La noche de los cuchillos largos – parte 2

Obviamente, viene de La noche de los cuchillos largos – parte 1

Previously, on La noche de los cuchillos largos:

1.- Impresiones de esta época: vienen cambios porque nada es lo mismo
2.- Contar con el otro, mi residencia en TEA
3.- Itinerarios que dan pistas sobre las artes escénicas en Canarias
4.- Centro Huarte, su máster y su gente, de la que se apunta lo mismo que en este

– Intermedio –

Gente lista, sensible, abierta y dispuesta. Lo suficientemente loca como para leer sanamente en el año de la pandemia una oportunidad, no un obstáculo”

Aquí faltan muchas personas, ocupadas como estamos en tanto, desde lo familiar a lo laboral, en procesos artísticos o curatoriales y de mediación, o bien vitales (aunque todo lo anterior también sea la vida). Pero algunas sí han querido aparecer, sirviendo de embajadoras de las que no y de este conjunto inesperado tan enriquecedor formado en el Máster de Huarte.

Natalia I. Sarratea Historiadora del arte. Conservadora de bienes culturales. De Santiago de Chile, en Navarra. Web: dealtares.blogspot.com/

 

 

Jon Txomin Enciondo Pintor De Bilbao, en Lekeitio web: cargocollective.com/Jontxo IG: @jon.txo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ioana Hernandez Arriaga Pamplona Ceramista IG: @io.zeramika

Andrea. De Gasteiz-vitoria, en Barcelona Artista visual. Historiadora. Fanzinera. https://issuu.com/eki_zines

 

 

 

 

 

 

 

 

Oier Zuñiga Actor, pintor, artista visual Pamplona – Iruñea IG: @oier_zuniga web: www.behance.net/oierzuiga

Aitor Bengoetxea Odriozola. En Iruña. Gestor de proyectos artisticos y culturales en Dinamoa Sormen Gunea. www.dinamoa.eus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Itziar Markiegi. De Atarrabia, en Bilbao. Artes plasticas-sonoras. Ruido. WEBs: – itziarmarkiegi.tumblr.com/ – janajan.bandcamp.com/ – janajan.tumblr.com/

Pía Troglio. Artista visual. De Buenos Aires, en Cuenca. IG: @piatroglio

 

 

 

 

 

 

 

 

Katixa Goldarazena Azpirotz Arruitz (Nafarroa) Artista plástica IG: @katixa_goldarazenazpirotz

 

Oihane Mcguinness Armendariz. De Iruña, en Bilbo Arte visual e investigación Web: centrohuarte.es/mapeo/search.html IG:@ oihanemcguinness

 

 

 

Sara Torres López Diseñadora De Tarragona, en Hospitalet del Llobregat IG: @saratorreslpz

 

 

 

Ana Cavilla Directora de escena y docente De Cádiz, en Madrid IG: @anacavilla

 

*  *  *

6: De la trampa del centro a las constelaciones invisibles
Durante la residencia mencionada en TEA, hablando sobre obras que hablan del territorio y su reconfiguración, de colonialismos, del viaje como proyecto, del mapa como huella y potencia, o de la pieza de arte como rastro, testimonio y archivo, una conversación con Aitor, compañero de máster, acabó entrando a los paneles de apuntes a modo de mapa que fui encontrando:

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1 de los 2 paneles de apuntes en TEA

 Aitor. – Me hace sentir cerca de ti, de lo que hablamos, de que el proyecto (y la vida) más allá de la isla, lo supera, invade otros territorios no físicos. “Huarte” es en castellano. En euskera es Uharte. Ur = agua + arte = entre >>> Entre aguas! / Isla! Y hay otra coincidencia con lo que has escrito. Trampa también se dice “artea” en euskera. La trampa que comentas en el post-it. Parece que ya estaba escrito, ya estabas predestinado al ur-artea, la trampa entre aguas…

* * *

Tenerife es una trampa disfrazada de isla, como cada lugar que sucumbe a sus costumbres, se disfrace de capital o de pueblo. Con el tiempo disparado por alertas, pasa lo que en cada sitio. Una actividad frenética que indica un movimiento doble. De huida hacia adelante y a la vez de permanencia en lo esencial, soltando otras cosas. Aparecen así propuestas nuevas y otras transformadas. Más huecos abiertos en la realidad por donde enhebrar hilos para un tejido posible. Entremos:

  1. La Cresta, en TEA, muy mencionada por la contingencia de estos fragmentos, se expandirá este 2021 como un contexto donde Carlota Mantecón espera dar una atención especial al diálogo y trasvase entre lo individual y lo colectivo, atendiendo a lo que se está gestando por parte de muchos artistas locales y el contexto cultural que conforman. Un segundo año para esta propuesta que busca también servir para observar las correlaciones establecidas y su sentido.
  1. Un contexto que encuentra nudos y entrelazamientos como los de la Asociación Cultural Solar, un tejido en sí mismo que ha resistido las inclemencias de estos tiempos precisamente por haber trabajado siempre a largo plazo ese espacio de vínculo colectivo, y para el que este 2021 se plantea como una ocasión de expansión discreta y participante.
  1. Contextos hechos por gentes y aportaciones muy diversas, que ante la necesidad se juntan para protegerse y potenciarse. Así ha sido alrededor del Teatro Victoria y su festival Canarios dentro y fuera. Convertido ya en una tradición por el empeño insistente de Roberto Torres, con una edición más amenazada (y tal vez más defendida) que nunca, reforzada por una súbita metamorfosis a muestra online que ha producido una sensación de regeneración y frescura, posible por la acción de artistas (y públicos) afines, empujando todas a una.
  1. Versiones online que han salvado también propuestas recién nacidas, como el Festival Aarder, encabezado por Acerina Amador, apostando desde su la primera edición por la sostenibilidad un encuentro vinculante entre prácticas artísticas y ecofeminismos. Algo ya presente en sus trabajos escénicos y que estará en The last animal, pieza que trabaja para su próximo estreno.
  1. Versiones online que ya estaban planteadas de antemano para una nueva forma de resistir por parte de la segunda edición de HER feminist festival, planteado a través de una forma híbrida, donde una plataforma para el trabajo de artistas y creadoras se encuentra con un espacio para la exposición teórica y el debate desde perspectivas feministas y desde las disidencias. Festival pensado para el streaming, pero con la posibilidad de compartir estas transmisiones de manera presencial en nuestro amado Equipo Para, espacio imprescindible para entender que todo esto que contamos pueda suceder. Porque es un lugar que es otra casa y trinchera de afectos, refugio de encuentro para los entrelazamientos y las conversaciones.
  1. Mientras, el Festival, el Keroxen, latiendo entre lo virtual y lo presencial, con conciertos de aforo reducido pero con la misma potencia y calidad, deseando recuperar su lugar en el Espacio Cultural El Tanque, la catedral de la electrónica deseamos reencontrarnos.
  1. Porque nuestras acciones dejan huellas invisibles. Y de eso hablamos en Gran Canaria, de donde he contado mi paso, pero no qué pasa. Donde Gregorio Viera y Carmelo Fernández hablan entre sí de festivales y contextos, de memoria, de comunidades y vínculos pasados. De archivos y emociones. De la necesidad de una recopilación que revele historias aún vívidas. Donde Raquel Ponce me cuenta acerca de 4 colores en blanco, su nuevo proceso creativo, desarrollado a partir de su estancia en AltoFest, pequeña gran casa y familia que tenemos en Nápoles. Un vínculo afianzado a través de Dance Inter Faces, encuento bienal desde el contexto del LAV y gracias al que en esta nueva pieza diera sus primeros pasos, con todo por delante, para evolucionar ahora, muy arraigada a procesos anteirores como Taller de público para público, uno de sus trabajos fundamentales que a lo largo de cinco años le ha permitido evolucionar e investigar tanto como para entrar de manera prometedora en esta nueva fase. Raquel, que me cuenta también que no deberíamos perder de vista la exposición que está por llegar al CAAM, para la cual se convoca la audición ya mencionada de Xavier Le Roy, artista que tendrá su trabajo presente en ella a través de cuerpos de Gran Canaria, mi isla de en frente donde la suerte quiere que me encuentre también con Masu Fajardo.
  1. Masu me habla de Otros cuerpos, su comisariado para el TEA que, como suele ser habitual en ella, viene haciéndose desde atrás. Desde los Encuentros sobre cuerpo y performatividad planteados en varias ediciones, hasta The future is late(r), experiencia de donde se deriva la misma necesidad urgente de plantear otro tipo de encuentros para el contexto artístico que propicien la apertura a nuevas prácticas y saberes, capaces de proponerse como reto, y que participar en ellos suponga también poner en juego de forma común la valentía de dar un paso hacia lo desconocido, sosteniendo conjuntamente una incertidumbre. Un programa que aún en construcción, por las circunstancias que vivimos, contará con la participación de artistas como João Fiadeiro o, casualmente, también Xavier Le Roy, entre otros nombres locales e internacionales, en una intención de volver a las fuentes de trabajos iniciadores del conceptualismo escénico en Europa, de cuyas herramientas pueda empaparse el entorno, accediendo a un archivo vivo de la historia. Todo esto al mismo tiempo que Masu acaba de comenzar una nueva indagación escénica en la que será la primera residencia artística de 2021 de esta nueva fase de Tenerife.LAV y que aún solo con intuiciones al respecto, llevará el título de Una pieza desconocida, muy en coherencia con su línea y su momento.
  1. Y por supuesto, Tenerife.LAV, el Laboratorio de Artes Vivas de Tenerife, donde sigo haciendo labores de acompañamiento artístico a proyectos creativos, mediación, crónica y demás tareas, que tras años de experiencia avanza con un paso crucial que lo reinventa y transforma, en una andadura revitalizada por la incorporación de Tamara Brito de Heer y Beatriz Bello, y donde el Laboratorio hace un movimiento centrífugo y otro centrípeto: se cobija en el Espacio La Granja de Santa Cruz de Tenerife, enriqueciendo su actividad y programación, y a la vez que situa parte de sus acciones en distintas localizaciones de la isla, mediante el vínculo con muchas de las propuestas, personas y espacios nombrados anteriormente (¡y con otros!) Algo que ya venía sucediendo orgánicamente y que ahora cristaliza como parte central del proyecto.
  1. Espacios que sentimos marcados por nuestro paso, de los que nos llevamos su marca. Donde vemos su activación vinculada pero autónoma: por ejemplo, en Danza en breve, el programa estable y necesario de piezas de danza contemporánea propuesto por Javier Cuevas para el Teatro Leal de La Laguna, antigua sede del LAV, como una reminiscencia saludable de haber habitado ese lugar.

