagaba el alquiler gracias a ello. Era una buena persona en esa época.

Quise más y entré en la EAC, un lugar con lo bueno y lo malo de las escuelas. Desarrollé el cuerpo. Me hizo ver que quería llegar más lejos, en busca de otra narratividad. Me descubrió la danza desde dentro y hasta pasé como invitado por el TDL. Benditas carambolas. Di tumbos, muchos dolorosos. Decidí estar en Tenerife. Pero no elegía la isla, sino el empeño de hacer algo con lo único que se hacer: cosas en torno a la escena.

Me quedé re-formándome en talleres y di saltos para hacer otros. O para descubrir cómo era ver una pieza de Sergi Faustino, de Angélica Liddell, qué pasaba en Pradillo o en la Cuarta Pared. Aposté por una cosa llamada Espacios Abiertos de Libre Creación.

Permanecí surfeando mejores y peores momentos. Me impulsaron las energías nuevas de gente que llegaba. Como Masu Fajardo. Como Javier Cuevas. Proyectos como el LEAL.LAV. me reforzaron al tomar conciencia que llevaba rato andando solo. Y que no era el único. Y percibir los Encuentros sobre Cuerpo y Performatividad, el Equipo Para, la asociación SOLAR, el pequeño pero afianzado festival NumaCircuit o el más ambicioso aunque recién nacido SITIO como puntas de iceberg, como voces que desde distintos lugares paticipan de una misma conversación, escuchar eso, me ha hecho ver que permanecer ha sido una manera extraña pero poderosa de movimiento sobre esta isla-balsa a la deriva. Ver que ese trabajo tectónico ha hecho que desde fuera (pero, ¿fuera de qué?), desde esta ultraperiferia somos un centro más al que se mira y desde el que mirar horizontalmente, cosa que (¡Ay va!) ha sido la tradicional promesa de utopía cultural para Canarias y que, como tal, nunca se ha logrado. Hasta ahora.

Pero ¿cómo es posible? Pues porque hoy es el día de mañana. Aquel del que los políticos de los 80 y 90 hablaban sin plantearse siquiera que otro tiempo distinto al del de sus promesas llegaría. Y las estructuras han cambiado: ¡Tachán! Tenerife, siendo lo de siempre, es ahora también otro centro, es decir, otro de los anclajes donde se coloca un trozo de red para que ésta no se caiga. La red donde nos movemos todas las personas que hacemos cultura desde las artes escénicas con la capacidad de diferenciar entre tostón y fiesta.

Porque aparte hay otras personas que hablan de la cultura pero no ven la red, y que por supuesto no se mueven en ni por ella. A Neo le costó lo suyo ver Matrix. No le pidamos peras al olmo, que antes de ver hay que querer, y tener voluntad para tomar la píldora roja es lo más difícil. Sobre todo con lo bien que sienta el azul, que además combina con todo.

Si has llegado hasta aquí te preguntarás el por qué de mis memorias. Lo siento. Simplemente es que lo individual se enreda en lo colectivo, y en mis recuerdos quedan también los huecos. Las negligencias, la torpeza, la sordera, la estupidez supina, la obstaculización o la ignorancia de quienes están arriba, en otro mundo, creyendo de verdad que lo que ocurre en esta delicada y compleja red es porque ellos existen. No, hombre, no.

2) Si por tu bien te has saltado el super flashback, puedes leer esto:

La segunda edición del FESTIVAL SITIO ha sido suspendida a poco de empezar. Javi Cuevas y Lola Barrena, como directores, son cabezas visibles, puntas de iceberg de redes de personas en constante trabajo para hacerlo posible. Y si Javier se ha currado el LEAL.LAV, la labor de Lola ha sido titánica, por larga e invisible. Estar a las riendas de algo así no es cosa de un día ni un año. Muy pocas personas tendrán en Tenerife su combinación de formación y perspectiva de la realidad. Curtida desde dentro y durante mucho tiempo, se puede decir que todos nos beneficiamos ahora de que esta chica pueda hacer lo mejor que sabe. Hasta que la obligan a parar.

No sirve de nada que cuente los motivos y las circunstancias del tema. Quien quiera saber mejor que a través mío, que eche un vistazo al comunicado en la página del festival. Porque no se trata solamente de que se tire por el desagüe un segundo cartel maravilloso, con Societat Doctor Alonso, Poderío Vital y muchas otras propuestas tan interesantes como lo fueron las de Juan Domínguez, Gichi Gichi do o Quim Bigas en la primera edición. No es solo eso. Es una cuestión del qué y del cómo.

SITIO no tiene un nombre arbitrario. El festival, sin megalomanías, es más comprensible como una pieza escénica dilatada en el espacio/tiempo de la ciudad que como festival al uso.

SITIO realiza eso proponiendo sus actividades en espacios privados cedidos a la filosofía del encuentro. Porque las ideologías hace tiempo que pasaron de residir en los partidos a ser en las acciones de las personas. Por eso cualquier cambio de gobierno (el pase de un vacío ideológico a otro) trae consigo la abolición de lo anterior y la instauración de lo nuevo, da igual lo que sea siempre que no sea lo que hacía el otro. Ni siquiera se aprovecha que a uno le hayan hecho ‘el trabajo sucio’. Y eso es lo más enrevesado de este culebrón venezolano contemporáneo: como demostración de poder, el necio vuelve su ignorancia absoluta, siendo estúpido adrede. Y a ver quién es el guapo que lidia con eso sin salir herido.

Al imposibilitar SITIO, el festival (y el gran esfuerzo, riqueza y placer que éste conlleva) el festival se queda sin lugar. Al imposibilitar SITIO se crea un no-sitio, un no-lugar una u-topía. Pero todo huele tanto a rancio que en lugar de utopía ha quedado un utopacio, una utopía de ceguera. Y apesta a cutre. Y por eso este texto viene de atrás, desde el flashback.

Porque no somos tontos. Porque ya no queremos más utopías. Queremos topías. Queremos un sitio y tiempo para él. Queremos nuestra vida ahora. Y no pedir permiso para ello. Queremos que no se obstaculice. Nosotros hace tiempo que no creemos  en el día de mañana. Creemos en cada momento. Si alguien quiere caminar cada paso, que se apunte con nosotros, los artistas, estudiantes, público, investigadores, curiosos, programadores, gente ávida de aprendizaje. Si no, que se quite de en medio, porque no vamos a parar.

El fin de semana escribiendo este texto vi la portada de ‘El Día’. Mostraba la foto del monumento a Franco con un titular ambiguo sobre las polémicas sobre la estatua. Y se me ocurre invocar: ¡A ver, poderosos sin Olimpo, por favor! ¡Búsquenle sitio a esa piedra, y a nosotros, si no van a ayudarnos, al menos déjennos en paz! Que estamos trabajando para hacer cosas bonitas. Alguien tiene que hacerlo.

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Las imágenes de esta entrada han sido descaradamente robadas de la web del festival, qué feo, pido disculpas. Pero lo he hecho porque supone robar para el bien de SITIO, y sea como sea, siempre será mucho menos de lo que ya se ha robado.