Obviamente, viene de La noche de los cuchillos largos – parte 1
Previously, on La noche de los cuchillos largos:
1.- Impresiones de esta época: vienen cambios porque nada es lo mismo
2.- Contar con el otro, mi residencia en TEA
3.- Itinerarios que dan pistas sobre las artes escénicas en Canarias
4.- Centro Huarte, su máster y su gente, de la que se apunta lo mismo que en este
– Intermedio –
“Gente lista, sensible, abierta y dispuesta. Lo suficientemente loca como para leer sanamente en el año de la pandemia una oportunidad, no un obstáculo”
Aquí faltan muchas personas, ocupadas como estamos en tanto, desde lo familiar a lo laboral, en procesos artísticos o curatoriales y de mediación, o bien vitales (aunque todo lo anterior también sea la vida). Pero algunas sí han querido aparecer, sirviendo de embajadoras de las que no y de este conjunto inesperado tan enriquecedor formado en el Máster de Huarte.
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6: De la trampa del centro a las constelaciones invisibles
Durante la residencia mencionada en TEA, hablando sobre obras que hablan del territorio y su reconfiguración, de colonialismos, del viaje como proyecto, del mapa como huella y potencia, o de la pieza de arte como rastro, testimonio y archivo, una conversación con Aitor, compañero de máster, acabó entrando a los paneles de apuntes a modo de mapa que fui encontrando:
Aitor. – Me hace sentir cerca de ti, de lo que hablamos, de que el proyecto (y la vida) más allá de la isla, lo supera, invade otros territorios no físicos. “Huarte” es en castellano. En euskera es Uharte. Ur = agua + arte = entre >>> Entre aguas! / Isla! Y hay otra coincidencia con lo que has escrito. Trampa también se dice “artea” en euskera. La trampa que comentas en el post-it. Parece que ya estaba escrito, ya estabas predestinado al ur-artea, la trampa entre aguas…
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Tenerife es una trampa disfrazada de isla, como cada lugar que sucumbe a sus costumbres, se disfrace de capital o de pueblo. Con el tiempo disparado por alertas, pasa lo que en cada sitio. Una actividad frenética que indica un movimiento doble. De huida hacia adelante y a la vez de permanencia en lo esencial, soltando otras cosas. Aparecen así propuestas nuevas y otras transformadas. Más huecos abiertos en la realidad por donde enhebrar hilos para un tejido posible. Entremos:
- La Cresta, en TEA, muy mencionada por la contingencia de estos fragmentos, se expandirá este 2021 como un contexto donde Carlota Mantecón espera dar una atención especial al diálogo y trasvase entre lo individual y lo colectivo, atendiendo a lo que se está gestando por parte de muchos artistas locales y el contexto cultural que conforman. Un segundo año para esta propuesta que busca también servir para observar las correlaciones establecidas y su sentido.
- Un contexto que encuentra nudos y entrelazamientos como los de la Asociación Cultural Solar, un tejido en sí mismo que ha resistido las inclemencias de estos tiempos precisamente por haber trabajado siempre a largo plazo ese espacio de vínculo colectivo, y para el que este 2021 se plantea como una ocasión de expansión discreta y participante.
- Contextos hechos por gentes y aportaciones muy diversas, que ante la necesidad se juntan para protegerse y potenciarse. Así ha sido alrededor del Teatro Victoria y su festival Canarios dentro y fuera. Convertido ya en una tradición por el empeño insistente de Roberto Torres, con una edición más amenazada (y tal vez más defendida) que nunca, reforzada por una súbita metamorfosis a muestra online que ha producido una sensación de regeneración y frescura, posible por la acción de artistas (y públicos) afines, empujando todas a una.
- Versiones online que han salvado también propuestas recién nacidas, como el Festival Aarder, encabezado por Acerina Amador, apostando desde su la primera edición por la sostenibilidad un encuentro vinculante entre prácticas artísticas y ecofeminismos. Algo ya presente en sus trabajos escénicos y que estará en The last animal, pieza que trabaja para su próximo estreno.
- Versiones online que ya estaban planteadas de antemano para una nueva forma de resistir por parte de la segunda edición de HER feminist festival, planteado a través de una forma híbrida, donde una plataforma para el trabajo de artistas y creadoras se encuentra con un espacio para la exposición teórica y el debate desde perspectivas feministas y desde las disidencias. Festival pensado para el streaming, pero con la posibilidad de compartir estas transmisiones de manera presencial en nuestro amado Equipo Para, espacio imprescindible para entender que todo esto que contamos pueda suceder. Porque es un lugar que es otra casa y trinchera de afectos, refugio de encuentro para los entrelazamientos y las conversaciones.