7: herencia y agencia
Por supuesto que este listado es insuficiente y deja fuera otros contextos como el FAM, Festival de las Artes del Movimiento, que resiste igualmente. Así como la labor por las artes escénicas generada desde otras islas. Tampoco profundizo en la persistencia de un proyecto que me enamora: Barriometrajes. Una maravilla generada por la conjunción de gente de la arquitectura y el cine en un trabajo que lleva la estética al barrio no para hacer “cine participativo”, sino para que a través de su labor minuciosa, puerta por puerta y en conjunto, sea el propio barrio el que cuenta sus historias particulares en forma de cortometrajes, desde el documental y la ficción a lo experimental.

Ni siquiera en el apocalipsis de este texto puedo detenerme en piezas recientes o en proceso, de artistas como Élida Dorta, Teresa Lorenzo o tantas otras. Y lo que en ellas late entre primera vez y experiencia consumada, a veces fruto de nuevas colaboraciones. (Pero todo esto tal vez lo contaré mejor otro día). Porque esto se acaba ya, por fin.

Sin embargo, para cerrarlo como es debido, es preciso que volvamos sobre la idea de periferia. Porque siento que desde Tenerife, como desde otros «lugares lejanos» o «periféricos», todo este lío vírico nos ha hecho dejar de lado nuestros discursos de inferioridad, tan comunes, casi autóctonos. Tal vez, ocupadas por lo primordial, estemos notando cómo seguimos teniendo como referentes algunos grandes centros. Pero de otro modo. Como si ahora no los tomáramos como referentes absolutos, sino mediante una tendencia sana a reactualizarnos y conectar. Una tendencia que debemos cuidar al extremo. Para que en estos tiempos revueltos no se nos cuelen por debajo de la puerta narrativas similares a la de La noche de los cuchillos largos. Asegurándonos de colocar siempre filtros conscientes entre lo que vemos y lo que hacemos, para no imitar sin querer. Porque sea esto lo que sea, atravesamos un momento que parece crucial para implicarnos en lo que llevamos años interiorizando y reproduciendo acerca del tópico sobre lo común. Desde el 15M hasta las frasecitas de Mr. Wonderful que compartimos. Desde los libros de Marina Garcés hasta haber asimilado como propias esas frases de sobre de azúcar sobre la zona de confort, que repetimos como cotorras sin saber bien de dónde vienen. Parece que ha llegado el momento de poner todo eso en juego, pero de verdad. Y jugarlo en serio. Jugar este partido con el equipo que nos ha tocado. Momento donde ya no vale pararse a pensar en quién hubiéramos elegido. O en si me hubieran elegido a mí. Sino con quien nos ha tocado. Y si realmente queremos encontrar en nuestras prácticas algo propio y a la vez disidente con respecto a lo establecido, quizá deberíamos empezar por soltar los cuchillos. Liberarnos las manos para ocuparlas en construir algo que no sea una propiedad privada, sino la extrañeza desconocida de lo común, para la que no hay plano a seguir. Porque “trabajar a favor de algo que sabemos mayor que nuestra singularidad” es una noble apetencia que queda genial en la ficción de una peli, en una novela, en un anuncio de Amazon o en un discurso. Pero en el día a día no es algo muy agradecido, que quepa en cuatro stories de Instagram y chao. No viene con efectos especiales que nos indiquen que vamos bien. No tiene aplausos añadidos para cuando llegue la bajona, ni una épica que nos devuelva satisfacción instantánea. Así que…

Con todos nuestros centros fuera de eje, con nuestros bagajes, con nuestra historia, hecha de hallazgos y pérdidas. Con lo que nos ha conformado hasta ahora roto, sus trozos en el aire, con todo atomizado, caído en el pedregal de lo común… ¿Qué decidiremos hacer? ¿Al servicio de qué pondremos nuestro deseo? ¿A ser y hacer parte de algo por llegar, compartido y desconocido? ¿O a paliar la incertidumbre reafianzando lo que somos y poseemos? ¿Tendremos la templanza, la paciencia y los valores para recomponernos con trozos propios y ajenos, sumando partes de otros a los huecos que quedan en lo que somos? ¿Seremos capaces de dejar que con algunas de nuestras partes se conformen otros cuerpos? 2021 sigue siendo el año de la pademia. Un capítulo recién estrenado al que no se le ve el final, que iremos escribiendo vivamente. Se nos abre por completo la disyuntiva. Entre el camino de seguir luchando o el de encontrar otros modos de avanzar, ajenos a cualquier sentido belicista. Tal vez guardando los cuchillos, sirviéndonos de nuevas herramientas. O dejándolos a la vista, sobre la mesa, usados solo para partir el pan. Porque queramos o no, nos dirigimos a otro sitio, más revueltas que juntas. Y hace falta compartir ese pan. Necesitamos el apoyo, más allá del gusto. Igual que nuestro apoyo le será necesario incluso a quienes no le gustamos. Y aunque toquemos a menos cantidad, pasa que en la necesidad superada en común hay un alimento adicional. Porque aunque se olvide, ocurre que sumar no es siempre solo matemáticas. Y esa forma de sumar beneficia la memoria. Sería bueno no olvidarlo.

La noche de los cuchillos largos – parte 1

primera entrega de una parrafada en 7 puntos que creo necesaria

1: Todo atomizado
Si ya era difícil encontrar hilos con que unir temas para el reto abierto de asomar por aquí (hola), con las bandadas de cosas (muchas medidas antivirus, una navidad, varios desbordes de trabajo, un asalto al Capitolio de EEUU, 6 días de cuarentena, una tormenta enorme, otra (re)caída por agotamiento+ansiedad, algunos viajes) que cruzan esta escritura (acerca de multiplicidades y convivencias) encima este texto, como un motor viejo, ha arrancado en falso muchas veces, partiéndose en un pedregal de notas inconexas que miro sin saber si pegarlas, y presentar una nota-monstruo, o triturarlas y dar puré de notas. No se. Admiro la determinación de tanta gente. Flipo con la hiperactividad de otra. Veo todo cada vez más como un marciano o un viejo. O un marciano viejo. Y creo que a mi texto re-roto le pasa lo que a nuestros rompidos entornos: Tanto querer y no poder demoledor. Y habitar ruinas sin vocación romántica. Pero pasa que, con todo atomizado y en suspenso, lo que ocurre es justo eso. Que está todo en el aire. Desplazado, desplazándose. Una incertidumbre que también es ligereza. Y sostenida en el tiempo pasa de ser circunstancia a lugar:

Un lugar para las carambolas y los choques.

Para los giros inesperados y las separaciones.

Para los conjuntos impensables, las influencias y los agarres.

Para parar, reparar, respetarse, reproducirse, tras tanto producir.

Para las inercias, los afectos, las fusiones y los quiebros.

Para el turno de los últimos, aunque nunca lleguemos a primeros.

Para los contagios, las proximidades, los tropiezos, las cercanías y las negaciones.

(No, no iba a escribir negociaciones. Este no es su lugar. Pese a todo atomizado, habrá quien siga en eso, pero de verdad, que salga amablemente. Que libremente mercadee en el mercado libre, que aquí hay gente aún chocándose, en proceso de perderse, encontrando qué hacer con sus trozos revueltos entre los de las demás).

2: No puedo escribir porque estoy escribiendo
Tercera semana de noviembre. – Tomo un café antes de retomar el trabajo en residencia artística que hago en TEA (Tenerife Espacio de las Artes) dentro del programa La Cresta, comisariado por Carlota Mantecón. Se titula Contar con el otro como ningún lugar en la Tierra. La idea compartida ha sido convivir con la expo colectiva Como ningún lugar en la Tierra, comisariada a su vez por Néstor Delgado. Poner mi subjetividad en juego, dejándome atravesar por las obras que le dan forma para tomar apuntes que vertebren múltiples relatos sobre ellas. Y en una actitud que creo antiacadémica o al menos heterodoxa, dejarme arrastrar por el flujo de esos relatos, orientando sus rápidos en un caudal unitario que desde el primer día se lleva consigo mi punto de vista, mi juicio, mis formas de escribir. Que acaba transcribiéndome a mí mismo, conteniéndome, al pasar los días en un museo practicando una escritura que siento performativa, o al menos performativizada e incluso performativizadora. (Pero todo esto tal vez lo cuente mejor otro día). Porque a la vez llevaba ya unos meses cursando el Máster que ofrecen el Centro Huarte y la Universidad Pública de Navarra. Con clases online que recibo en el museo / espacio de trabajo / libreta de apuntes. Y dejo de saber si las clases son notas al pie de la resi o al revés. Así, mucho de lo generado en el proceso creativo se convierte en trabajo final para María Rosón y su asignatura de Cultura visual y Género. Luego, soy yo quien va a Pamplona. Y aunque mi cuerpo no esté en el TEA, el trabajo no para. Continúa allí en la semana intensiva, en mi pensamiento y sensaciones, en mis ratos libres y este ordenador, en mi cuerpo y mi conversación. Hasta sentir que ya me voy de Huarte. Que me voy, no que vuelva a Tenerife. Un movimiento que me hace caer de lleno al caudal del TEA. A más relatos. A algunos remolinos. Tocado, hundido.

Primera semana de diciembre. – Tomo una pausa con café. Recibo un mail que propone relatar para TEATRON qué ocurre por aquí y por Huarte. Cómo decir que no distingo. Que aquí es este cuerpo donde Huarte y Tenerife ocurren. Cómo decir que no.

3: Como ando en una cinta de Möbius,
cuando vuelvo se que estoy del otro lado

La RAE tiene una acepción de Casa que dice: “Personas emparentadas que viven juntas”.

Segunda semana de diciembre. – Salgo de casa (Tenerife) hacia Gran Canaria. A trabajar en lo poco presencial que ocurre. Con el grupo de Tenerife.LAV, que somos nuevo equipo. (Pero todo esto tal vez lo cuente mejor otro día). A hacer El Parlamento del Futuro, novísimo proyecto del LAV. Propuesta participativa, escénica y de mediación para jóvenes, a quienes se les propone un espacio híbrido, entre parlamento y tarima de go-go (con estrados enfrentados presididos por una dj a los que se suben para debatir temas y bailar temazos). Y eso hacen. Sesiones techno-parlamentarias para argumentar el cuerpo y posicionar las palabras. Los temas a discutir son la hipotética oportunidad de imaginarias leyes venideras, a aprobar en el porvenir. (¿2040?). Ese presente donde se verán las caras nuestra herencia y su agencia.

Acabada la sesión me quedo, sigo yendo. A Las Palmas, al encuentro de Raquel Ponce y Gregorio Viera, cuánto tiempo, y tú qué tal, antiguos proyectos, nuevas estrategias, risas y novedades. Me dan donde dormir (pequeña casa). Tiempo que paso ante esta pantalla, tanto atrasado del Máster. Día siguiente. Último envío. Apago y corro a reencontrarles. Llego segundos tarde a un momento crucial: El CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno) ha celebrado una audición para formar parte de una pieza de Xavier Le Roy. No me he presentado. A mi agenda no le quedan huecos. Quienes han ido toman algo ahora. Con mi llegada a la terraza de la cafetería los cuerpos se disgregan, la sonrisa aún puesta tras una foto que he visto sacar desde el fuera de plano que ocupo en la vida. Un encuentro inusitado para todxs, al darse aquí, ahora, así. Y entiendo que no llego tarde a eso, sino puntual a mi lugar. El de atestiguar la magia del pliegue de una historia de la que no formo parte. Y la foto era algo así:

4: Huarte es una isla que juega a estar en tierra firme
Día siguiente, avión Gran Canaria, Pamplona. Cuerpo – Afectos – Territorio subtitula el experimento que hacemos vestido de Máster semipresencial. El plural ancho de un grupo humano tal vez dispuesto a casi todo, formado por un entregado equipo directivo y docente, más un alumnado que es una extraña tribu. De orígenes muy vinculados al contexto navarro y vasco, o tan remotos que casi exóticos. De sensibilidades afines en una disparidad de personajes de toda índole, que pueden contener trazas de artista visual, historiadora del arte, bailarina, terapeuta, diseñadora, gestor, trabajadora social, activista, performer, ceramista, teatrera o músico. Gente lista, sensible, abierta y dispuesta. Lo suficientemente loca como para leer sanamente en el año de la pandemia una oportunidad, no un obstáculo. Gente que éramos solo caras en pantallas, convertida en ojos sobre mascarillas, deseando abrazarse, pero no. Queriendo que el máster vuele alto, pero paciencia. Como un motor roto, todo atomizado, fragmentos en el aire. La gestión de perder cada cual sus propios trozos en el pedregal común. De construir un nuevo cada cual con los trozos que toquen, cuidando un conjunto del que, más que nunca, sabemos que todo el mundo es parte.

5: Casa era otra cosa era esto
Una semana al mes trenzo otra vida con cinco de esos cuerpos a las otras tres semanas que paso solo. Cuerpos presentes que al juntarse dan cuerpo a esta realidad volátil como gel hidroalcohólico. Que llenan de atención, mirada, presencia y risa algo que llamar común, en un acto de activismo nanométrico, de terrorismo afectivo. Familia construida con la que vivo a dosis, maquinando llevar a cabo alguna acción cultural. Tramando posibilidades desde nuestro piso-trinchera. Todo en torno a este Máster en Huarte, irrepetible y raro. Hueco abierto en la realidad para tocar su raíz, donde sembrar otras. Donde cualquier persona es antes novata que alumna o profesora. Y donde entre cuerpos, afectos y territorios, encontramos asignaturas que aprobamos, de las que aprendemos y algunas que se vuelven reveladoras.

fin de la primera parte – segunda parte aquí

Esto no es una crónica del FAM 19

Entre los pasados días 5 y 9 de junio se desarrolló en Tenerife una nueva edición (y van 9) del FAM, Festival de las Artes del Movimiento, organizado por el Cabildo de Tenerife. Un nombre concreto pero ancho a la vez, que permite imaginar trabajos muy variopintos en su cartel, desde la danza al circo. FAM desplegó su programación por distintos espacios de de Tenerife, en teatros, calles y plazas, consolidando aún más la buena salud de este encuentro anual con una serie de actividades alternativas para hablar también de los alrededores de la escena y su salud. Por todo ello esta no será una crónica del festival, como indica el título. Si a estas alturas a muchas personas ya no nos atrae tanto la idea de festival, que suele suponer un atracón de trabajos sin tiempo intermedio de digerirlos, hacer crónica de ello sin un plan o sin colaboración sería un despropósito que obligaría a enumerar propuestas. Puede ser que esto también empiece a comprenderse desde algunas instituciones, pues esta vez se ha elegido no saturar y ofrecer también esos espacios de encuentro y discusión. Quienes quieran echar una ojeada a más información, el enlace del principio.

De todas las propuestas, tan variopintas como atractivas, haré unos comentarios solo de dos. Qué más quisiera que poder pasear por la mayoría (poder, con los recursos que eso supondría). Al menos este par de piezas, ni peores ni mejores, por suerte han nacido en lugares remotos la una para la otra, pertenecen a ecosistemas distintos y eso enriquecerá lo que pueda quedar entre líneas, que es probablemente lo mejor de lo que uno escribe, lo rozado, casi dicho, lo que se lee sin palabras.

Para hablar de Las Alegrías, trabajo en estreno con el que Paula Quintana inauguraba a la vez el festival es preciso hacer un ejercicio grande de distanciamiento, no se bien por qué, pero ya lo he dicho. Ahora recuerdo que viéndolo, viéndola no pude quedarme en el asiento, no pude abandonarme a contemplar, con ese abandono que significa involucración plena. De Las Alegrías hay tanto por decir que es un jaleo comenzar. Es un solo acompañado, como podría definirse, tanto, que requiere nombrar a muchas personas y alargaría esto como un gran programa de mano. Si bien, es ineludible la mención al acompañamiento artístico y la dramaturgia a cargo de Javier Cuevas, presencia constante que ha imprimido su carácter en lo que ocurre en escena y que también ha limado lo que de antemano pudiera caracterizar a la bailarina, haciendo posible tanto un entorno como un modo de habitarlo inexistente antes de que ambos colaboraran, y muy probablemente igual de sorpresivo y extraño para ambos. Aunque eso de limar no se ajusta a lo que quiero decir. Sustituyamos limar por moldear, pero sin molde, sino con las manos, pensando que dramaturgia, espacio, cuerpo, movimiento y carácter se han juntado de manera líquida para ser, ahora sí, un material con el que conseguir ese algo fluido que no termina de ser ante la mirada y que, por tanto, se escurre, se deforma entre las cuatro manos que lo sostienen, lo remueven, lo agitan o lo apaciguan.

Sin embargo, hay gente cuyo trabajo es materializar ese espacios, hasta entonces solo ensoñación, al que Javier invita a pasar a Paula, al que Paula pasar atravesando a Javier, sin que ninguno lo reconozca como casa. Construir un espacio para el tránsito hecho de tránsito. Un espacio líquido, como el sueño vívido de un paraje natural extraño, orgánico, un espacio en movimiento, constantemente auto-regenerándose, de lo micro a lo macro, un hueco en una profunda caverna subterránea o una burbuja a unos centímetros del borde de la atmósfera, pero ya en su exterior. La gente que hace que eso sea posible y se den párrafos como éste se hacen llamar CUBE.

Ese espacio, caverna o burbuja, es un vacío latente, como el interior de un órgano de un animal vivo, recorrido por una la luz como sabia o sangre blanca, que hace que resulte lejano e ingrávido en su conjunto, o bien que se nos acerque y apreciemos el peso del cuerpo milagroso de Paula sostenida sobre las aguas. Pero su cuerpo no se establece en lo milagroso para ser admirado como tal. Porque las formas en las que se mueve son salpicadura, agua que quiere sublimarse, como primera vida en un caldo primigenio con la voluntad de saltarse cada peldaño de la evolución y erguirse. Esa salpicadura, que es agua buscando una verticalidad invertebrada es Paula en movimiento.

Reversionar el mito de Narciso hoy, del que tan aquejados estamos, y superarlo solo se puede hacer desde lo femenino, en un sentido amplio. Y claro que Narciso era femenino, basta pensar que se enamoró de su imagen líquida. Sin embargo, esta Narcisa de Paula sabe de su propia naturaleza líquida y tiene lo que le faltara al mito, el compromiso al completo con la feminidad, que no desdeña la escucha. Y es ahí donde otros cuerpos entran a bailar, dando forma a un sistema que como público astrónomo podemos estudiar, investigando qué gira en torno a qué, qué leyes rigen el campo gravitatorio de ese hueco robado a un sueño en que se convierte por instantes la caja escénica.

Vuela, ajeno y suficiente, el asteroide o la roca, el tótem o la montaña desprendida, ese artefacto fruto del hacer de Tahiche Díaz, escultor y realizador de instalaciones que en este caso también ha participado de la misma escucha. Con ella ha dado forma a otro cuerpo, tosco y pesado, corporizando lo primario como un diamante no tallado que entra en la órbita que los pasos de Paula generan en ondas concéntricas, plegando la piel del espejo sobre la que se reflejan las distancias, volúmenes y huecos de este dúo. Poco a poco, la evolución peculiar de este mundo/pieza supera el vacío inicial. Como si el movimiento de estos dos cuerpos y sus reflejos lo produjeran, el sonido comienza a fluir, dando cuenta del aire que vibrando, aúna las distancias. La música, a cargo de Óscar Villegas, genera todo esto de un modo sutil, tanto, que sus distintas capas van apareciendo sin que lo notemos especialmente hasta que algo se instala y desaparece, tal y como ocurre con el cuerpo del meteorito y el de Paula.

Las Alegrías es una oda sin épica, una ensoñación sin referentes obvios que mientras transcurre nos mece, nos baja la tensión pero no la atención, que cuando acaba no acaba, porque va acabando, está acabando desde el primer segundo, en una concepción del tiempo como vórtice que subraya lo efímero de la mínima eventualidad. Las Alegrías no tiene euforia, no trata el sentimiento, sino que a través del establecimiento y la retirada de las distintas capas de los elementos que la integran va atravesando sensaciones. Es una obra sin palabras que no necesita que quien la mira se las ponga. Mucho menos éstas que escribo. Así cada cual la hace desde fuera, dejándose arrullar por un baile cósmico y moviéndolo al mirar un posible ritual folclórico del futuro donde nada está exacerbado.