- Mientras, el Festival, el Keroxen, latiendo entre lo virtual y lo presencial, con conciertos de aforo reducido pero con la misma potencia y calidad, deseando recuperar su lugar en el Espacio Cultural El Tanque, la catedral de la electrónica deseamos reencontrarnos.
- Porque nuestras acciones dejan huellas invisibles. Y de eso hablamos en Gran Canaria, de donde he contado mi paso, pero no qué pasa. Donde Gregorio Viera y Carmelo Fernández hablan entre sí de festivales y contextos, de memoria, de comunidades y vínculos pasados. De archivos y emociones. De la necesidad de una recopilación que revele historias aún vívidas. Donde Raquel Ponce me cuenta acerca de 4 colores en blanco, su nuevo proceso creativo, desarrollado a partir de su estancia en AltoFest, pequeña gran casa y familia que tenemos en Nápoles. Un vínculo afianzado a través de Dance Inter Faces, encuento bienal desde el contexto del LAV y gracias al que en esta nueva pieza diera sus primeros pasos, con todo por delante, para evolucionar ahora, muy arraigada a procesos anteirores como Taller de público para público, uno de sus trabajos fundamentales que a lo largo de cinco años le ha permitido evolucionar e investigar tanto como para entrar de manera prometedora en esta nueva fase. Raquel, que me cuenta también que no deberíamos perder de vista la exposición que está por llegar al CAAM, para la cual se convoca la audición ya mencionada de Xavier Le Roy, artista que tendrá su trabajo presente en ella a través de cuerpos de Gran Canaria, mi isla de en frente donde la suerte quiere que me encuentre también con Masu Fajardo.
- Masu me habla de Otros cuerpos, su comisariado para el TEA que, como suele ser habitual en ella, viene haciéndose desde atrás. Desde los Encuentros sobre cuerpo y performatividad planteados en varias ediciones, hasta The future is late(r), experiencia de donde se deriva la misma necesidad urgente de plantear otro tipo de encuentros para el contexto artístico que propicien la apertura a nuevas prácticas y saberes, capaces de proponerse como reto, y que participar en ellos suponga también poner en juego de forma común la valentía de dar un paso hacia lo desconocido, sosteniendo conjuntamente una incertidumbre. Un programa que aún en construcción, por las circunstancias que vivimos, contará con la participación de artistas como João Fiadeiro o, casualmente, también Xavier Le Roy, entre otros nombres locales e internacionales, en una intención de volver a las fuentes de trabajos iniciadores del conceptualismo escénico en Europa, de cuyas herramientas pueda empaparse el entorno, accediendo a un archivo vivo de la historia. Todo esto al mismo tiempo que Masu acaba de comenzar una nueva indagación escénica en la que será la primera residencia artística de 2021 de esta nueva fase de Tenerife.LAV y que aún solo con intuiciones al respecto, llevará el título de Una pieza desconocida, muy en coherencia con su línea y su momento.
- Y por supuesto, Tenerife.LAV, el Laboratorio de Artes Vivas de Tenerife, donde sigo haciendo labores de acompañamiento artístico a proyectos creativos, mediación, crónica y demás tareas, que tras años de experiencia avanza con un paso crucial que lo reinventa y transforma, en una andadura revitalizada por la incorporación de Tamara Brito de Heer y Beatriz Bello, y donde el Laboratorio hace un movimiento centrífugo y otro centrípeto: se cobija en el Espacio La Granja de Santa Cruz de Tenerife, enriqueciendo su actividad y programación, y a la vez que situa parte de sus acciones en distintas localizaciones de la isla, mediante el vínculo con muchas de las propuestas, personas y espacios nombrados anteriormente (¡y con otros!) Algo que ya venía sucediendo orgánicamente y que ahora cristaliza como parte central del proyecto.
- Espacios que sentimos marcados por nuestro paso, de los que nos llevamos su marca. Donde vemos su activación vinculada pero autónoma: por ejemplo, en Danza en breve, el programa estable y necesario de piezas de danza contemporánea propuesto por Javier Cuevas para el Teatro Leal de La Laguna, antigua sede del LAV, como una reminiscencia saludable de haber habitado ese lugar.
7: herencia y agencia
Por supuesto que este listado es insuficiente y deja fuera otros contextos como el FAM, Festival de las Artes del Movimiento, que resiste igualmente. Así como la labor por las artes escénicas generada desde otras islas. Tampoco profundizo en la persistencia de un proyecto que me enamora: Barriometrajes. Una maravilla generada por la conjunción de gente de la arquitectura y el cine en un trabajo que lleva la estética al barrio no para hacer “cine participativo”, sino para que a través de su labor minuciosa, puerta por puerta y en conjunto, sea el propio barrio el que cuenta sus historias particulares en forma de cortometrajes, desde el documental y la ficción a lo experimental.