Amuhaici Luis, con un vestuario igualmente adecuado ha sabido rimar su verso con el resto del poema para que cosas como ritual del futuro puedan ser imaginadas. Y por otra parte, Roy Galán ha tenido la tarea de escribir un texto de, para, por, desde, entre, la pieza. Un texto homónimo, publicado por Con tinta me tienes que no se ve en la pieza, que no sirvió de inicio ni le da fin, que no explica el trabajo ni lo apoya. Un texto que es otro reto, pues es escribir sobre un poema que ya dije que está hecho sin palabras. Un texto que nace del mismo cogollo creativo, como si una semilla del espacio exterior hubiera germinado en la tierra y al brotar la planta diera cuerpo, agua, diamante, sonido, palabras, luces, gravedad, reflejos, ecos y silencios. Porque tal vez toda alegría comparta el mismo átomo de paz sin la que no podría ser posible.

La segunda pieza de la que diré cosas es Esto no es una prueba de sonido, de Carlota Mantecón. Al igual que antes, que no lo dije, se me hace un poco más complicado comentar cosas de personas a las que conozco. Este vuelve a ser el caso, como antes, con tantas personas cercanas formando equipo, gente nombrada y no nombrada. Tal vez empiezo así porque ésto es lo único que ambas piezas comparten. Esto y que ambas son solos, pero solos que no están solos. Ahí se abre otra puerta por la que no entraré, pero que señalo para pensar cuánto de la vida cotidiana puede haber en eso. Hacer solos acompañados. Ahí lo dejo.

Como Magritte, Carlota comienza estableciendo lo que no es. Las expectativas, a las que les gusta la marcha, están deseosas de saltar. El linóleo blanco, la luz uniforme y general. Vaya. He usado dos adjetivos muy militares para hablar de la luz. Puede que no sea casual, y por eso algo en nosotros asimile rápidamente que Carlota entre en escena vestida de una pieza, con un mono de trabajo, cual obrera, a lo Meyerhold. Y sí, todo esto es la mar de subjetivo, son construcciones mentales elaboradas a partir de pequeñas informaciones de alguien que ha asistido a su (también) estreno, construcciones incluso de lo que el resto de espectadores podría estar recibiendo subliminalmente. ¿Es consciente esta decisión? Mejor dicho, ¿es intencionado sugerir algo de esto al tomar esa decisión? Realmente no importa. La información está ahí, pero no es imperativa. Podemos tomarla más o menos. El trabajo comienza a desarrollarse, vamos entrando en él. Sin embargo, cuando las primeras propuestas de la bailarina se establecen para que entremos en su juego, algo estalla, algo conecta con todo eso de antes. Esas cosas que eran solo ideas y ahora brillan con lo demás en escena.

Carlota está bailando. Se está desplazando a un ritmo rápido, y constante, algo sincopado, dibujando círculos, más bien óvalos que no son concéntricos, sino que parten más o menos del centro del espacio, como pétalos de una flor. Y ahora acelera el paso, y corre alrededor, manteniendo los giros laterales del torso hacia atrás mientras avanza. Antes de eso no se desplazaba. Su movimiento se mantenía en su eje. Y antes era aún menor. Solamente recorría algunas partes de su propio cuerpo. Todo esto porque antes hay un micrófono inalámbrico en escena. Un cuerpo pequeño cuya cabeza tiene voz. Los pasos de Carlota hacia el micrófono suenan amplificados. Al agacharse a recogerlo, el crujido lento del tejido del calzado, el chirrido amortiguado de la suela en el linóleo. En ese planteamiento mínimo queda establecida la base del juego. Y luego, todo lo anterior.

Hablar de la biomecánica de Meyerhold a estas alturas es como si este blog estuviera lleno de polillas, como si fuera a soltarme una chapa aburridísima. Sin embargo, sin ningún interés en hacer una arqueología escénica, hay algo de todo eso filtrado lo que Esto no es una prueba de sonido propone, y digo filtrado adrede, por no decir infiltrado, pues no podemos saber hasta qué punto ha sido una decisión consciente y hasta qué punto un hallazgo o una intromisión mágica del destino, estas cosas buenas que aparecen cuando uno iba en busca de su cosa.

Esto no es una prueba de sonido es una pieza de danza sonorizada, o un instrumento musical bailado, un solo tocado a cuatro manos y dos cuerpos, un dúo dinámico, o una instalación sonora intervenida. Poner micrófonos a la danza o poner cuerpo a la instalación sonora. O poner la norma de no definir cuándo se está en una cosa y cuándo en la otra. No distinguir. Estar. Estar vibrando. Bajar. Bajar mucho. Ir a un principio muy básico. Si lo escuchas es porque ha sonado. Si suena es porque algo ha movido otro algo que se mueve, que mueve una onda que mueve el aire que sigue moviendo la onda que entra en tu oído y que martillo, y que yunque, y que tímpano y que estribo y que microvibración, que electricidad, que información neuronal, que escucha.

Desde este punto de vista, tal vez gracioso, pero torpe en mi exposición, el hacer de Carlota se entiende mucho mejor como operaria de su pieza que estrictamente como bailarina, y mucho menos como intérprete. Al presentar su propuesta, Carlota se dispone como cuerpo vibrante a surcar las dinámicas del sonido de su propio movimiento en escena. Pero como una mesa de sonido retroalimentada, que recibiera el mismo sonido que estuviese emitiendo, a lo largo de su travesía encuentra, cómo no, momentos de acople de frecuencias que producen estridencias, tanto como silencios producidos porque las ondas sonoras que recibe y produce se neutralizan. Así, el cuerpo genera sonido y el sonido corporalidades posibles a las que el cuerpo-operario, sujeto y a la vez objeto de la propuesta reacciona en un presente contínuo.

Pero Carlota no está para nada sola en todo esto. Ese dúo, ese solo a cuatro manos y dos cuerpos lo realiza con la encomiable labor de Luz Prado, que además de su buen hacer, apoya el discurso anterior sobre la operatividad de la pieza y su concepción instalativa estando muy presente en todo momento, pese a permanecer inicialmente tras la pantalla y la mesa de mezclas. A las primeras incursiones de Carlota al micrófono va añadiendo paulatinamente delays con cuyos tiempos y feedbacks va jugando. De ese modo, algunos sonidos del cuerpo de Carlota quedan atrapados en repeticiones largas, sonando idénticos o degradándose cada vez, perdiéndose o permaneciendo en bucle. Y es aquí donde entra un cuerpo invisible en la propuesta: el tiempo (y con él, la memoria, la memoria de otros cuerpos y la memoria de los espacios). Sin ningún afán ilustrativo, y del mismo modo que actúa en nosotros el sentido del olfato, el sonido repetido del cuerpo y las voces, bien instantáneamente o bien transcurrido un tiempo en el que lo olvidamos, nos trae de vuelta (representa) los movimientos que lo produjeron. Por eso nombro ese tercer cuerpo, actor evocado, como cuerpo real. Sobre todo si la bailarina ha parado o ha entrado en una dinámica más pausada y lo que oímos es parte de un momento anterior de gran dinamismo, donde la musicalidad de su repetición nos hace revivir, casi ver la coreografía que suena, completada con la memoria de nuestros ojos.

Con todo esto, hay tiempo para uno de los momentos más hermosos del trabajo, en la que Luz Prado entra en escena, colocándose lejos de Carlota para que tomar ambas el extremo de un cable, hacerlo girar como una gran comba y convertirlo en una onda que gira en M sobre sí misma al acercarse. Una sinusoidal orgánica, ocurriendo en escena, que escuchamos girar ante nosotros.

Grandes trabajos recién estrenados, ambos solos acompañados. De este último uno se va con algunas preguntas que apuntan a lo dramatúrgico. Tal vez por mucha o poca, o otro tipo de dramaturgia, en Esto es una prueba de sonido ocurra que algunas propuestas se dilaten en detrimento de otras que no llegan a establecerse del todo, o donde cabría profundizar aún más sonoramente. Lo mismo ocurre con el efecto que produce el sonido en la memoria. Ambas cosas son minas donde sin duda ambas artistas pueden seguir excavando. Sin embargo, volviendo a lo esencial, pienso en que Magritte decía que no era una pipa su pintura de una pipa. Tal vez Carlota y Luz podrían presentarnos aún más una auténtica prueba de sonido (que negar con el título y la acción), pero que como tal tuviese tanto de sonido como de prueba. Y dejarse naufragar en ella, entrando por caminos que funcionen y abandonando otros que no lo hagan tanto según el día, siguiendo la prueba, moviéndose tras el sonido y viceversa, en ese presente.

Como dije al principio, muchísimas otras propuestas formaron parte de esta novena edición del FAM. Entre otras contamos con la siempre bienvenida Janet Novás presentando Mercedes y yo, o varias piezas con la firma de nuestro querido Daniel Abreu, al frente de LAVA, Cía de la que es director artístico. Me comentaba una amiga hace poco que este año había mucha presencia de artistas canarios y tenía razón en lo que quería decir. Es necesaria esa presencia. Pero así, del modo en el que se está dando. Si hace no tanto festivales como éste tenían un cartel más internacional, lo cual siempre es bueno para nutrirse de otras sensibilidades, en esta ocasión ha habido un porcentaje bien alto de propuestas canarias. Y lo bueno es que se nota que no tiene que ver con un proteccionismo por lo local. Se trata de un cambio de paradigma, pequeño, que no levanta ningún revuelo, pero donde la creación escénica canaria va encontrando naturalmente su lugar. Qué frágil es todo esto. Sigamos haciéndolo entre muchas.

SEÑORAS/PRINCIPIANTES – Entrevista con Carlota Mantecón

Son las 13:30 pasadas del viernes 21 de abril y no he ido a comer, sigo en la sala de cámara del Teatro Leal de La Laguna porque hoy no es un viernes cualquiera. Mientras espero que Irene ZiREjA llegue a la sala donde se quedará ultimando detalles para la muestra en proceso de UnpACKAGING, trabajo que realiza en el LAV en mini-residencia 3’33, me encuentro con una versión muy sonriente de Carlota Mantecón. Y es que acabamos de despedir a un grupo tan grande como alegre de mujeres que rondan los 65 años tras la primera sesión de SEÑORAS / PRINCIPIANTES, el nuevo proyecto que la artista y compañera realiza en LEAL.LAV, y de eso vamos a hablar.

Carlota Mantecón

Aunque yo ya sepa un poco de dónde surge este proyecto y qué cosas previas tiene, Carlota…
Bueno, el origen de esta historia está en un señor al que le empecé a dar clase…

¡Ah! ¿Un señor solo?
Sí, un solo señor.

Pues entonces no lo sabía tan bien…
Le empecé a dar clases particulares de conciencia corporal hace cinco años, justo en el momento que había salido de una formación super académica en danza, en el London Contemporary Dance School. Tuve que adaptar toda esa forma de trabajar a una persona de 80 años que ni por asomo iba a poder… poner su cuerpo a disposición de la danza en esos términos. Eso a me hizo cuestionarme cosas y sobre todo volver a lo básico…

Perdona que te interrumpa… ¿Cómo es que le empezaste a dar clases a una persona sola?
Por una amiga mía que es masajista. A ella le di una clase de conciencia corporal y le ayudó a recolocar los hombros. Eso le afectó en la vista, el ánimo… Esta chica tenía un cliente al que dio masajes durante 7 años, y como es muy creativa, añadía a sus sesiones otros trabajos de cuerpo. Llegó un momento en el que se fue de la isla y me dijo: «eres la única persona que se me ocurre que puede seguir trabajando con él».

¿Era un señor mayor, o…?
Era del que hablábamos antes. Un señor de 80 años, exmilitar. Y nos fue muy bien. Le cambió el cuerpo, la actitud, la predisposición… Durante 4 años trabajamos una vez a la semana. Eso me animó a dar clases de cuerpo y movimiento, de danza para personas de otra edad, para «gente grande», que es muy bonita esa expresión. Empecé a trabajar con ellos, a darme cuenta de que el espíritu por el que se viene a clase es otro, que siguen siendo cuerpos que se pueden oxigenar, que se puede hacer un trabajo de higiene corporal interesante sin entrar en lenguajes tan concretos como una técnica de danza contemporánea o clásica… eso derivó en ganas de que se convirtiera en un proyecto artístico, de ir más allá de mover el cuerpo para entrar en otras cuestiones. Aunque el primero fue un hombre, me resultó llamativo que una vez más fueran las mujeres las que respondieran a este tipo de cosas. En los últimos 4 años las personas con la que he trabajado han sido principalmente mujeres. Eso me conectó con el deseo de hacerles un homenaje por y para ellas con el que entender de dónde vienen y a dónde vamos. Ellas como mujeres que pertenecen casi a otro siglo y yo como mujer que pertenezco a este momento. Ellas también, pero con todo ese bajage. Ahí el proyecto surge… desde esa… ¿sensación? Y ha ido gestándose a partir de lecturas, intuiciones…

Siguiendo el hilo, tras trabajar con aquel hombre, te animas a dar clases, se te apuntan mujeres, les das esas clases, digamos, sin una intención «dancística», es decir, sin intención creativa. Bueno, creativa sí, pero no artística. Sin pensar en una finalidad estética, en mostrar nada. Y ahí se da la paradoja de… ¡Hola! Estamos grabando una conversación…

(Irene, con el grupo de amigos que le ayudan y con su pequeñín acaban de entrar en la sala. Terminamos la conversación mientras se preparan).

Bueno, Carlota, la paradoja que parece darse es que estás trabajando toda esto al margen de lo artístico, pero luego se crea una rutina, en el mejor sentido, y la propia práctica pide esa otra parte. No hay una impostura para crear una obra, sino que la constancia de la práctica solidifica en eso.
Sí. Todo deriva en eso. Naturalmente se nota que hay algo más allá, tal vez por ser un grupo de personas concreto y las necesidades a las que se está atendiendo. Eso nos lleva a preguntarnos, «¿Y ahora, a dónde vamos… juntas… con todo esto?»

Entonces, entendiéndote bien, con esa experiencia y conciencia recogidas durante años tu propuesta en el LAV es plantear el proyecto desde este punto: la práctica tiene una deriva y una necesidad y el LAV puede ser un buen contexto para ella.
Sí. porque también es verdad que yo ya tenía el gusanito y no sabía cómo se iba a expresar. En clase empezaban a aparecer poco a poco necesidades de hacer otras cosas. Entonces hubo un trabajo que vi aquí que fue la cerilla que me prendió para… Hablo de lo que hizo Quim Bigas con los adolescentes…

(Quim Bigas tiene un proyecto de trabajo con adolescentes que deriva en una pieza escénica. Con jóvenes de su pueblo la presentó en el Antic Teatre, Barcelona, con el nombre de FESTUCS. En Tenerife, tras un mes de trabajo con alumnxs del IES LA LABORAL en mayo del año pasado creó el grupo CARNE FIESTA. La pieza que presentaron en el LAV se tituló Activaciones para un rugimiento silenciado).

Carne Fiesta

CARNE FIESTA en el LEAL.LAV. Foto: Javier Pino.

Para mí ese trabajo es importante. Forma un grupo de personas muy específico y atiende a cosas muy importantes en la sociedad, y de repente dije… «oye, esto lo tengo que hacer».

¿Cuánta gente se te ha apuntado en esta convocatoria?
33 mujeres.

¡Eso es mogollón!
¡Sí, es muchísimo!

 

¿Y cómo lo llevas?
Bueno, pues la verdad es que ha sido muy bonito descubrir que hay una necesidad real en el contexto de poner esto en marcha para este sector de «gente grande». Por esa misma sensación de necesidad a mi me apetece darles cabida en la medida que sea posible en el proyecto. Durante las doce sesiones voy a trabajar con 15 y las otras 17 serán invitadas a praticipar durante la última semana y media del proceso, porque se va a abrir un hueco para que ellas puedan estar.

Hoy ha sido el primer día. ¿Qué te has encontrado?
Pues a unas mujeres totalmente abiertas, dispuestas, con muchas ganas, llenas de implicación y de entusiasmo… ¡y estoy realmente facinada! Y con muchas ganas de ver qué nos pasa en esto.

¿No ha habido resistencias, miedos de antemano, prejuicios…?
Nada. Ninguna reticencia. Ningún prejuicio, cosa que me ha sorprendido bastante también, porque yo venía con la idea de que al igual la gente legaría a tomar una clase para ponerse en forma o para moverse un poco. Y cuando les he contado de qué trataba el proyecto PRINCIPANTES y por qué esa palabra, y desde ahí hacia a donde, ha sido todo…

¿Nos lo podrías contar?
A mi me parece una palabra muy bonita. Leí una vez en un libro sobre the beginner’s mind, la mente del principiante. Hablaba de ello como ese concepto en el que situarnos como practicantes de cualquier cosa y en cualquier situación, en este caso, desde el cuerpo. Hablaba de que la mente del principiante contiene una disposición a aprender en donde hay un espacio entre lo que todavía no conocemos y lo que vamos a aprender.

Acabas de hacerme pensar en Juan Domínguez…
¡Ya! Pues es un concepto que invita a que dejes a un lado todo lo aprendido hasta ahora para permitirte aprender lo que todavía no sabes que es aprendible. De ahí surge el nombre del proyecto. Ahora la intención es trabajar a partir del gesto de unos cuados del pintor Jacobus Vrel, del siglo de oro holandes. En sus pinturas solo aparecen mujeres. En esa época el mundo de los hombres podía ser el de fuera, pero las mujeres mandaban en su casa. Me llamó mucho la antención como sus cuadros son retratos de mujeres en donde el gesto está centrado en la mirada y las manos. Ese va a ser un primer foco de trabajo que tiene intenciones de derivar por otros sitios que no se si revelar todavía, una visión de la mujer más contemporánea con la que podemos levantar los brazos por encima de la cabeza y divertirnos.

Levantar los brazos por encima de la cabeza. Me quedo con eso. Me has hecho pensar también en el mimo clásico. Cuando estudias mimo te das cuenta que la mayoría de sus figuras están extraídas de la observación y la abstracción idealizada del trabajo manual, de la actividad física del obrero.
Pues aquí justo lo que hacemos es observar el gesto de las mujeres cuando no tenían ese espacio para ser libres fuera de casa, sino dentro.

Lo que voy a decir se podría malinterpretar fácilmente: no digo que sean gestos femeninos, sino que son gestos suyos. Sin identificar feminidad como identidad, pueden autorreividicarse dentro de su propio gesto…
Sí. Claro que históricamente son gestos femeninos. Pero lo de la identidad tampoco es la idea desde donde yo lo planteo.

Es como volver a lo cotidiano y reivindicar lo pequeño. ¡Déjame a mí que esto lo se hacer yo! Este es mi lugar y aquí soy yo quien dice cómo se hace.
Eso es. También les he pedido que piensen en todos esos gestos, no solo los de los cuadros. Al enseñarles las pinturas en seguida se sintieron reconocidas y me decían: «Bueno, pero es que nosotras nunca le hemos dado valor a eso». Y de repente es darle un gran valor a un gesto que han habitado durante tanto tiempo.

Esta mañana pasó algo bonito. Ellas reunidas en la entrada, con nervios y ganas, y comentando el jaleo que hacía un colegio que salía de ver a la orquesta sinfónica de la sala principal. Qué alegría da un teatro con tantos ruidos y tan diferentes. Tal vez estas actividades con «gente grande o pequeña» rompen la distancia que se imagina mucha gente que no se acerca al teatro.
Sí, todo esto contribuye a devolverle todo esto a quien le pertenece.

Para ver lo que sale del proceso SEÑORAS / PRINCIPIANTES aún quedan tres meses de trabajo. Mientras, Carlota, ¿dónde te veremos trabajar?
Casi me olvidaba. Por suerte voy a estrenar la primera parte del trabajo en el que he estado metida últimamente. Un solo que se titula 17 minutos entre Nadia y yo, dentro de las actividades organizadas para celebrar el Día Internacional de la Danza. Para mí es una ocasión especial porque en todo este tiempo no había vuelto a hacer un solo desde hace 7 años, que tal día como el 29 de abril presenté El corazón de Ofelia. Ahora siento que se cierra un ciclo presentando el mismo día. Pero no tiene nada que ver… Lo de ahora es un solo que tiene que ver con Nadia Comaneci, sobre su figura, sobre la gimnasia de antes y de ahora, cómo se trataban los cuerpos entonces y ahora… y bueno, es una primera aproximación.