Ni siquiera en el apocalipsis de este texto puedo detenerme en piezas recientes o en proceso, de artistas como Élida Dorta, Teresa Lorenzo o tantas otras. Y lo que en ellas late entre primera vez y experiencia consumada, a veces fruto de nuevas colaboraciones. (Pero todo esto tal vez lo contaré mejor otro día). Porque esto se acaba ya, por fin.
Sin embargo, para cerrarlo como es debido, es preciso que volvamos sobre la idea de periferia. Porque siento que desde Tenerife, como desde otros «lugares lejanos» o «periféricos», todo este lío vírico nos ha hecho dejar de lado nuestros discursos de inferioridad, tan comunes, casi autóctonos. Tal vez, ocupadas por lo primordial, estemos notando cómo seguimos teniendo como referentes algunos grandes centros. Pero de otro modo. Como si ahora no los tomáramos como referentes absolutos, sino mediante una tendencia sana a reactualizarnos y conectar. Una tendencia que debemos cuidar al extremo. Para que en estos tiempos revueltos no se nos cuelen por debajo de la puerta narrativas similares a la de La noche de los cuchillos largos. Asegurándonos de colocar siempre filtros conscientes entre lo que vemos y lo que hacemos, para no imitar sin querer. Porque sea esto lo que sea, atravesamos un momento que parece crucial para implicarnos en lo que llevamos años interiorizando y reproduciendo acerca del tópico sobre lo común. Desde el 15M hasta las frasecitas de Mr. Wonderful que compartimos. Desde los libros de Marina Garcés hasta haber asimilado como propias esas frases de sobre de azúcar sobre la zona de confort, que repetimos como cotorras sin saber bien de dónde vienen. Parece que ha llegado el momento de poner todo eso en juego, pero de verdad. Y jugarlo en serio. Jugar este partido con el equipo que nos ha tocado. Momento donde ya no vale pararse a pensar en quién hubiéramos elegido. O en si me hubieran elegido a mí. Sino con quien nos ha tocado. Y si realmente queremos encontrar en nuestras prácticas algo propio y a la vez disidente con respecto a lo establecido, quizá deberíamos empezar por soltar los cuchillos. Liberarnos las manos para ocuparlas en construir algo que no sea una propiedad privada, sino la extrañeza desconocida de lo común, para la que no hay plano a seguir. Porque “trabajar a favor de algo que sabemos mayor que nuestra singularidad” es una noble apetencia que queda genial en la ficción de una peli, en una novela, en un anuncio de Amazon o en un discurso. Pero en el día a día no es algo muy agradecido, que quepa en cuatro stories de Instagram y chao. No viene con efectos especiales que nos indiquen que vamos bien. No tiene aplausos añadidos para cuando llegue la bajona, ni una épica que nos devuelva satisfacción instantánea. Así que…
Con todos nuestros centros fuera de eje, con nuestros bagajes, con nuestra historia, hecha de hallazgos y pérdidas. Con lo que nos ha conformado hasta ahora roto, sus trozos en el aire, con todo atomizado, caído en el pedregal de lo común… ¿Qué decidiremos hacer? ¿Al servicio de qué pondremos nuestro deseo? ¿A ser y hacer parte de algo por llegar, compartido y desconocido? ¿O a paliar la incertidumbre reafianzando lo que somos y poseemos? ¿Tendremos la templanza, la paciencia y los valores para recomponernos con trozos propios y ajenos, sumando partes de otros a los huecos que quedan en lo que somos? ¿Seremos capaces de dejar que con algunas de nuestras partes se conformen otros cuerpos? 2021 sigue siendo el año de la pademia. Un capítulo recién estrenado al que no se le ve el final, que iremos escribiendo vivamente. Se nos abre por completo la disyuntiva. Entre el camino de seguir luchando o el de encontrar otros modos de avanzar, ajenos a cualquier sentido belicista. Tal vez guardando los cuchillos, sirviéndonos de nuevas herramientas. O dejándolos a la vista, sobre la mesa, usados solo para partir el pan. Porque queramos o no, nos dirigimos a otro sitio, más revueltas que juntas. Y hace falta compartir ese pan. Necesitamos el apoyo, más allá del gusto. Igual que nuestro apoyo le será necesario incluso a quienes no le gustamos. Y aunque toquemos a menos cantidad, pasa que en la necesidad superada en común hay un alimento adicional. Porque aunque se olvide, ocurre que sumar no es siempre solo matemáticas. Y esa forma de sumar beneficia la memoria. Sería bueno no olvidarlo.