Piensas en lo de Quim como la chispa que generó un incendio, aunque para que haya fuego tiene que haber mucho acumulado. Intuyo que el taller de dramaturgia que hicimos en el LAV con El Conde de Torrefiel también fue una chispa que hizo prender algo de todo esto…
Todo lo que ha pasado en el LAV desde que volví a la isla ha sido una acumulación de pinocha para guardar en casa a punta pala. ¡Tengo un bosque, un bosque entero en el salón y en los armarios. ¡Abres las puertas y sale pinocha!

¡Qué bonito! Entonces, peligro de incendio total.
Sin duda. Tendría que nombrar muchas cosas «que han hecho de pinocha», pero el taller de dramaturgia con El Conde fue algo necesario para la toma de decisiones cuando estás ahí afuera en el ejercicio de observación, y ha estado muy presente.

Ese taller, la visita de Quim, El Desentrerrador, de Societat Doctor Alonso, son experiencias que han creado cierta comunidad: de algún modo nos juntan pero no nos identifican de una manera cerrada…
Tampoco puedo dejar de nombrar mi última participación en el trabajo de Carmelo Salazar o el trabajo que en su momento hice con Masu Fajardo, todos han sido motores.

Y tal vez Dance Inter Faces, en ese sentido ha sido otra experiencia colectiva que nos une pero que no estratifica nada, no crea un contexto cerrado al que se pertenece o no, sino precísamente abre o intenta abrir los contextos…
En absoluto, todo lo contrario, eso es lo bonito y lo importante de este proceso, que respira el aire que respiramos todos.

Retronotas_3 / El ejercicio del Amor / Carlota Mantecón + Jesús Rubio

Esta ‘retronota’ pertenece a una crónica escrita para Lagenda de Tenerife tras el estreno de la pieza (noviembre de 2015) en el Teatro Guimerá. He decidido reenlazarla aquí literalmente. Es curioso ver cómo los materiales de un mismo trabajo evolucionan tanto que se acercan mucho más a sí mismos. Y cuando digo eso creo que no solo me refiero al trabajo de Carlota Mantecón y Jesús Rubio, sino a mi propia experiencia como ser vivo que mira cosas fascinado.

«Jugar a imaginar tal aglomeración de esculturas que ya solo pudiéramos percibir el cuerpo».

Así, con un título más largo que un día sin pan iba a empezar esta entrada. Luego he cambiado de parecer por esto de la utilidad. Un título es de esos lugares donde un recorte puede venir bien cuando no se ajusta, cuando no es justo. De resto, a las piezas que conforman eso que con la boca llena llamamos la Cultura habría que dejarlas intactas. Deshacernos en su lugar de los dueños de las tijeras, que normalmente no las comprenden o ni se interesan en ello, por tanto, no se ajustan. Pero como las palabras siguen siendo gratis y nunca vienen solas, no solo mantendré la frase larga, sino que haré un despilfarro y añadiré la imagen que la acompaña. Una no es anterior a la otra. Ah, por cierto, esta parte sirve para hacer libre asociación. Yo lo he hecho y me lo he pasado bien:

El ejercicio del amor

Ahora me tiraré el rollo de que este es uno de los cuatro análisis de la belleza que realizara nuestro amigo William Hogarth en pleno siglo XVIII. Abigarrados y misteriosos, con toda la mala leche o el sarcasmo, si se prefiere, en sus grabados esa parte ácida es muy importante, como si gracias a ella se elevara el discurso presentado entre líneas de la mera exposición a un lugar de fresca lucidez donde el que mira puede acceder al código que se le presenta también desde una leyenda icónica, y usándola interpretar la imagen con libertad.

Porque el marco que precede la imagen es un damero sistemáticamente dividido, con una variante graduada, entre otras cosas, de la curva serpentina, junto a dibujos de objetos donde ésta está presente: un corsé o el propio rostro humano. Según la S de la línea se pronuncia menos o más los dibujos que la contienen pasan de lo anodino de un simple monigote al paroxismo de lo grotesco, como ocurre en las versiones extremas de los corsés, incomodísimas: una extremamente plana, la otra demasiado curva. El marco abre una perfecta perspectiva canónica donde personajes ilustrados (en los dos sentidos) estudian esculturas clásicas. Libros gordos abiertos con apuntes. Torsos de mármol colocados de espaldas frente a un señor muy moderno y estirado que se relaciona desde su dimensión humana con la escala de un cuerpo griego de piedra y su curva praxiteliana. Y Venus desnuda eternamente entre tanto desorden masculino y académico. Muy al fondo, el grupo del Laocoonte dentro de una pirámide de tablas, usada para sacar sus medidas, que es que estamos inventando los manuales y resulta tan necesario copiar a los clásicos.

El ejercicio del amor

El ejercicio del amor es el más que afortunado título del último trabajo de Carlota Mantecón y Jesús Rubio, pareja de bailarines, coreógrafos y amigos cuya relación se consolida en los tres sentidos tras haber mostrado semejante trabajo el pasado viernes en el santacrucero Teatro Guimerá. Allí nos convertimos en un público un tanto desubicado, subidos al escenario para estar a pie de linóleo, aunque algunos lo vieron desde el palco, abierto para que cupiéramos todos. Sold out, gestores culturales.

Por mi parte, me he puesto a escribir y he empezado por lo fácil: mis asociaciones con lo inesperado. Pero, ¿qué le voy a hacer? Es muy complicado escribir sobre una obra a la que me cuesta llamar obra. Lo que Carlota y Jesús tienen entre manos, entre cuerpos, es una pequeña joya, valiosa, delicada y frágil que produce la curiosidad, la inquietud y también la incomodidad de ciertas miniaturas. Y aunque se supone que conocía un poco lo que iba a ver (tuve la suerte de olisquear algún ensayo), casi diría que me engañaron. Porque no es para nada lo mismo jugar a imaginar cientos de esculturas que verlas. Eso junto al cómo en la ejecución de esa aglomeración son factores clave que convirtieron este estreno en algo capaz de cambiarme considerablemente.

El ejercicio del amor

El ejercicio del amor es sobrio. Pero la potencia de esta afirmación está en que funciona igualmente si no pensamos la parte destacada de la misma como título de una pieza, sino como afirmación en sí. Por tanto, digamos ‘el ejercicio del amor es sobrio’. No puede serlo de otro modo. Entregarse y abrirse al otro no es sino eso, dos verbos interconectados. Y aunque es enorme, no es nada más. Y sobre este doblez de significaciones juega lo que entre Jesús y Carlota presentan y mantienen, eso que a veces se les resbala, lo que mueven entre ambos para que sean nuestra mirada y escucha las que bailen.

En escena: linóleo blanco, luz general y silencio total. El cuerpo de Jesús que entra y mira, y nos mira como si fuera la primera vez que lo hace para empezar a moverse, despacio, de manera fragmentada, tal vez solo una articulación por movimiento. Y hacernos ver así que el ‘como si’ es nuestro y solo nuestro. Carlota llega. Se le acerca. Hace lo propio. Intentan acoplarse. Se desencuentran. Comienzan de nuevo. Cuando se han acoplado, cuando es ese cuerpo doble el que mueve casi una articulación por turno, como naciendo de sí mismo, de su propio encuentro, observamos ‘desde fuera’, como usando mirada ‘más global’. Vemos que los dos van vestidos en distintos tonos de gris. Que efectivamente, la propuesta es esa. Y ya está. Y que en lo que le hemos dado permiso a esa mirada externa hemos perdido la finura de la otra: la criatura doble Jesús-Carlota ha evolucionado. Ahora el movimiento tiene múltiples motores en su lentitud, pero la clave ha pasado a los apoyos de uno sobre otro y realmente no sabemos cómo han llegado a enroscarse de esa manera. Porque en lo que estamos viendo no hay una exhibición de formas. Digamos que es toda la pieza la que tiene una forma indivisible, y que cada una de las imágenes que encontramos es el accidente de haber mirado este momento del paisaje: Para nosotros, justo eso ahora. Para los cuerpos que vemos, la consecuencia de una decisión conjunta.

El ejercicio del amor

 ¿Hasta qué punto en esto que veo hay coreografía?, me recuerdo preguntando en uno de los ensayos, con ganas de saber pero también haciendo preguntitas incómodas para que ponerse a responderlas ayude a lo que se estaba gestando. ‘No hay coreografía / No siempre / A veces sí / Tenemos algunas pautas que…’ recuerdo escuchar. Por ahí nace otro cogollo de este trabajo. ‘El ejercicio del amor’ es una maquinaria que organiza pautas de movimiento conjuntas de una manera muy cuidada y precisa para que en ella quepa la apertura y la dispersión. Pautas que los creadores conocen pero que sus cuerpos, sorprendidos o desconcertados, encuentran siempre por primera vez, pautas que el que observa no siempre identifica, a las que han de plegarse y que generan la necesidad de una escucha constante, intensa e imprescindible, incluso cuando ésta se ha roto, o no incluso, sino sobre todo. Cuando llega el error. Cuando estoy caminando sobre tu espalda porque me ofreciste confianza y ahora no se cómo hacer para salir de aquí y encontrar lo mejor para los dos, así que voy a rodar hacia atrás y dejar que me pases por encima.
El ejercicio del amorCreo que la propuesta de Jesús y Carlota es arriesgada. Mucho. Pero digo creo porque para mí es preciosa. Y comprendo que en el conjunto de el público sea más o menos difícil entrar. Cuestión de gustos, de expectativas… Hay quien se remueve en su butaca contribuyendo a la banda sonora. No. No nos van a explicar nada. Las cosas no significan explícitamente. Ahora Carlota vuela sobre las piernas de Jesús. Pero es mentira. ¿Por qué he visto eso así y no que ahora Jesús soporta el peso de Carlota? Sea lo que sea, es ambos. Más mi intervención, con o sin palabras. Pero decía que todo es arriesgado. Desde el comienzo todo se presenta sobre un silencio denso, sin concesiones. Un silencio ensordecedor, a lo John Cage, pues no deja otra alternativa que escuchar. Pero ¿cómo podría haber escuchado la música en directo de esta pieza si me hubieran pinchado un tema? El pliegue de la ropa. La piel contra el suelo. Un chasquido de la madera. La respiración acelerada que recuperan en la renuncia o tras la consecución explosiva de una propuesta. Alguien tose. Los móviles que vibran. Todo. Estamos vivos y no hay otro lugar donde mirar que el espejo que Jesús y Carlota sostienen entre el placer y la dificultad, con la libertad del compromiso. Y de nuevo es arriesgado el número 2. Ante el 2 formado por un hombre y una mujer proyectamos la idea de pareja. Proyectamos Disney. Hollywood. Romanticismo barato y peligroso hasta la náusea. Tarde o temprano hay un click. Entonces vemos más allá o más acá. Dos cuerpos ejercitan el amor con toda su dificultad. Y nos conmueven en lo mínimo aunque nos cueste dejarnos, tras haber visto tanto porno. Cada movimiento es evidente, ocurre ante nuestras narices. Sin embargo, todo está velado. Y quiero recorrerles con la mirada, conocer algo del secreto de cómo hacer para estar juntos, ese sitio donde tanto me he equivocado, disfrutado y aprendido.

El ejercicio del amor

 Poco a poco Carlota y Jesús disparatan su propia propuesta. ¿No es eso lo que pasa cuando encontramos lo inesperado, que pintamos fuera de los bordes? Sobre la sobriedad gris cada susurro es un acorde, cada movimiento un posicionamiento. Hay un cambio de luz mínimo y amanece en la pieza. Las sombras se proyectan sobre el suelo dibujando huellas de este cuerpo doble que presenta en tiempo real su historia sin contarla. Quiero más luz. Luces de colores para ver como un cuadro de Ives Klein en lo blanco. Pero no. Que así lo sobrio me deja construir, igual que el silencio componer.

A todas estas, para despedirme, pienso que no he hablado de emoción igual que no he hablado de narratividad. Tal vez alojo mi parte de miedo a que el amor de verdad me toque (como si uno fuera un agente externo, como si cupiera la abstención). Miedo a que mi cuerpo sea también frágil y a la vez apoyo para otro cuerpo. ¿Y si por eso miro tanto lo que miro, lo sobrio, y no ese otro campo de emoción y narratividad que no dejará de existir porque no lo comente? Bien. Como ya dije lo que la propuesta tiene de maquinaria orgánica de pautas y forma conjunta, puedo escaquearme por la puerta de atrás sin que se note. Pero no lo haré.

El ejercicio del amor

 Emoción + Narratividad. Les dije a Carlota y Jesús que la pieza es como esa peli favorita en VHS que te sabías de memoria y no podías dejar de ver. Como un disco necesario, atesorado. Y aunque me obsesiono con mirar desde un témpano de hielo, mi calentamiento ha sido global. El sistema o práctica de Carlota y Jesús es una cosa diferente de la pieza que se va a ver cada día. Ese armazón móvil da espacio y tiempo para el movimiento conjunto. Y ahí está la magia. Miramos a través del visor de la práctica y vemos la pieza, un lugar donde son acogidas todas las relaciones del mundo. El viejo que cuenta un secreto al joven, la madre que lame a su cachorro, el brazo que levanta al herido, el amante que envuelve o aprisiona. Incluso el rival que empuja pero necesita del otro para tener sentido. Y uno que mira no puede más que temblar ante todas las relaciones del mundo en cronofotografías desplegadas una a una.

Epílogo.

El ejercicio del amor

Podría decir tanto sobre el triunfal y conmovedor final de esta pieza, moldeado como epílogo y a mi entender (o al de mi ritmo cardiaco) enormemente bello (palabra que no uso nunca y no se si me dará agujetas). Algo de nuevo muy difícil, porque en todo momento esa forma unitaria ya nos ha regalado imágenes y momentos estéticamente preciosos. Tanto que no diré más, que no haré spoilers, aunque no se puede cuando una obra comparte tanto con la vida. Solo decir… qué bien la separación de esos cuerpos. Qué bien Jesús caminando hacia el micrófono. Qué bien cada elemento que se precipita, inundando el fondo neutro al que nos hemos acostumbrado: La voz como una ráfaga de aire caliente sobre, ahora sí, la música, que lo envuelve todo, un cambio de luces como un travelling hacia atrás, en el espacio, que deja la escena lejos, lejos, fuera de campo a Carlota, no a su huella, un travelling hacia atrás en el tiempo de todo lo que hemos visto. Y la voz que dice todo lo que ha sido y todo lo que ha podido ser, no se, todo lo que es… todo lo que somos siempre, lo que no dejamos de ser constantemente, no se… no se. No se. Todo lo que es… no se, no se, no se… nosenosenosenose. Todo lo que es a través del cuerpo. Y seguirá siendo. No se… bajo la lluvia.

Imágenes:
Análisis de la belleza I, William Hogarth (1).
Fotografías por Roy Galán (2, 7 y 8).
Fotografías por Irene Zireja (3 y 5).
Cronofotografías, Muybridge (4).
Antropometrías, William Klein (6).

*     *     *

APÉNDICE / LEAL.LAV
Al releerme recuerdo aquellos cuerpos que Carlota y Jesús eran en el estreno de lo que aquella pieza fue, superpongo sus imágenes a los cuerpos que vimos en el LAV recientemente, igual que hago con el conjunto de la pieza. Nada está en el mismo sitio, todo se ha recolocado y a la vez es como si cada detalle fuera más su propio germen. Y resulta que a mi espacio de recepción le pasa lo mismo. Y que fui un presuntuoso entrando a la sala creyendo que conocer el trabajo me haría verlo más desde fuera, como en un palco de hielo. Qué iluso. Tan ingnorante que aún dedicándome a esto de la escena tantos años no pude adivinar lo vulnerable que podía ser hasta verme afectado y luego ya incapaz de salir de allí de otra manera que completamente herido.
El espacio-tiempo abstracto que el trabajo plantea, circular o ilimitado, difumina sus aristas para que dos cuerpos aparenten ser inofensivos, como cada cuerpo aún no tocado, para que en lo informe, sin que nadie nos diga nada, nuestras sensaciones y memorias no puedan dejar de proyectar(se) en lo que ocurre. Y lo que ocurrió fue la implicación total de ambos performers, como sudando más, como arriesgando más, a veces retorcidos, a ratos casi feos, con esa fealdad del empecinamiento del amor por unir o no separar, esa casi fealdad de lo íntimo y su esfuerzo, lo que es raro que se muestre por la calle en un abrazo o yendo de la mano, lo que está en el amor y no se representa, como un agárrame fuerte, que un día moriremos pero por ahora siento miedo de estar vivo, como un tienes mis manos, o un apóyate en mi hombro, un no te soltaré-no me suetes, un quiero seguir contigo o un yo solo puedo empujar para que tú llegues.

Será que como llega en el teatro llega en la vida, inesperado, y al jugarlo de nuevo solo puede hacerse desde la desnudez de ese germen. Y ahí, de nuevo, sin más de lo que somos, no nos queda otra salida que mirarnos y recordar o reaprender que El ejercicio del amor es cruel. Y cuidado, puede ser devastador. Pero justo por todo ello, probablemente lo más necesario que ejerzamos.

Y ahora, fotos de Javier Pino que sabe captar mejor que yo todo lo que no se ve.

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Viernes, sábado… y domingo! / LEAL.LAV

VIERNES 10

Con el tiempo justo llego a esta entrada porque es imposible no informar de lo que se nos viene encima y de nuevo vuelve a alegrarnos el día a día. Muchos planes, algunos inesperados, alrededor del Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna. Tinerfeñxs, tomen nota, que aún están a tiempo y abróchense el cinturón:

Hoy, viernes 10 a las 21h, una gran cita, «Rublev, una paniconografía», la última y esperada pieza de Societat Dr. Alonso que vuelve a visitarnos a la isla, esta vez junto a Nazario Díaz, con el que la compañía se tropezara ya hace algún tiempo aquí mismo cuando desarrollaba la residencia de «El desenterrador».

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Este útimo trabajo estrenado por Tomás Aragay y Sofía Asencio quiere generar un repertorio de iconografías del cuerpo humano, y al mismo tiempo trabajar con el sonido y la escenografía como símbolos del paisaje. Un encuentro entre tres creadores fruto de un primer encuentro en LEAL.LAV que se materializa en esta pieza hecha para ser contemplada.

Andrei Rublev toma como punto de partida y título la película de Andrei Tarkovsky rodada en 1966, donde el pintor Andrei Rublev (1360 – 1427) realiza un largo viaje en la Rusia medieval para pintar los frescos de la catedral de la Asunción del Kremlin.

La obra del singular pintor, con su estilo iconográfico único, provoca en el espectador un impacto y recogimiento interior debido al uso de la perspectiva invertida, que nos habla del arte no como un retrato de la realidad sino como una realidad entre las realidades.

Dirección: Tomàs Aragay
Dramaturgia: Tomàs Aragay
Coreografía: Sofia Asencio
Creación e interpretación: Sofia Asencio y Nazario Díaz
Espacio escénico e iluminación: CUBE. SZ
Producción: Imma Bobé

Espectáculo co-producido por Temporada Alta y el Festival Alto de Vigo.
La Sociedad Doctor Alonso recibe la ayuda del ICEC y el INAEM.

Entrada 8€ / Si tienes 18 años entras gratis.

SÁBADO 11 – por la mañana

Por si fuera poco, Sofía y Nazario ofrecerán mañana sábado 11 a partir de las 10 de la mañana un taller de dramaturgias de la imagen (ojo performers, actores, actrices… y escenógrafxs, videoartistas, fotógrafxs…) La inscripción es gratuita y sigue abierta a través de LEAL.LAV

SÁBADO 11 – por la tarde/noche

PARA

He aquí una gran sorpresa. El paso de Societat Dr. Alonso siempre se deja notar. Sin embargo, si algo nos ha marcado a muchas personas es el trabajo con El Desenterrador. Por eso hemos acordado un encuentro para volver a desenterrar palabras en común, algo en lo que es tan bonito participar como asistir para presenciarlo. Nuestro encuentro para realizar «El Desenterrador de Palabras» será en el emblemático Equipo Para de Santa Cruz de Tenerife, a las 22h. Desenterradorxs! Dense por avisadxs y convocadxs! Allí estaremos, pico y pala, pala y pico, con quien se nos quiera sumar!

DOMINGO 12 – por la mañana 11h

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Y por si fuera poco, acogemos este domingo 12 la segunda sesión de SUN DANCE FAMILY SESSIONS, un proyecto de LEAL.LAV + Micromusic con el que la Sala de Cámara del Teatro se convierte por unas horas en pista de baile, aunando la mejor y más bailable música electrónica en un ambiente saludable para una matiné de danza en familia, entendiendo familia en su versión más extendida y divertida. Esta sesión combinará un calentamiento inicial para ponernos a tono con Teresa Lorenzo, y estará sonorizada por la mezcla rica de DJ WATTSRIOT. Un éxito asegurado para que bailemos jóvenes de 0 a 99 años con entrada a 3€ y gratuita para los menores de 18 añitos. A bailar todo el mundo, que al final la familia se disuelve y no se sabe lo que es, y es tal vez, un grupo de personas que hace una misma cosa junta, aunque sea por un momento. Y si dan dudas esta definición, echar un vistazo al vídeo de algunas cosas que pasaron en la edición anterior y la gran familia que encontró forma en ella.

Una entrada rauda y veloz a la que casi no he llegado y de la que salgo igualmente veloz porque tengo que prepararme para vivir todo esto! Besos a quien pueda leerme y si además de leerme estás en Tenerife… recomiendo no perdérselo por nada en el mundo!

El ejercicio del amor: Carlota Mantecón + Jesús Rubio

Jugar a imaginar tal aglomeración de esculturas que ya solo pudiéramos percibir el cuerpo.

Así, con un título más largo que un día sin pan iba a empezar esta entrada. Luego he cambiado de parecer por esto de la utilidad. Un título es de esos lugares donde un recorte puede venir bien cuando no se ajusta, cuando no es justo. De resto, a las piezas que conforman eso que con la boca llena llamamos la Cultura habría que dejarlas intactas. Deshacernos en su lugar de los dueños de las tijeras, que normalmente no las comprenden o ni se interesan en ello, por tanto, no se ajustan. Pero como las palabras siguen siendo gratis y nunca viene solas, no solo mantendré la frase larga, sino que haré un despilfarro y añadiré la imagen que la acompaña. Una no es anterior a la otra. Ah, por cierto, esta parte sirve para hacer libre asociación. Yo lo he hecho y me lo he pasado bien:

Ahora me tiraré el rollo de que este es uno de los cuatro análisis de la belleza que realizara nuestro amigo William Hogarth en pleno siglo XVIII. Abigarrados y misteriosos, con toda la mala leche o el sarcasmo, si se prefiere, en sus grabados esa parte ácida es muy importante, como si gracias a ella se elevara el discurso presentado entre líneas de la mera exposición a un lugar de fresca lucidez donde el que mira puede acceder al código que se le presenta también desde una leyenda icónica, y usándola interpretar la imagen con libertad.

Porque el marco que precede la imagen es un damero sistemáticamente dividido, con una variante graduada, entre otras cosas, de la curva serpentina, junto a dibujos de objetos donde ésta está presente: un corsé o el propio rostro humano. Según la S de la línea se pronuncia menos o más los dibujos que la contienen pasan de lo anodino de un simple monigote al paroxismo de lo grotesco, como ocurre en las versiones extremas de los corsés, incomodísimas: una extremamente plana, la otra demasiado curva. El marco abre una perfecta perspectiva canónica donde personajes ilustrados (en los dos sentidos) estudian esculturas clásicas. Libros gordos abiertos con apuntes. Torsos de mármol colocados de espaldas frente a un señor muy moderno y estirado que se relaciona desde su dimensión humana con la escala de un cuerpo griego de piedra y su curva praxiteliana. Y Venus desnuda eternamente entre tanto desorden masculino y académico. Muy al fondo, el grupo del Laocoonte dentro de una pirámide de tablas, usada para sacar sus medidas, que es que estamos inventando los manuales y resulta tan necesario copiar a los clásicos.

Por mi parte, me he puesto a escribir y he empezado por lo fácil: mis asociaciones con lo inesperado. Pero, ¿qué le voy a hacer? Es muy complicado escribir sobre una obra a la que me cuesta llamar obra. Lo que Carlota y Jesús tienen entre manos, entre cuerpos, es una pequeña joya, valiosa, delicada y frágil que produce la curiosidad, la inquietud y también la incomodidad de ciertas miniaturas. Y aunque se supone que conocía un poco lo que iba a ver (tuve la suerte de olisquear algún ensayo), casi diría que me engañaron. Porque no es para nada lo mismo jugar a imaginar cientos de esculturas que verlas. Eso junto al cómo en la ejecución de esa aglomeración son factores clave que convirtieron este estreno en algo capaz de cambiarme considerablemente.

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Foto de Irene Zireja.

En escena: linóleo blanco, luz general y silencio total. El cuerpo de Jesús que entra y mira, y nos mira como si fuera la primera vez que lo hace para empezar a moverse, despacio, de manera fragmentada, tal vez solo una articulación por movimiento. Y hacernos ver así que el ‘como si’ es nuestro y solo nuestro. Carlota llega. Se le acerca. Hace lo propio. Intentan acoplarse. Se desencuentran. Comienzan de nuevo. Cuando se han acoplado, cuando es ese cuerpo doble el que mueve casi una articulación por turno, como naciendo de sí mismo, de su propio encuentro, observamos ‘desde fuera’, como usando mirada ‘más global’. Vemos que los dos van vestidos en distintos tonos de gris. Que efectivamente, la propuesta es esa. Y ya está. Y que en lo que le hemos dado permiso a esa mirada externa hemos perdido la finura de la otra: la criatura doble Jesús-Carlota ha evolucionado. Ahora el movimiento tiene múltiples motores en su lentitud, pero la clave ha pasado a los apoyos de uno sobre otro y realmente no sabemos cómo han llegado a enroscarse de esa manera. Porque en lo que estamos viendo no hay una exhibición de formas. Digamos que es toda la pieza la que tiene una forma indivisible, y que cada una de las imágenes que encontramos es el accidente de haber mirado este momento del paisaje: Para nosotros, justo eso ahora. Para los cuerpos que vemos, la consecuencia de una decisión conjunta.

¿Hasta qué punto en esto que veo hay coreografía?, me recuerdo preguntando en uno de los ensayos, con ganas de saber pero también haciendo preguntitas incómodas para que ponerse a responderlas ayude a lo que se estaba gestando. ‘No hay coreografía / No siempre / A veces sí / Tenemos algunas pautas que…’ recuerdo escuchar. Por ahí nace otro cogollo de este trabajo. ‘El ejercicio del amor’ es una maquinaria que organiza pautas de movimiento conjuntas de una manera muy cuidada y precisa para que en ella quepa la apertura y la dispersión. Pautas que los creadores conocen pero que sus cuerpos, sorprendidos o desconcertados, encuentran siempre por primera vez, pautas que el que observa no siempre identifica, a las que han de plegarse y que generan la necesidad de una escucha constante, intensa e imprescindible, incluso cuando ésta se ha roto, o no incluso, sino sobre todo. Cuando llega el error. Cuando estoy caminando sobre tu espalda porque me ofreciste confianza y ahora no se cómo hacer para salir de aquí y encontrar lo mejor para los dos, así que voy a rodar hacia atrás y dejar que me pases por encima.

Creo que la propuesta de Jesús y Carlota es arriesgada. Mucho. Digo creo porque para mí es preciosa. Pero comprendo que en el conjunto de el público sea más o menos difícil entrar. Cuestión de gustos, de expectativas… Hay quien se remueve en su butaca contribuyendo a la banda sonora. No. No nos van a explicar nada. Las cosas no significan explícitamente. Ahora Carlota vuela sobre las piernas de Jesús. Pero es mentira. ¿Por qué he visto eso así y no que ahora Jesús soporta el peso de Carlota? Sea lo que sea, es ambos. Más mi intervención, con o sin palabras. Pero decía que todo es arriesgado. Desde el comienzo todo se presenta sobre un silencio denso, sin concesiones. Un silencio ensordecedor, a lo John Cage, pues no deja otra alternativa que escuchar. Pero ¿cómo podría haber escuchado la música en directo de esta pieza si me hubieran pinchado un tema? El pliegue de la ropa. La piel contra el suelo. Un chasquido de la madera. La respiración acelerada que recuperan en la renuncia o tras la consecución explosiva de una propuesta. Alguien tose. Los móviles que vibran. Todo. Estamos vivos y no hay otro lugar donde mirar que el espejo que Jesús y Carlota sostienen entre el placer y la dificultad, con la libertad del compromiso. Y de nuevo es arriesgado el número 2. Ante el 2 formado por un hombre y una mujer proyectamos la idea de pareja. Proyectamos Disney. Hollywood. Romanticismo barato y peligroso hasta la náusea. Tarde o temprano hay un click. Entonces vemos más allá o más acá. Dos cuerpos ejercitan el amor con toda su dificultad. Y nos conmueven en lo mínimo aunque nos cueste dejarnos, tras haber visto tanto porno. Cada movimiento es evidente, ocurre ante nuestras narices. Sin embargo, todo está velado. Y quiero recorrerles con la mirada, conocer algo del secreto de cómo hacer para estar juntos, ese sitio donde tanto me he equivocado, disfrutado y aprendido.

A todas estas, para despedirme, pienso que no he hablado de emoción igual que no he hablado de narratividad. Tal vez alojo mi parte de miedo a que el amor de verdad me toque (como si uno fuera un agente externo, como si cupiera la abstención). Miedo a que mi cuerpo sea también frágil y a la vez apoyo para otro cuerpo. ¿Y si por eso miro tanto lo que miro, lo sobrio, y no ese otro campo de emoción y narratividad que no dejará de existir porque no lo comente? Bien. Como ya dije lo que la propuesta tiene de maquinaria orgánica de pautas y forma conjunta, puedo escaquearme por la puerta de atrás sin que se note. Pero no lo haré.

Epílogo.